ÁNGEL M. GREGORIS.- Cuenta la leyenda que en el número 8 de la calle Arenal, de Madrid, vivía el Ratón Pérez. En una caja de galletas en la confitería Prast este minúsculo personaje tenía su mágica casa. Una casa en la que almacenaba los dientes de leche de todos los niños y que sólo el rey Bubi I pudo ver en persona. Así se explica en el cuento que Luis Coloma escribió para Alfonso XIII por petición de la reina regente María Cristina de Habsburgo y cuya obra manuscrita se conserva en la cámara acorazada de la biblioteca del Palacio Real de Madrid.

Como homenaje y para acercar a la población esta maravillosa historia, hace ya 11 años que abrió en la capital la Casita-Museo del ratón. Una réplica del verdadero hogar de la familia Pérez, pero accesible a todos los humanos para conocer más de cerca cómo y dónde vivían él junto a su esposa Katalina y sus hijos Adelaida, Elvira y Adolfito. En 2012 se ampliaron las instalaciones y a día de hoy se realizan visitas guiadas muy recomendables tanto para niños como para adultos.

Diente y buzón

Entre lo más alucinante, la muestra expone el diente de Bubi, así como el buzón en el que Pérez recibe las cartas de los pequeños porque, aparte de dientes, al Ratoncito le encanta que los niños le escriban. De hecho, en algunas de las visitas es posible escucharle entre los sobres. Mucho más difícil es verle, aunque los más inocentes lo intentan por todos los medios. Durante la visita, además de conocer la historia muy de cerca, también se puede atravesar un túnel pasadizo que lleva hasta el despacho del ratón. Un paseo breve, pero muy interesante, que termina, como no puede ser de otra forma, en la tienda de recuerdos donde se pueden encontrar diferentes detalles o souvenirs, así como el libro en el que se basa la historia.

Tan importante es la historia que el propio Ayuntamiento de Madrid quiso poner una placa que certificase que, realmente, allí estaba la casa. Ahora, la pastelería en la que se refugiaba el ratón ya no existe y se ha convertido en una galería con distintos comercios. El lugar ya no es tan idílico, pero la leyenda sigue viva.