GEMA ROMERO.- Las agresiones contra los profesionales sanitarios son un grave problema con importantes consecuencias para cualquier sistema sanitario. Sin embargo, su magnitud real ha sido silenciada por los bajos niveles de denuncia que se producen. Por ello, tres enfermeras del Instituto de Investigación Sanitaria La Fe de Valencia han realizado un estudio sobre la “Exposición y percepción de las enfermeras ante la violencia laboral en urgencias”, publicado en la revista ROL de Enfermería en que se demuestra que las enfermeras consideran las agresiones como parte de la jornada laboral.
Su estudio de revisión sistemática pretendía “determinar la exposición de las enfermeras ante diversas conductas violentas de usuarios que acuden a urgencias hospitalarias, describir la percepción que estas profesionales tienen tras el acto hostil, identificar los factores clínicos y organizativos que propician la violencia laboral hacia las enfermeras en este servicio y analizar las estrategias propuestas por ellas para reducir la violencia laboral en urgencias hospitalarias”.
Tras el análisis de 20 estudios publicados entre 2013 y 2018 constataron que las enfermeras sufren altas tasas de violencia laboral en el servicio de urgencias, con diferente incidencia dependiendo de los países, con porcentajes que van desde el 21,8% al 91,4%, siendo Australia el país con mayor número de episodios violentos, y España donde menos agresiones se producen, o se denuncian. En el caso de España las cifras oscilaron entre un 21,8% y un 39%. Entre los factores asociados a la violencia citan “la experiencia laboral menor de 5 años, la juventud y ser mujer”.
La violencia verbal es la agresión más común, siendo también el tipo de delito que menos se denuncia debido a la falta de información y a la dificultad a la hora de rellanar y cursos los informes.
Factores
Para los autores de este estudio “los factores organizativos más comunes que desencadenan actos de violencia son los largos tiempos de espera, el hacinamiento y factores clínicos relacionados con pacientes con afección mental, etilismo y abuso de drogas”. Además, descubrieron que el triaje, las salas de espera y el tratamiento son las zonas donde mayor violencia existe.
Uno de los grandes problemas detectados por Néstor Montoro, María Isabel Mármol y Raimunda Montejano, es que las propias enfermeras “tienen la percepción de que la violencia es inherente a su trabajo”, como si fuese parte de su jornada laboral. Una situación que incrementa el burnout, los sentimientos de ira, depresión, ansiedad, humillación, culpabilidad e impotencia en estas profesionales”.
Entre las medidas que proponen para paliar su incidencia destacan la formación, aumentar las medidas de seguridad y la implicación de los gestores como “claves para paliar o erradicar este problema laboral”, concluyen.