GEMA ROMERO.- Cada año se diagnostican en Europa unos 400.000 nuevos casos de epilepsia–unos 20.000 en España- con un retraso en el diagnóstico, según la Sociedad Española de Neurología, de hasta 10 años. Retraso que ahora se va a ver agravado por la pandemia de Covid-19, tal y como han señalado con motivo del Día Nacional de la Epilepsia que se celebra hoy domingo.
Como explica María Palanca, enfermera de neurología en el Hospital La Fe de Valencia y tesorera de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica (SEDENE), con la pandemia “hemos tenido que cerrar las unidades y dedicarnos a tratar a pacientes COVID, hemos tenido que cambiar nuestra tarea habitual por atender la pandemia”. En su hospital han mantenido las consultas externas de manera telemática: “se llamaba a los pacientes por teléfono el día que tenía su cita programada, sin cambiarla y se hacía de forma telefónica, también se abrió una cuenta de correo que se facilitó a los pacientes para que si tenían algún problema pudieran contactar con los profesionales de manera más o menos urgente, por si tenían algún problema. Desde consultas externas siempre hemos estado al teléfono”, señala en declaraciones a DiarioEnfermero.es.
Sin embargo, lo que no se ha hecho es tratar a pacientes nuevos. “Las primeras visitas son presenciales, esas no se pueden hacer por teléfono, porque no conoces al enfermo, así que sólo se pueden hacer de forma presencial, algo que no se ha estado haciendo hasta ahora. En el punto álgido de la pandemia todo eso se paralizó”, subraya, lo que viene a complicar el retraso tanto en el diagnóstico como en el tratamiento, que ya de por sí puede llegar a los 10 años. No solo porque el número de diagnósticos falsos positivos en esta enfermedad es sorprendentemente alto -podría llegar hasta al 18%- sino que aún hay un porcentaje importante de pacientes sin diagnosticar, principalmente porque hasta un 25% de las crisis puedan pasar inadvertidas tanto por los pacientes como por sus familiares.
Reapertura
En Valencia, por ejemplo,” la lista de espera está alrededor de los 6-9 meses y ahora esa lista ha sufrido ahora una demora. Ese es ahora el mayor agravante”, subraya María Palanca. “Hace 3 semanas volvimos a abrir la unidad de monitorización y a empezar a citar pacientes de manera programada para hacer las pruebas de valoración de epilepsia, pero hemos cambiado un poco nuestra dinámica de trabajo: seleccionamos a nuestros pacientes con criterios de ingreso de aquellos que tienen menos riesgo de ingresar en un hospital. Que no sean muy mayores, que no tengan patologías asociadas. En principio, también hemos empezado por los que estaban en la provincia de Valencia, por facilitar la movilidad y que no tuvieran problemas para acudir al hospital y luego también antes de ingresarlos les hacemos una PCR para comprobar que no tienen el coronavirus”, explica esta enfermera.
Sin embargo, “la vuelta a la normalidad va a costar, porque las instrucciones que tenemos en el hospital es que tampoco podemos ocupar al 100% las camas. Tenemos cuatro camas para monitorización y tenemos que dar una libre, no podemos tenerlas todas ocupadas, por si hay un rebrote tener disponibilidad de camas en el hospital. Tenemos que bajar la lista de espera, pero no al ritmo que nosotros tenemos capacidad para bajarla, así que va a costar recuperar el ritmo y, sobre todo, vamos a bajar la lista de espera más lentamente de lo que nos gustaría, porque los pacientes siguen entrando al ritmo habitual Va a constar volver a la normalidad, no sabría el tiempo, pero va a costar”, señala.
Consejos durante la pandemia
“Durante este tiempo hemos visto que el COVID no afecta especialmente a esta patología, no la agrava, pero sí es cierto que son pacientes que deben vigilar especialmente el tema de la fiebre, porque la subida de temperatura les puede afectar más, porque están las convulsiones febriles que en estos pacientes son más sensibles a tener crisis con esa subida de temperatura”, subraya.
Al margen de esta precaución especial, han debido seguir las recomendaciones igual que cualquier paciente crónico: “que no dejaran de tomar su medicación bajo ningún concepto, porque además no había ningún tipo de interacción, ni siquiera con el tipo de medicación que se está utilizando como tratamiento para COVID-19, y que siguieran manteniendo las medidas de higiene, el distanciamiento social, etc… y que en caso de tener síntomas tuvieran mucha vigilancia de la fiebre y tomar antitérmicos de manera precoz si empezaban a tener algunas décimas”, concluye Palanca.