ÁNGEL M. GREGORIS.- Más de 15.000 hectáreas de bosque se alzan al norte de Navarra en la conocida como Selva de Irati. Un paraje lleno de hayas y abetos de gran altura, que junto con otras especies de árboles lo convierten en un lugar mágico. El cambio de color en el paisaje en cada una de las estaciones hace que según la época en la que se visite nos muestre una cara totalmente diferente.

La Selva de Irati brinda colores espectaculares en Otoño. Imagen: David C. Gimeno

Veinte mil ovejas y unas 2.000 vacas y yeguas pastorean en verano, repartidas entre decenas de cabañas de pastores y ganaderos que trabajan allí. Más de 30 rutas a pie y 11 en bicicleta recorren los distintos puntos de la Selva de Irati y permiten pasar un día, o varios, entre la más absoluta naturaleza. Debido a la extensión de la zona es preferible no salirse de los senderos acotados par

a evitar perderse o encontrarse con el terrible basajaun o señor de los bosques. Tal y como cuenta la leyenda, este ser mitológico, con cuerpo de hombre y cubierto de pelo, habita en Irati y en algunos lugares del País Vasco. Para muchos, el protector de los rebaños y animales del lugar. Para otros, un personaje terrorífico con el que es mejor no cruzarse. Sea como sea, el misticismo y la posibilidad de conocer al monstruo hacen todavía más interesante el paseo.

 

Vacas, ovejas y yeguas pastorean en la selva. Imagen: David C. Gimeno

Embalse

En el centro de la selva se encuentra el embalse de Irabia, que se puede recorrer a pie o en bicicleta. Sólo 10 kilómetros que permiten rodearlo por completo, conociendo la presa y llegando casi a cruzar la frontera con Francia en el punto más alto del embalse. Muy cerca de allí, el sendero de la Cascada del Cubo, que bordea la orilla del río Urbeltza, desde donde serpenteando se llega a la zona de Austegia, que se dirige a la cascada. El elevado número de turistas que visitan la zona, sobre todo con el buen tiempo, convierte casi en misión imposible lograr el silencio frente a la cascada, pero intentarlo es una de los objetivos de la excursión. Escuchar el agua caer, el aire soplar y los pájaros piar, rodeados de naturaleza es uno de los grandes premios del viaje.

Dependiendo de la hora a la que se llegue, daría tiempo a hacer entre dos o tres rutas. Eso sí, no hay que olvidar el calzado y la ropa cómoda, así como las ganas de andar y cansarse. Al acabar, la gastronomía navarra en alguno de los pueblos cercanos siempre es un gran aliciente para recargar fuerzas.

La Selva de Irati es uno de los pulmones de España. Imagen: David C. Gimeno

En otros tiempos, la Selva de Irati tuvo un gran engranaje industrial, ya que albergó numerosas serrerías e incluso se empezó a instalar una fábrica de vidrio. Cientos de carboneros y fabricantes artesanales de remos, duelas y otras piezas de madera trabajaron allí durante años. También hubo ferrerías, la mayor de todas se acabó transformando a finales del siglo XVIII en la importante Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta. Actualmente, la fábrica está en ruinas y el paso está prohibido para evitar derrumbamientos. Aun así, bajar al río para ver los arcos de la fábrica brinda una fotografía impresionante. Eso sí, siempre con muchísima precaución.

Fábrica de armas

Contrabandistas, comerciantes y leñadores pasaron por este bosque durante años, que también fue el lugar de caza de los reyes de Navarra durante la Edad Media, campo de batalla en muchas guerras y durante la Segunda Guerra Mundial paso para la fuga de aviadores y perseguidos.

Ha tenido siempre fama de lugar remoto e inaccesible porque su corazón estaba a más de 20 kilómetros de los pueblos más próximos. Hoy en día, Irati es un templo natural, uno de los pulmones de España, en el que ir y perderte, disfrutar, andar, correr, gritar y respirar, sobre todo eso, respirar.