RAQUEL GONZÁLEZ.- Unos 400 millones de personas padecen incontinencia urinaria en todo el mundo, 6 millones si hablamos de España; un problema creciente con un gran impacto en términos de calidad de vida. Aunque es más frecuente en la mujer y se asocia fundamentalmente con el embarazo y el envejecimiento, la incontinencia puede afectar a ambos sexos en cualquier etapa de la vida. De hecho, según datos presentados en el marco del Global Forum of Incontinence, que estos días se celebra en Roma, 1 de cada 4 hombres sufrirá este problema a partir de los 40 años de edad.

Al encuentro, organizado por la compañía sueca Essity, han asistido más de 300 expertos de 30 países para compartir experiencias y conocimientos en este campo. Su objetivo: avanzar en el manejo y cuidado de estos pacientes.

Ocultar el problema

Como ha puesto de manifiesto el profesor Ian Milson, del Centro para la Investigación en Continencia de Gotemburgo, “aproximadamente la mitad de las personas afectadas por incontinencia oculta este problema e incluso considera que es algo propio del envejecimiento y decide resignarse”. Detrás, casi siempre, se encuentra la vergüenza y el estigma que supone para ellos convivir con una situación que afecta a su higiene personal diaria y condiciona su vida familiar, social, profesional e incluso a su esfera más íntima. Las consecuencias, en muchos casos, son la baja autoestima, el aislamiento y la depresión.

El hecho de no consultar con el profesional sanitario adecuado conlleva el que estos pacientes recurran a métodos de lo más variopinto que no sólo no son efectivos sino que pueden incluso ser contraproducentes. Esto es así, han subrayado, sobre todo en el caso de los varones, que llegan a utilizar papel higiénico como absorbente e incluso preservativos para contener las fugas.

Los cuidados

Por su parte, Adrian Wagg, profesor de Envejecimiento Activo en la Universidad de Alberta, ha puesto el acento en la importancia de los cuidados en el momento actual: “tenemos una población cada vez más envejecida. Sin embargo, nuestros sistemas de salud están construidos para ocuparse de la gente joven, con una vida floreciente ante sí, pero no son estos los pacientes que llaman a nuestra puerta porque son las personas mayores las que requieren los cuidados y ahí enfermería desempeña un papel fundamental”.

Para este experto, tres “ies” marcan el paso del tiempo: incontinencia, inestabilidad e inmovilidad. Hablar de incontinencia en las personas mayores conlleva hablar de estos tres conceptos que están, ha explicado Adrian Wagg, estrechamente relacionados y es que “las personas mayores que padecen incontinencia viven su día a día pendientes de tener un baño cerca. Pero es que, además, cuando les llega la urgencia, deben ir rápidamente a ese baño y no son capaces de centrar su atención en nada más. Si a esto le añadimos que suelen tener movilidad reducida y presentan un cierto grado de inestabilidad nos encontramos conque muchos de ellos sufren caídas en el camino, con el riesgo de fractura que eso supone a estas edades. Si finalmente han llegado y hablamos de un baño público, posiblemente tengan que esperar colas”.

Residencias de mayores

Por su parte, la enfermera australiana Joan Ostaszkiewicz, de la Universidad de Deakin, ha puesto el acento en el cuidado de las personas con incontinencia urinaria que viven en las residencias de ancianos. “Son muchos los mayores que llegan a estos centros ya con incontinencia y otros los que la van a padecer estando ingresados. Es importante que los profesionales cuidemos adecuadamente a estos pacientes y para ello es clave tener una adecuada formación”, ha explicado. De un lado, ha insistido en el conocimiento y manejo de los productos absorbentes y dispositivos para la incontinencia: “No hay un producto que sirva para todos, debemos individualizar cada caso”, ha insistido.

Asimismo, ha abogado por la dignidad de estos pacientes y en que para ello es importante la relación que existe entre el enfermo y el profesional sanitario que le atiende, por ejemplo, en el modo en el que le cambia o le ayuda a cambiarse el pañal. En estos centros, ha criticado, “muchas veces, la falta de personal impide que estas personas sean atendidas adecuadamente y con dignidad”. Y es que, ha explicado, el tiempo que requiere el cambio de un pañal puede oscilar entre 5 minutos y casi 40, dependiendo del grado de discapacidad y movilidad del anciano.

Romper el silencio para mejorar el cuidado

Durante el encuentro, se ha destacado la cercanía de enfermería con el paciente, esencial para que hable de su problema y de esta forma poder ayudarle. Como ha explicado Pilar Fernández, vicepresidenta del Consejo General de Enfermería y presente en este encuentro como parte de la delegación española, “enfermería es el profesional sanitario responsable de los cuidados del paciente y, en estos momentos, en los que el envejecimiento de la población y la cronicidad están marcando las líneas estratégicas de nuestro sistema sanitario, enfermería tiene un papel cada vez más relevante. En el caso del paciente con incontinencia, las enfermeras que manejan estos pacientes contribuyen significativamente a mejorar su calidad de vida y a romper con ese aislamiento y pérdida de autoestima, pero para ello es fundamental que se hable del problema. La enfermera es el profesional sanitario más cercano al paciente y eso facilita la detección y el adecuado tratamiento”.

Por su parte, Manuel Esteban, presidente de la Asociación Española de Urología, ha hecho hincapié también en el papel de la enfermería: “la enfermera debe ser parte del equipo multidisciplinar que maneja estos pacientes. Su labor es clave no sólo en el cuidado sino también el diagnóstico e incluso en la prevención, fundamentalmente en el caso de las mujeres embarazadas para, una vez den a luz, realicen los ejercicios de recuperación del suelo pélvico adecuados. También la educación que llevan a cabo en cuanto a hábitos de vida para prevenir y mejorar la incontinencia es muy importante”.