ÁNGEL M. GREGORIS.- Joan Pons vive desde hace 20 años en el Reino Unido, trabaja como enfermero gestor en el Hospital de Sheffield y ahora, con la crisis sanitaria del coronavirus, ha pasado a la primera línea de la lucha contra el COVID-19, en la Unidad de Cuidados Intensivos.

Allí, el primer ministro, Boris Johnson, no ha pedido el confinamiento de la población hasta hace unos días. De hecho, su primera postura fue “sacrificar a las personas para salvar la economía del país”. Tras comprobar su error, ha dado marcha atrás con esta decisión y ha pasado a adoptar las medidas del resto de países no solo de Europa, sino del resto del mundo. Una decisión que, tal y como expone Pons, llega tarde. Así está viviendo él toda esta situación y el avance de la enfermedad en el país:

“Estoy preocupado porque el Gobierno parece tener sus propias teorías y ha tardado muchísimo en ordenar que la gente se quedase en casa. La gente encima no lo entiende. En vez de quedarse en casa, el viernes que lo dijo, salieron todos a celebrar y hacer ‘la última cena’.

Estoy muy preocupado también porque en los últimos 10 años se ha hecho mucho daño a la sanidad pública, los servicios están bajo mínimos y hay una falta de personal sanitario increíble. Ahora quieren deshacer en tres semanas el mal que se ha hecho en una década. Han pedido ayuda a los estudiantes y a personas jubiladas, pero una cosa es el número de personas que consigan y otra es que se puedan dar unos buenos cuidados de enfermería en una crisis como esta.

Lo que más se necesita ahora son cuidados intensivos y aquí están bajo mínimos. Estoy orgulloso de estar en primera línea, pero estoy viendo lo que pasa en otros países, que mueren profesionales y veo que estar en contacto con estos pacientes nos da muchas papeletas para tener la enfermedad. Esta última semana hemos convertido una planta del hospital en camas de UCI y cuando miré al fondo y vi todas las camas, sentí el impacto del coronavirus porque ahora estaban vacías, pero en unos días estarán llenas. Nos da impotencia estar preparándonos para lo peor y es que mucha gente va a morir.

Por eso estoy muy frustrado, porque parte de esa gente se ha saltado los consejos y ha hecho vida normal. No entienden que el coronavirus no es un simulacro, es real y la gente se está muriendo.

El coronavirus apareció en China en diciembre y en estos tres meses y medio no ha hecho nada el Gobierno, ha estado más preocupado del brexit y de la política.

Lo más duro de esto es mirar a estas personas y saber que algunas no van a sobrevivir, atenderlos mientras que ves que se van deteriorando. Y, además, es muy duro pensar que muchos de ellos no estarían en esa situación si la gente se lo hubiese tomado en serio. La gente debe quedarse en casa. Estamos viviendo unos tiempos que nunca habíamos vivido y lo estamos haciendo lo mejor que podemos.

Esta crisis pasará, claro que lo superaremos. Además, en los últimos años la sociedad había empezado a perder la humanidad y ahora podemos reconectar con ella. Yo, por ejemplo, con mis padres que viven en España hablaba una vez cada dos semanas o incluso al mes. Ahora nuestras conversaciones son más humanas, hablamos más de sentimientos. En general, las divisiones que separaban al mundo están cayendo. Saldremos de esta y saldremos más unidos”.

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