ÁNGEL M. GREGORIS.- Madres, hijas, amigas, novias, amantes… Mujeres. Así es Julieta, el último film de Pedro Almodóvar, que trae de vuelta la faceta más dramática del director. Esa que el cineasta llevaba sin explotar desde el año 2009 con Los abrazos rotos y que se le da tan bien.
La expectación era máxima. En primer lugar, porque Almodóvar volvía a su género fetiche tras flirtear con mejor o peor suerte con la comedia en Los amantes pasajeros. En segundo, porque se enfrenta en estos momentos a una crisis de reputación tras haberse hecho público que aparece su nombre en los Papeles de Panamá. Una gran piedra en el camino que le hizo suspender parte de la promoción y que, sin ninguna duda, le ha pasado factura, convirtiendo a Julieta en el peor estreno del director, en cuanto a recaudación se refiere.
Dejando atrás sus desavenencias con el fisco, que tendrá que resolver a su debido momento, Almodóvar vuelve a cumplir y nos muestra en 90 minutos una desgarradora historia de amor. Pero no un amor de pareja, que también, sino un amor maternal. Ese amor que sólo sienten las madres por sus hijos y que si ven desvanecerse, pueden llegar a perder los nervios. Y sí, todos sabemos que las mujeres al borde de un ataque de nervios es lo que más le gusta al manchego.
En esta ocasión, son dos las mujeres que interpretan a un mismo personaje. Dos actrices reputadas (Adriana Ugarte y Emma Suárez) que se estrenan como chicas Almodóvar y que lo bordan. Las dos son Julieta, durante su juventud y su edad adulta.
Los actos de una marcarán el destino de la otra. Esa transición, entre la alocada lozanía y la triste madurez que vive la protagonista, consigue meterse al espectador en el bolsillo desde el principio. Bien es cierto que en algunos momentos de la película la trama puede resultar algo lenta, pero las actuaciones de estas y del resto del elenco hacen brillar a un largometraje que sin ser lo mejor de Almodóvar, cumple con las expectativas.
Y para aquellos seguidores de toda la vida, entre tantas caras nuevas (Suárez, Ugarte, Inma Cuesta, Michelle Jenner…) destaca Rossy de Palma, veterana “chica Almodóvar”, que ha participado hasta en siete películas del director y en esta ocasión interpreta a Marian, una asistenta del hogar que más queriendo que sin querer tiene mucho que ver con el rumbo que toman las cosas durante la vida de Julieta.
En definitiva, Julieta, sin ser un drama desbocado, emociona y nos hace reflexionar cuando se recuerda. Y se piensa. Sobre todo en las madres.