ÁNGEL M. GREGORIS.- Probablemente sea uno de los lugares, sino el que más, sagrados por excelencia. Disputado durante siglos y demandado por muchos, no son de extrañar los conflictos entre la policía israelí y el pueblo palestino, que reclama su lugar. Lejos de luchas y enfrentamientos, Jerusalén alberga puntos clave para el cristianismo, el islam y el judaísmo, que son de obligada visita para conocer la historia y aprender más sobre estas religiones.
Para el cristianismo, en Jerusalén se ubica el lugar más sagrado, el Santo Sepulcro, la iglesia donde, supuestamente, en la antigüedad se encontraba el Monte del Calvario y donde Jesús fue crucificado, ungido antes de ser sepultado y, por último, enterrado. Una iglesia, gestionada por católicos, ortodoxos griegos, armenios, sirios, coptos y etíopes, que conviven no sin alguna rencilla de vez en cuanto. A mediados del siglo XIX se firmó el statu quo de la iglesia, por el cual nada podría ser modificado sin acuerdo previo de todas las partes y, además, cada uno de ellos se haría cargo de una zona distinta del templo. Tanto es así que en una de las ventanas de la fachada había una escalera de madera y después de firmar el acuerdo se dieron cuenta de que no pertenecía a ninguna de las seis ramas del cristianismo. A pesar de tenerlo claro, esa escalera no se ha movido de ahí desde hace casi 200 años, excepto en dos ocasiones que intentaron robarla y otra para realizar obras, por miedo a romper el statu quo y poder ocasionar una revuelta entre ellos.
Mezquitas
El islam y el judaísmo comparten lugar sagrado dentro de Jerusalén, lo que ocasiona cruentos enfrentamientos en numerosas ocasiones, que obliga a las autoridades israelíes a cerrar la zona. Se trata de la Explanada de las Mezquitas para los musulmanes y del Monte del Templo para los judíos. El tercer lugar más sagrado para los primeros (por detrás de la Meca y la Medina) y el primero para los segundos. Un territorio bajo custodia de Jordania, pero controlado por Israel, que alberga la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa y en el que sólo está permitido el rezo islámico. Para unos (musulmanes), el lugar en el que se halla la roca desde la que el profeta Mahoma ascendió al cielo, y para otros (judíos), el centro del mundo donde Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac.
Allí arriba, sólo los musulmanes pueden acceder al interior de los dos edificios, pero contemplarlos por fuera supone toda una experiencia. Los 80 kilos de oro que cubren la cúpula y que fueron obra del difunto rey Husein de Jordania, así como los jardines o la enorme mezquita para 5.000 fieles merecen un paseo y una fotografía.
Kotel
Al lado de la única entrada por la que pueden subir los no musulmanes a la explanada se encuentra el Muro de las Lamentaciones, o como ellos lo llaman, el Kotel. Muchos son los que no entienden la decisión de traducirlo cuando, tal y como ellos mismos aseguran, nadie traduce la Torre Eiffel (París) o el Big Ben (Londres). Así que una manera de ganárselos desde el primer momento es llamar Kotel a este lugar sagrado. En su día, un muro de contención alrededor de la explanada de las mezquitas, donde en la época de Herodes se erigía el Segundo Templo; y ahora, un lugar inolvidable en la visita a Jerusalén.
Más allá de la religión que se profese, esta zona es una de las más asombrosas de la ciudad. Está abierto las 24 horas del día y se permite el acceso a todas las religiones. Hombres y mujeres separados por una valla, ya que a los judíos ultraortodoxos les molesta escuchar rezar a las mujeres, convierten la oración en un momento indescriptible. Y, sobre todo, los viernes al anochecer, cuando comienza el sabbat. Miles de personas llegan hasta allí para celebrar su día sagrado (de la tarde del viernes a la del sábado) y brindan a los visitantes bailes, rezos y una noche muy especial.
Cuatro barrios
Estos tres lugares son, sin duda, los más emblemáticos, pero Jerusalén es muchísimo más. Ocho puertas rodean la muralla que alberga la Ciudad Vieja. Una de ellas, la Dorada, sellada desde 1541 por Solimán el Magnífico para impedir el acceso del Mesías en el Juicio Final. En su interior, los cuatro barrios que conforman el casco histórico (musulmán, judío, cristiano y armenio). Muy bien definidos y claramente reconocibles cuando se pasa de uno a otro. El judío, por ejemplo, es el más nuevo y mejor cuidado. En el musulmán, por su parte, viven actualmente unas 800 personas judías en casas señalizadas con la bandera de Israel y que cuentan con seguridad pagada por el Estado. Para muchos, esto no deja de ser otra manera de provocación y una forma más de ocupación; para ellos, es la promesa que dio Dios a Abraham de que esa tierra sería para los judíos. De hecho, existen fundaciones que recopilan dinero para poder seguir comprando esas casas y cumplir con el mandato.
Vía Dolorosa
Atravesando la ciudad se puede recorrer la Vía Dolorosa, aproximadamente un kilómetro por donde pasó Jesús con la cruz antes de morir y en el que están señaladas las 14 estaciones del Vía Crucis (lugares en los que le ocurrió algún hecho relevante a Jesús en ese momento). Un paseo que ahora, en muchas zonas, está lleno de tiendas, pero que transporta al que lo atraviesa a una época pasada. Como todo Jerusalén, la verdad. Una ciudad abierta fuera de la muralla, que se extiende más allá del centro por zonas en las que niños, jóvenes y adultos disfrutan de su día a día, pero que contrasta enormemente con esa mentalidad de lucha y disputa de un territorio, que se alarga durante siglos y que no tiene ninguna intención de acabar.