RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.- La adquisición de malos hábitos en salud en la adolescencia puede prevenirse si se trabaja en educación para la salud desde edades tempranas y en esta tarea las enfermeras escolares son uno de los pilares fundamentales. Bajo esa premisa surge el Programa de Educación para la Salud en Escuelas e Institutos (PESEI), una herramienta que sirve como guía a las enfermeras que trabajan en centros educativos.
Su primera edición, que muchas enfermeras han seguido ya en nuestro país en sus centros educativos, contaba ya ocho años y empezaba a ser el momento de actualizarse. Nos lo cuenta Engracia Soler Pardo, presidenta de la Asociación Catalana de Enfermería y Salud Escolar (ACISE), de la Asociación Científica Española de Enfermería y Salud Escolar (ACEESE) y de la International Association of School Nursers & Health Promotion (ISNA), con motivo, precisamente, de la reciente actualización del Programa.
Impacto
Como subraya Engracia Soler, “la educación para la salud impartida en la escuela desde la primera infancia hasta la adolescencia desarrolla en el niño una poderosa herramienta de conocimientos destinada a generar una cultura de salud que le permitirá adoptar un estilo de vida y unos hábitos saludables”. Además, añade, esto “influye positivamente en su entorno, tanto familiar como comunitario” y recuerda que “los niños y adolescentes de hoy serán los adultos de mañana”.
La salud como asignatura
Para esta enfermera, no cabe duda de los beneficios que supone la implantación de la educación para la salud en las escuelas, una formación que debe darse a modo de asignatura y correr a cargo de las enfermeras, indiscutiblemente, puesto que estas son las profesionales de los cuidados. Y esta debería impartirse no anecdóticamente sino de forma generalizada y homogénea en todo el mundo. Por ello, explica, “esta guía ha sido concebido con una clara vocación internacional de tal forma que pueda adaptarse a cualquier región de cualquier país atendiendo, eso sí, a las características socioculturales del lugar”.
La guía incluye tanto los contenidos de educación para la salud apropiados a cada segmento de edad como la forma en que estos pueden impartirse. Así, se tratan cuestiones como la adopción de hábitos saludables, la prevención de aquellos tóxicos, la prevención de accidentes o las enfermedades de transmisión sexual. “Al igual que en la asignatura de matemáticas los profesores disponen de un temario y una metodología, la enfermera escolar debe contar también con estos recursos”, pone Soler como ejemplo.
Niños, padres y profesores
La asignatura va, efectivamente, dirigida a los niños, pero no de forma exclusiva y se completa también con un programa de soporte para los padres en el que se aconsejan las sesiones y talleres que pueden ayudarles en el cuidado de sus hijos así como otro específico para los profesores que les permita atender mejor el día a día de los alumnos en temas relacionados con la salud.
Precisamente, cuenta Soler, el programa empieza a edades muy tempranas, los 3 años, a petición de los profesores. “Al principio, nos dirigíamos a niños a partir de los 6 o 7 años, pero los docentes, a través de las encuestas de calidad, nos pidieron que lo adelantáramos. Las conductas erráticas en salud empiezan en la adolescencia y cuanto antes se empiece a trabajar más fácil será prevenirlos”, concluye al respecto.
Gestión emocional
A esta guía general, publicada este año, se acompaña otra surgida en pleno 2020 y motivada, precisamente, por la pandemia. “Vimos que era necesario hacer un programa de gestión de las emociones dentro de la educación para la salud”, subraya Soler. En ella, junto a la ACEESE y ACISE ha participado también la SEER (Salut i Educació Emocional) y ha contado con el enfermero escolar Ramiro A. Ortegón Delgadillo, miembro de ACISE y de la dirección general de la SEER, como coordinador además de ser uno de los autores.
En función de la franja de edad, se trabajan distintas categorías: consciencia y autoconocimiento, bienestar y autocuidado, regulación, autonomía y comportamiento social. Así, por ejemplo, en el primer tramo de edad, comprendido de los 3 a los 6 años, se propone empezar a trabajar en cuestiones como la resolución de conflictos, la autoestima y el reconocimiento de las emociones, la higiene y la importancia de la alimentación y el ejercicio físico. En el último tramo, el que va de los 10 a los 12, se incluyen cuestiones como la necesidad de la escucha personal con el desarrollo de la identidad afectivo-sexual, la detección de los signos de alerta de los malos tratos y de hábitos tóxicos o la sexualidad saludable, entre otros.
Ambas guías están disponibles para su descarga en las webs de ACESE y ACISE.