EUROPA PRESS.- Dos personas aparentemente dispares físicamente pueden parecerse si se piensa que tienen personalidades similares, según muestra un nuevo estudio realizado por un equipo de psicólogos de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), lo que indica que la percepción de la cara de los demás está distorsionada por cómo se comprende su forma de ser.
Sus conclusiones, que aparecen en la revista ‘Cognition’, revelan que el conocimiento de la personalidad de alguien puede influir en la percepción de la identidad de un rostro y sesgarla hacia identidades no relacionadas. Por ejemplo, si el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el cantante Justin Bieber, un par de rostros entre los muchos analizados en la investigación, tienen personalidades más parecidas en la mente de alguien, entonces también a esta persona le parecen visualmente más parecidos, aunque carezcan de cualquier similitud física.
«Nuestra cara es el portal de los demás hacia nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones», explica el profesor asociado del Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York y autor principal del trabajo, Jonathan Freeman. «Si la percepción de las caras de los demás está sistemáticamente distorsionada por nuestra comprensión previa de su personalidad, como muestran nuestros hallazgos, podría afectar a la forma en que nos comportamos e interactuamos con ellos», asegura.
Los autores añaden que la investigación aporta información a la comprensión científica fundamental de cómo funciona el reconocimiento de caras en el cerebro, sugiriendo que no sólo las señales visuales de una cara, sino también el conocimiento social previo, desempeña un papel activo en la percepción de las caras.
Para comprender mejor cómo las propias percepciones y prejuicios pueden influir en el reconocimiento de los rostros, los investigadores llevaron a cabo una serie de experimentos centrados en las percepciones de personas conocidas: Bieber, Putin, John Travolta, George W. Bush y Ryan Gosling, entre otros. En este sentido, aclararon que se seleccionaron hombres blancos para establecer una línea de base racial y de género en los rostros evaluados.
Los participantes masculinos y femeninos, racial y étnicamente diversos, procedían de ‘Mechanical Turk’ (MTurk), una herramienta en la que se compensa a los individuos por completar pequeñas tareas; se utiliza con frecuencia en la realización de estudios de ciencias del comportamiento.
En general, descubrieron que, cuando un participante creía que dos individuos eran más similares en cuanto a su personalidad, sus rostros eran percibidos como más similares.
Rostros desconocidos
Para aportar pruebas causales, los investigadores determinaron si el efecto se mantenía en individuos con los que nunca se habían encontrado antes. Los participantes vieron imágenes de otros hombres blancos con los que no estaban familiarizados. Si los participantes aprendían que las personalidades de estos individuos eran similares (en lugar de disímiles), sus rostros también se percibían como más similares visualmente.
Los investigadores utilizaron varias técnicas para evaluar cómo se percibían las caras a un nivel menos consciente. Las respuestas de los sujetos se midieron con un innovador software de seguimiento del ratón que Freeman había desarrollado previamente, que utiliza los movimientos de la mano de los individuos para revelar procesos cognitivos inconscientes.
A diferencia de las encuestas o valoraciones, en las que los sujetos pueden alterar conscientemente sus respuestas, esta técnica requiere que los sujetos tomen decisiones en fracciones de segundo, con lo que se descubren tendencias menos conscientes a través de sutiles desviaciones en la trayectoria del movimiento de sus manos al mover el ratón durante los experimentos. También utilizaron una técnica conocida como correlación inversa, que permitió a los investigadores generar imágenes faciales que mostraban cómo los participantes percibían a los demás «en el ojo de la mente».
«Nuestros hallazgos demuestran que la percepción de la identidad facial se rige no solo por los rasgos faciales, como los ojos y la barbilla, sino que también está distorsionada por el conocimiento social que hemos aprendido sobre los demás, sesgando hacia identidades alternativas a pesar de que esas identidades carecen de cualquier parecido físico», concluye Freeman.