ÁNGEL M. GREGORIS.- La Organización Mundial de la Salud junto al Consejo Internacional de Enfermeras, la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Internacional de Servicios Públicos define la violencia laboral como “incidentes en los que el personal sufre abusos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, incluidos los trayectos de ida y vuelta al mismo, que pongan en peligro, implícita o explícitamente, su seguridad, su bienestar o su salud”.

En este sentido, el Consejo General de Enfermería realizó en 2012 un informe sobre las agresiones en el ámbito sanitario, evidenciando que, aunque se observa una ligera disminución del número de agresiones (pasando en tres años del 39% al 33%), los profesionales de enfermería continúan siendo los más agredidos.

Según el estudio “Factores individuales de las enfermeras de salud mental en la presencia de violencia laboral”, publicado en la revista Metas de Enfermería, la exposición reiterada a conductas violentas, ya sean verbales o físicas, provoca un efecto negativo en la salud mental de las enfermeras, disminuyendo así la calidad de los cuidados prestados a los pacientes. Además, de la investigación se desprende que estas agresiones pueden generar alteraciones físicas y mentales en los enfermeros e incluso niveles elevados de bajas médicas.

Información actualizada sobre los factores de riesgo

Los autores, Jorge Quílez y María Teresa Icart, han realizado esta revisión bibliográfica para proporcionar información actualizada sobre los factores de riesgo que influyen en que los enfermeros que desarrollan su actividad en el ámbito de la salud mental sean objeto de conductas violentas por parte de los pacientes ingresados en dichas unidades.

Los factores de riesgo se han clasificado de acuerdo al modelo de Chappell y Di Martino, que establecen que los más relevantes son la apariencia, edad, experiencia, habilidades, salud, temperamento, personalidad, sexo, responsabilidad, actitudes y expectativas.

De todos estos, el sexo y el estado civil son los únicos en los que se observan tendencias, aunque sin llegar a aportar una evidencia clara. En este caso, los profesionales solteros tienden a presentar más incidentes violentos, al igual que las mujeres, que sufren más percances que los hombres. En cuanto a la experiencia laboral, numerosos estudios describen que a más años trabajados hay menos presencia de incidentes. Al igual que la falta de competencia profesional (entendida como la combinación de edad, experiencia laboral y formación), o el no ser especialista en salud mental, son factores generadores de incidentes violentos.

Los enfermeros que trabajen en salud mental han de estar en posesión del título de especialista»

Tras el análisis bibliográfico, los autores destacan que “es fundamental ir más allá de la simple idea de que a mayor presencia de enfermeros menor riesgo y conocer cuál es la relación entre el perfil del profesional enfermero psiquiátrico y la presencia de conductas violentas”. “Los enfermeros que trabajen en salud mental han de estar en posesión del título de especialista, y en caso de no poseerlo, deben realizar una formación previa que los capacite en el manejo o abordaje de pacientes psiquiátricos”, resalta Jorge Quílez. Además, el enfermero destaca la necesidad de garantizar desde las organizaciones el soporte a las víctimas de incidentes violentos, que deben ser tratados aunque los profesionales consideren que lo han superado.

Comunicar las agresiones

Para evitar este tipo de actos, la evidencia confirma que “el profesional de enfermería que sufra cualquier tipo de violencia laboral debe comunicarlo a su mando intermedio y hacer uso de los comunicados internos de incidencias para que la institución tome medidas para prevenir estas situaciones. En esta misma línea, Quílez considera imprescindible generar espacios en los que se puedan trabajar los sentimientos y vivencias de los profesionales en relación con estos temas, pudiendo ofrecer soporte psicológico si se cree necesario.