RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.- Ocho de cada diez sanitarios han sufrido algún tipo de agresión en los últimos cinco años. Es el dato más llamativo del estudio sobre agresiones a profesionales sanitarios que acaba de presentar la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, CSIF. El trabajo parte de una encuesta a más de 5000 trabajadores y pone de manifiesto que las mujeres son las profesionales más agredidas mientras que el perfil del agresor suele ser el de un varón y es más habitual que agreda un acompañante que el propio paciente. De todas las profesionales sanitarias, las enfermeras son las que registran un mayor número de agresiones. Y es que, como explica Encarna Abascal Pérez, técnico nacional de CSIF, “los profesionales que con mayor frecuencia son víctimas de una agresión son aquellos que tienen un contacto más directo con el paciente” y estos son, precisamente, las enfermeras.
En cuanto al tipo de agresiones, las verbales son las más frecuentes, 7 de cada 10. Las físicas, por su parte, representan algo más del 10%. El estudio pone de manifiesto que la mitad de estos casos sigue sin denunciarse, a menudo, señalan, porque creen que no va a servir para nada y puede exponerlas aún más personal y profesionalmente. Además, el 70% de los profesionales encuestados ha reconocido que desconocía cómo activar el protocolo de agresiones de su centro de trabajo y el 20% echa en falta más medidas dirigidas a evitar este tipo de situaciones y velar por su seguridad.
De otro lado, según este estudio, el 12% de las profesionales agredidas precisaron apoyo psicológico, un 7% tuvo que acogerse a una baja laboral y un 5% sufrió lesiones físicas.
A la presentación de estos resultados han acudido dos enfermeras que han sufrido agresiones. Ambas han hecho hincapié en el impacto emocional que esto supone: “En mi caso, yo no podía realizar funciones habituales de la vida diaria como abrocharme el pantalón o coger un vaso de agua y eso te hace revivir lo que ha pasado, pero es verdad que de las secuelas físicas te vas recuperando, sin embargo, siempre te queda la carga emocional”. Su compañera, que llegó a sufrir amenazas de muerte, reconoce que la situación le supuso ir “con miedo, mirando a los lados y llamando a familiares y amigos para que me vinieran a buscar y me acompañaran, sobre todo si salía tarde. Vives con bastante miedo”.