ALICIA ALMENDROS.- La alergia suele estar asociada a la primavera. En cambio, la alergia a los alimentos no entiende de estaciones y existe todo el año. Pero, ¿por qué se produce? “La alergia a los alimentos se produce principalmente por una respuesta alterada del sistema inmunitario a un alimento determinado”, expone Patricia González, enfermera de la Consulta de Alergias Pediátricas del Hospital Gregorio Marañón. Esta consulta funciona desde hace 40 años, y la enfermería tiene un papel relevante para que estos pequeños mantengan una buena alimentación en sus primeros años de vida. “Nuestro trabajo es bastante importante porque tanto el paciente como los padres necesitan a alguien que les tranquilice y en quién confiar. En muchas ocasiones llegan a nuestra consulta agobiados con un momento de datos y expectativas y nosotras, además de atenderles, les dedicamos nuestro tiempo, les calmamos y explicamos”, explica Teresa Pérez, enfermera de la consulta.

Estas enfermeras quieren dejar claro que alergia e intolerancia no es lo mismo, “de hecho la palabra intolerancia no está del todo bien dicha”,
resalta la enfermera María Dolores López. “Debemos hablar de dos tipos de alergia. La que todos conocemos está mediada por inmonoglubina E y suele producir una sintomatología llamativa. Y la que todo el mundo conoce como intolerancia, es una alergia no mediada que no se percibe en un análisis de sangre o que las pruebas cutáneas dan negativo, pero sí tienen síntomas a más largo plazo como dolor abdominal, vómitos, náuseas…”, comenta López. La edad de los pacientes que acuden a la consulta de alergias pediátrica varía mucho, ya que pueden empezar desde bebés con una
fórmula adaptada hasta que se van a la consulta de adultos con 17 años.

Casi todo el mundo tiene conocidos alérgicos al marisco, al trigo o a los frutos secos,por ejemplo. En cambio, tanto la leche de vaca como el huevo son los dos principales alimentos que causan alergia durante la primera infancia. Este es el caso de Valeria. Desde que nació su madre le daba leche materna, “pero al incorporarme al trabajo probamos a darle un biberón de leche artificial y fue ahí cuando surgió la primera reacción”, expone Luz Vals, madre de esta niña alérgica. Tras acudir a urgencias le diagnosticaron una alergia a la leche de vaca. Una vez al año hemos estado viniendo a la unidad de Alergología hasta que nos propusieron lo del programa de inducción y la verdad que estamos muy contentos”, añade Vals. Valeria acude semanalmente a la consulta donde se le aumenta la dosis de leche que tiene que consumir, y asegura estar muy contenta, “me hace mucha ilusión empezar a tomar leche porque me encanta probar cosas”.

Desensibilización

Aunque normalmente los niños alcanzan la tolerancia de forma espontánea antes de los cinco años, muchos otros necesitan acudir a consulta para superar esa alergia. “Antes de someter al pequeño a ningún proceso esperamos a ver si lo tolera de manera espontánea. En los primeros años se hacen revisiones en las que les repetimos una prueba cutánea, analítica y hacemos una provocación. En caso de que lo tolere de forma natural se va con el alimento a casa y se incorpora a su dieta habitual. Pero si llegado a una edad no lo han superado, los niños entran en el programa de inducción de tolerancia o inmunoterapia oral”, argumenta González.

El proceso

El primer paso es citar a los pequeños todos los días de la con el fin de empezar con degluciones del alimento e ir aumentando cada media hora esas concentraciones hasta conseguir que al final de la semana el niño se vaya casa y los padres puedan manejar una dosis del alimento en casa. “A  partir de ese momento, los niños se van a casa y lo toman durante toda la semana, y vienen a consulta un día sólo. Aprovechamos para consultar si ha habido algún síntoma o problema, revisamos que no ha tenido erupciones cutáneas y aumentamos de nuevo la dosis. La primera toma la realiza en consulta y dejamos que el pequeño se quede en el hospital un mínimo de dos horas para observar los síntomas. Si todo va bien se va a casa una semana más, y así progresivamente”, explica la enfermera. El tiempo de duración de la desensibilización suele ser 16 o 18 semanas, “pero al final cada niño marca su pauta y su tiempo”.