MIRIAM OLIVAS.- Unos 12 años antes de que su marido fuera diagnosticado con párkinson, Joy Milne empezó a percibir que su olor corporal había cambiado. Ella, enfermera de profesión, no le encontraba explicación a este cambio, la agudeza olfativa que había desarrollado desde que era una niña no le dejaba pasar por alto este -para él- insignificante detalle. “Olía como a madera o almizcle”, ha declarado en varios medios de comunicación.

Según la enfermera, ese olor se quedaba pegado a la ropa, a las sillas, a la cama…Pensaba que era cuestión de higiene, quizás de sudor o, tal vez, del trabajo de Leslie. Anestesista, se pasaba horas y horas en el quirófano con una completa vocación. Pero no fue nada de eso.

Años más tarde, le diagnosticaron la enfermedad que acabaría con su vida, una dura situación que le hizo ir perdiendo lentamente el control de su mente y cuerpo. Milne fue testigo de ello. Se dio cuenta que el olor que percibía era el de la enfermedad cuando se encontró con otros enfermos de párkinson que olían como su marido. La enfermera entendió que ese olor era el que había estado percibiendo durante años.

Este es el olor que más conoce, pero no el único. Su profesión como enfermera le ha hecho oler otras muchas enfermedades. Pero ¿esto es posible? Así lo dice la ciencia; las enfermedades que afectan al metabolismo modifican el olor. Hay diversidad de enfermedades con olores particulares: la diabetes a manzana podrida, el tifus a pan horneado, la fiebre amarilla a carnicería…

Milne sintió que tenía que hacer algo con esto que le sucedía, quizás podía ayudar a personas, quizás la enfermedad podría diagnosticarse en etapas tempranas a través del olfato y no cuándo ya era irreversible. Decidida, en una conferencia sobre párkinson le comentó esta capacidad particular a Tilo Kunath, jefe de equipo en el Centro de Medicina Regenerativa de la Universidad de Edimburgo. No la creyó.

Un test que detecta el Parkinson en dos minutos

Meses más tarde, la enfermera recibió su llamada y fue citada en la Universidad de Edimburgo para hacer un experimento con olores impregnados en camisetas. Le dieron 12: seis de pacientes de párkinson y seis de personas sanas. Milne acertó el 92% salvo una. Meses más tarde, esa persona que no tenía la enfermedad aún fue diagnosticada. El acierto fue total, además de predictivo.

Ahora, Milne colabora con el laboratorio de Perdita Barran, una química que analiza moléculas olorosas. En 2015, la revista American Chemical Society publicó un estudio en el que se demostraba que el olor del párkinson tenía una firma molecular propia. Una de sus autoras era Joy Milne.

Desde entonces trabajan para que la enfermera identifique el olor del párkinson a través del sebo de la piel. El plan es crear un test de párkinson con una duración de dos minutos, parecido al de embarazo. Un bastoncillo se frotará por la espalda del paciente y una ‘nariz electrónica’ revelará el resultado. Algo que de concretarse será un avance importante y que servirá para diagnosticar precozmente una enfermedad que afecta a más de 6 millones de personas en el mundo y que es irreversible.

Los de científicos de la Universidad de Manchester siguen investigando para que esto suceda y la fecha prevista para este lanzamiento sería 2022.