ÁNGEL M. GREGORIS.- Lola Ortega es enfermera de Urgencias en el Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) y recuerda como, tras una noche muy intensa de trabajo, empezó a sentirse muy cansada, al día siguiente se levantó con décimas de fiebre y 72 horas después le hicieron la PCR. Pasaron los días sin darle los resultados, pero ella estuvo aislada en su domicilio. Tras más de una semana, cuando empezó a encontrarse mejor, se puso en contacto con ellos y le dijeron que había dado negativo. Algunos síntomas continuaban, pero no le repitieron la prueba y le dieron el alta.

“Todavía siento un poco la sensación de falta de aire que no termina de pasarse, pero me dijeron que no había criterio para repetir la PCR y estoy trabajando. Pienso que muchos de los contagios entre profesionales fueron al principio, cuando no teníamos información, los síntomas no estaban todavía definidos…”, cuenta Lola.

Para ella, que vivió muy de cerca la llegada y masificación del hospital, lo más duro ha sido no poder ayudar a todas las personas tal y como se merecían. “Intentamos salvar a los pacientes, pero sin abarcar a la persona; trabajábamos sin ver lo que había detrás y eso en nuestra profesión es superimportante. Hacíamos el trabajo casi como si estuviésemos en una cadena de producción, pero con la gravedad que conlleva esto”, rememora. Si echa la vista atrás, Lola recuerda una primera noche donde todos los pacientes que llegaban eran personas mayores con la misma sintomatología.

“Recuerdo mirarlos y sentir una sensación de tristeza y desolación. Mucha pena porque no podíamos atenderlos de manera adecuada, solo veíamos a personas que se estaban ahogando y que, en otros momentos, hubiesen entrado a la emergencia, pero ahora estaban en los pasillos y no podíamos hacer más. Te sientes muy pequeño y triste, solo quieres gritar para que te ayuden, pero nadie está ahí porque los demás compañeros están en la misma situación”, explica.

Por este motivo, tiene claro que los afectados son “superpacientes” y los mejores. “Son los más indefensos, los que necesitan cuidados y son los únicos que te cuidan a ti. Es increíble como estando malísimos, a las 20:00 de la tarde, nos aplauden y nos dan las gracias. Todo esto es una experiencia dura, pero a la vez creo que nos va a dejar un poso de mejores personas y profesionales”, resalta Lola, también con impotencia de ver cómo no se ha podido hacer más por la posible falta de planificación. “Nos hubiera gustado tener más información. Sabemos que es una situación difícil de manejar porque nadie tiene experiencia, pero siempre hemos demandado tener un feedback con los superiores para dar nuestra opinión”, comenta.

Aun así y a pesar de todo, han seguido dando el 200% y considera que en un futuro lo recordaremos como nuestros abuelos recuerdan la posguerra. “Yo estuve ahí, diremos, y será algo que nos dejará una huella imborrable”, concluye.

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