ALICIA ALMENDROS.- No son valientes ni cobardes, simplemente tienen un terrible sufrimiento emocional del que no saben cómo escapar. Sólo ven una salida: el suicidio, la muerte. Cada año se suicidan casi un millón de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Es un problema importante en Salud Mental al que debemos dar prioridad en las primeras atenciones”, expone José Sánchez, enfermero de los Servicios de Salud Mental Retiro, del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. Este es uno de los centros sanitarios que cuenta con un programa de prevención del suicidio en nuestro país. “Vimos una necesidad y decidimos poner en marcha un programa específico para dar cobertura a esta problemática”, asegura Sánchez. Así fue como surgió Prisure (Programa de Atención al Riesgo de Suicidio), una iniciativa que tiene como objetivo prevenir, identificar y reducir los factores suicidas aumentando así la supervivencia. “Nos formamos continuamente. De hecho, hemos tenido que ir ajustando el programa a las circunstancias durante este tiempo”, añade Juan Carlos Fernández, enfermero de los Servicios de Salud Mental Retiro.
Trabajo multidisciplinar
La prevención del suicidio se realiza gracias a la labor de varios profesionales. Es un trabajo multidisciplinar “en el que participamos enfermeros, trabajadores sociales, psiquiatras y psicólogos”, comenta Sánchez. Y las enfermeras son la puerta de entrada de estos pacientes. “Nosotros canalizamos la demanda y hacemos los seguimientos semanales durante varios meses. Y al estar en continuo contacto percibimos cualquier problema que les surja”, expone Fernández.
“La idea suicida tiene unos pródromos, que tienen que ver con situaciones de sufrimiento y malestares en la vida diaria, que a veces se verbalizan y que las enfermeras, al estar en relación directa con las personas, las familias y los grupos sociales, tienen una visión profesional altamente cualificada que les hace detectar situaciones y poner en marcha cuidados de apoyo, acompañamiento y discusión de los problemas”, añade Francisco Megías, presidente de la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (Aeesme).
Los pacientes que forman parte de Prisure suelen proceder de la urgencia del hospital, aunque también existen casos de Atención Primaria, Medicina Interna o Psiquiatría. “Si detectan que hay riesgo los mandan aquí, y no suele pasar más de una semana desde que se le da cita hasta que le atendemos. La filosofía de este programa es dar una atención lo más rápida posible”, argumenta Sánchez.
El programa es voluntario y sigue un cronograma de atención. Previamente psiquiatría y psicología hacen una valoración y comprueban si se cumplen los criterios —que tenga un riesgo alto o moderado de suicidio—, se le propone formar parte del programa y firman una especie de “contrato”.
“Deben comprometerse a cumplir 10 o 12 puntos: no suicidarse, acudir a las consultas y facilitarnos el contacto de un familiar o persona de referencia con el que poder comunicar en caso de que sea necesario, entre otros. Si el paciente lo firma y cumple los criterios comenzamos”, explica Sánchez.
Seguimiento
La duración de Prisure es de tres meses, prorrogables en caso de que sea necesario, en los que la enfermería realiza un seguimiento intenso. El primer mes los enfermeros los citan una vez por semana y realizan dos llamadas de teléfono, más una cita con psicólogo o psiquiatra —se suele alternar cada semana con un especialista—, “pero nosotros tenemos contacto con ellos los tres días de la semana mediante cita presencial y contacto telefónico”, argumenta Sánchez. En el segundo eliminan un contacto con enfermería y otro con el médico. Al finalizar los tres meses, “realizamos una nueva valoración y si el paciente pasa los test y observamos que no hay riesgo se le da el alta. Y si, por el contrario, creemos que no está preparado, se prorroga tres meses más”, prosigue Sánchez.
Hasta el momento esta iniciativa está funcionando muy bien. “Diríamos que contamos con un 98% de eficacia. No podemos hablar del 100% porque hemos vivido el suicidio de un paciente desde que existe el programa. Pero es cierto que la labor de equipo y el seguimiento permanente es lo que nos ha hecho detectar variaciones dentro del procedimiento”, comenta Fernández.
“Es importante resaltar los cuidados enfermeros como actividades integrales, porque la enfermera entiende de lo biopsicosocial, cultural y espiritual. Es el profesional más cualificado para estar con las personas en las distintas situaciones de la vida”, afirma Megías.
Programas
A falta de un plan, programa o estrategia propia a nivel estatal, existen iniciativas autonómicas o locales (Navarra, Cataluña, Ourense, Oviedo y Madrid). Javier Jiménez, psicólogo clínico y presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (RedAIPIS), es el autor de varias guías sobre prevención de la Comunidadde Madrid y tras su experiencia en estos años asegura que “la mayoría de los programas suelen ser piloto y apenas abarcan una parte pequeña de la población. Durante años hemos visto cómo varios consejeros han hablado de ampliar este asunto en todos los hospitales y nunca llega ese momento”.
El personal sanitario que cubre este aspecto de la Salud Mental es escaso y a veces sin dedicación en exclusiva a esta importante labor. “Como presidente de RedAIPIS hace un tiempo, intentaba averiguar si la enfermera que se encargaba de la prevención en un hospital madrileño, en el caso que se ausentara por cualquier motivo (reforzar otra especialidad, enfermedad, vacaciones), si otra profesional igual de preparada que ella, se haría cargo de la labor, cosa que no pude constatar. Por tanto, nosotros pedimos que además de añadir la prevención del suicidio en los Planes de Salud Mental, se dote del mínimo personal humano para que la atención sea de calidad”, expone Jiménez.
Tabú
A día de hoy la palabra suicidio sigue siendo un tabú en España. El miedo, la vergüenza o el qué dirán provocan que todavía muchas personas no hablen de este asunto. Y es que hasta hace no mucho —año 1983— se castigaba al suicida y a su familia y no podía ser enterrado o celebrarse una misa por su fallecimiento. “Ha pasado muy poco tiempo de eso y la gente no está concienciada todavía. Hay que hacer campañas publicitarias y preparar a la población sobre la conducta suicida, para evitar así que siga siendo un estigma”, explica Jiménez. Para él, los medios de comunicación son un pilar clave: “son ellos quienes deben hacerse eco de esa problemática”, señala.
Cifras
Sólo en 2016, en España, fallecieron por suicidio 3.569 personas, 10 personas al día, según datos del INE. “Estas cifras están infravaloradas, porque si revisamos las de los anatómicos forenses o los estudios de Medicina Legal, pudiera haber una diferencia de 1.000 suicidios más al año”, comenta Jiménez. Él conoce de cerca cómo se actúa ante un levantamiento de cadáver: “actualmente muchos suicidios pasan por accidente, porque para demostrar que una persona se ha suicidado debe dejar una nota o debe haberlo presenciado alguien y que llegue a conocimiento de la comisión judicial y según los expertos menos del 20% deja nota”. De los cerca de los 3.000 precipitados “accidentales” o 2.000 ahogados que proporcionan los últimos datos del INE, ¿Cuántos no serán suicidios mal clasificados en la tipología de muerte?.
Y si los suicidios consumados están infravalorados, los intentos de suicidio parece que no existen. “No hay un registro claro, incluso hay veces que ha habido un intento y si se atiende en el momento y no van al centro de salud u hospital, o simplemente se despierta en casa tras una ingesta de pastillas, nadie se enterada…”, explica el presidente de RedAIPIS. “La epidemiología está infravalorada respecto a la realidad.
Por eso cuando dicen que España está a la cola en la tasa de suicidios respecto a los países norteuropeos no es cierto. La realidad es que esos países no tienen problemas en reconocer que una persona se ha suicidado y en España intentamos ocultarlo, incluso dentro del entorno familiar”, resalta. A todo esto, hay que sumar que la mayor parte de los seguros de vida no cubre el suicidio y por tanto, las familias evitan hacerlo público.
Causas
Los factores conocidos asociados al suicidio son muy variados, así como las causas que se dan en cada caso. Cada caso, a pesar de compartir ese final tan trágico y doloroso, proviene de historias y circunstancias personales y sociales muy diferentes entre sí, de vivencias que las hace únicas, como a las personas. “Aunque la mayoría de la gente se queda con la historia que provocó un desenlace fatal, el suicidio es multifactorial y multicausal. No hay que equivocarse; una cosa es lo que culmina el acto y otra los problemas que ya tenía la persona”, relata el presidente de RedAIPIS. El trastorno mental, en especial la depresión, las conductas adictivas, el desarraigo social, la soledad, acontecimientos vitales estresantes o la enfermedad crónica que cursa con dolor son factores que están asociados a que pueda existir una probabilidad de suicidio. “El mayor desencadenante son las rupturas de pareja, pero depende de la personalidad de las personas y de cómo se enfrentan a los problemas”, comenta Jiménez.
Los hombres superan a las mujeres en suicidios. En España, se suicidan tres hombres por cada mujer, y Asturias y Galicia son las provincias con un índice más alto de suicidio. Hay diversas formas de suicidio, la más común el ahorcamiento. “Es un método letal y nunca puede pasar por un accidente”, argumenta Jiménez.
Le sigue la precitación o salto al vacío y la ingesta de medicamentos o veneno. Niños y acoso En los últimos meses hemos leído o escuchado en los medios de comunicación cómo el acoso escolar tiene un fatal desenlace para niños. “Estamos ante un número muy elevado de niños afectados. Los profesionales son un elemento clave en la detección de síntomas, así como los padres”, resalta el presidente de Aeesme.