ÁNGEL M. GREGORIS.- Ni superhéroes, ni superpoderes ni supercoches que vuelan. Joker va mucho más allá. Joker muestra al espectador una sociedad podrida, que maltrata al débil y ensalza al maltratador. Joker es de esas películas que encogen el corazón durante 122 minutos a quien la ve y que cuando se abandona la sala te hace recapacitar.
Ambientada en los años 80, cuenta la historia de Arthur Fleck, un hombre de mediana edad que trabaja de payaso y vive con su madre en la ciudad de Gotham. El maquillaje y la peluca que ocultan su rostro no hacen más que esconder una realidad que nadie ve. Fleck sufre una enfermedad neurológica que le hace reírse en los peores y más inoportunos momentos. Además, también padece un trastorno mental, del que no se especifica el nombre, que va marcando el ritmo del filme.
Interpretado por un magistral Joaquin Phoenix, Joker se convierte en una de las películas más importantes de los últimos años. El abismo de un hombre enfermo, que no cuenta con la ayuda necesaria y al que el mundo va guiando hacia una deriva sin freno.
Premios
Phoenix, que se mete en el papel de su vida y que, sin duda, recibirá el Oscar y todos los premios a los que le nominen. El estadounidense tuvo que pasar por una transformación física grandiosa para dar vida al villano. Un villano que se desnuda en cuerpo y alma por primera vez en la gran pantalla para contar su historia.
Porque sí, mucho más peligrosas que su pistola son todas las risas que se escuchan en la sala cuando la gente se burla del personaje durante el filme. Una reacción espontánea y supuestamente inocente del público que no hace más que demostrar que la falta de educación y empatía a la que se enfrenta Arthur Fleck en la película está muy latente también en la sociedad actual.
Y es que ya lo dice el propio Joker en una de las frases más importantes del guion: “Lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras”. Y no, señoras y señores, no hay que esperar que ellos se comporten como si no existiese el diagnóstico, sino que somos el resto los que debemos aprender que existen los trastornos mentales y que en 2019 siguen estando enormemente estigmatizados. Joker es una enseñanza continua. Dos horas durísimas, pero imprescindibles para entender y, sobre todo, para pensar.