ÁNGEL M. GREGORIS.- Las residencias de ancianos han sido y siguen siendo durante esta crisis sanitaria uno de los lugares más vulnerables al COVID-19. Tal y como recogen los datos facilitados por las comunidades autónomas, los fallecidos en residencias y centros sociosanitarios podrían superar el 70% del total de muertes por coronavirus en España.
Adelantándose a la situación y con el objetivo de prevenir un posible contagio masivo, las Consejerías de Sanidad y Bienestar Social de Castilla-La Mancha pusieron en marcha un plan de emergencia para utilizar nuevos centros sociosanitarios para luchar contra la enfermedad. El enfermero Virgilio Cencerrado fue el encargado de coordinar junto a Antonio Murillo, en el Área Médica, la apertura de la residencia Cristo de Sahúco, de Peñas de San Pedro, que ha acogido durante este tiempo a ancianos positivos de COVID-19 para aislarlos de sus compañeros de otras residencias.
Cencerrado recuerda que montaron en apenas 3 días un hospital de campaña a 30 kilómetros de Albacete y fue todo un éxito. “Lo dotamos de médicos, enfermeras, auxiliares, farmacia… para recibir ancianos infectados de otras residencias y aliviar así la carga asistencial y evitando más contagios”, explica. Él, que hasta ahora se encargaba de dar contenido y material a la web del Hospital de Albacete, recibió una llamada y se puso manos a la obra. Cinco médicos, ocho enfermeras y hasta 30 auxiliares trabajaron durante dos meses para conseguir lo que el mismo Gobierno de la comunidad ha declarado como un caso de éxito. “Llegamos a tener hasta 96 enfermos y en todo este tiempo solo fallecieron 14, de los cuales 7 ya tenían bastantes patologías previas. El personal sanitario no se ha infectado y los protegimos muchísimo”, cuenta. Actualmente, después de coordinar este dispositivo, Virgilio se jubiló, pero es cierto que para él ha sido un orgullo despedirse de su carrera profesional en un momento tan importante y de tantísima necesidad para toda la sanidad no sólo española, sino a nivel mundial.
Uno de los enfermeros que han trabajado durante este periodo de tiempo en la residencia es Carlos Sielva, que ahora echa la vista atrás y considera que al principio fueron días malos, “con mucha incertidumbre, nervios a lo desconocido, tensión, ansiedad, responsabilidad, angustia y, sobre todo, miedo al contagio”. Para él, además del temor de llevar el virus a casa, lo más complicado de esos días fue “que al principio era muy duro ver fallecer a los pacientes, mucho más que llevar el EPI”.
Valores
Hasta ese momento trabajaba en el centro de salud de Chinchilla y un domingo le llamaron y le dijeron que empezaba en la residencia. “Mas que aprender, he reforzado los valores que ya tenía, pues siempre he pensado que trabajar todos a una, en equipo, se pueden conseguir muchas cosas y en este caso ha sido así”, comenta Sielva. Además, sólo tiene palabras de agradecimiento para el coordinador, que “es la mejor persona que me he cruzado a lo largo de mis 13 años de trabajo, humano, servicial, compañero, nos daba los ánimos y fuerzas que necesitábamos en cada momento”.
Ni a él ni a sus compañeros se les olvidarán jamás estos dos meses. Dos meses en los que se han cruzado con las historias de decenas de ancianos que llegaban con miedo y, la mayoría, han salido victoriosos de esta lucha. “Todo eran puestas de agradecimiento. Yo, personalmente, me quedo con una señora que, tras hacer mi turno de 12 horas, subí a despedirme porque le iban a dar el alta y con lágrimas en los ojos me dijo: ‘Me has salvado la vida, trabajáis de blanco porque sois los ángeles de la Tierra. Si me ves por Albacete salúdame porque yo solo te he visto los ojos’”, recuerda.
Gracias a gente como vosotros junto con el equipo del perpertuo, mi madre puede seguir disfrutando de la vida, no os oivdaremos nunca, os llevamos en nuestro corazon.