ANA MUÑOZ.- El cáncer gástrico es, según datos de Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el quinto tumor maligno más frecuente en el mundo. Es dos veces más frecuente en varones que en mujeres y el riesgo de desarrollarlo aumenta a partir de los 50 años. Aunque está relacionado con toda una serie de factores genéticos, tóxicos y diéteticos, a día de hoy la infección por Helicobacter pylori es el principal elemento de riesgo para desarrollar un cáncer gástrico. Por eso, su prevención adquiere gran importancia, incidiendo en los factores dietéticos, que son susceptibles de abordaje desde Atención Primaria.
Un estudio recientemente publicado en la revista ROL revela que los factores dietéticos que pueden incrementar el riesgo de cáncer gástrico son el consumo elevado de sal, alimentos salados, ahumados o escabechados, grasas saturadas, carnes rojas y procesadas. En cambio, el consumo de frutas y verduras sería un factor protector. Al ser factores modificables sobre los que se puede incidir, es fundamental el papel de la enfermería, ya que desde Atención Primaria se pueden llevar a cabo medidas preventivas, promoviendo la educación para la salud enfocada a unos estilos de vida saludables. Es la conclusión a la que ha llegado Raquel Martín, enfermera en Calzadas Policlínica de Burgos y autora principal del estudio.
Resistencia al tratamiento
Lo que motivó a esta enfermera a investigar sobre la bacteria Helicobacter pylori fue que «su incidencia supera ampliamente el 50% de la población y cada vez opone más resistencia al tratamiento. Este me parecía un dato inquietante, especialmente si tenemos en cuenta que en recientes estudios se recoge un descenso en la tasa de erradicación por debajo del 80% en el caso de la triple terapia (Claritromicina, Amoxicilina y un IBP), la más ampliamente utilizada en España», explica Martín a Diarioenfermero.es. Por eso, quiso abordar la erradicación de la bacteria «desde otro ámbito que no fuera exclusivamente farmacológico y desde el que otros profesionales enfermeros pudiéramos contribuir a la disminución de los síntomas en estos pacientes». Uno de los problemas que afrontó durante su investigación fue «la escasa evidencia científica que existe en relación a la resistencia al tratamiento antibiótico, lo que dificulta enormemente su erradicación, prolongando la infección y agravando los síntomas».
Martín explica que a menudo, cuando el paciente diagnosticado de Helicobacter pylori no responde al tratamiento antibiótico, «teme que no se pueda erradicar nunca la bacteria y puede llegar a presentar cuadros de ansiedad. Abordar la infección desde un enfoque nutricional nos permite complementar la acción farmacológica y eliminar la dispepsia tan frecuente en estos pacientes. Además, permite que la persona tenga un papel activo en su proceso de curación, lo que le procura un mayor bienestar y motivación a lo largo del proceso».
Cambios progresivos
La clave está en promover pautas nutricionales que los pacientes puedan incorporar de forma progresiva a sus hábitos. «De lo contrario -explica la enfermera- podríamos conseguir el efecto contrario, la desmotivación y finalmente el fracaso del tratamiento». Se trata de que el propio paciente experimente los beneficios que estos cambios le reportan y cómo su organismo responde a ellos. En palabras de Martín, «se trata de medidas sencillas, coherentes con los principios de una alimentación sana y equilibrada que contribuyen, entre otras muchas cosas, tanto a la inhibición de la colonización de la bacteria como a la prevención del cáncer gástrico».
No obstante, y aunque diversos estudios coinciden en la eficacia de la dieta como prevención del desarrollo de cáncer gástrico, «las evidencias clínicas todavía no resultan definitivas y suficientes, por lo que es fundamental seguir avanzando en la investigación para la prevención y mejora de los tratamientos en pacientes con Helicobacter pylori», concluye Martín.