ALICIA ALMENDROS.- Cristina Pablos y su novio fueron de los primeros enfermeros que llegaron a Madrid de otra provincia para echar una mano frente el COVID-19. “Tras haber visto varias publicaciones en Redes Sociales que resultaron ser un bulo, mi pareja, también enfermero, llamó el 14 de marzo directamente al hospital y preguntó. Le confirmaron que necesitaban mucho personal, y tras proporcionarle nuestros datos, nos llamaron a los 5 minutos ofreciéndonos un contrato”, asegura la enfermera. Desde entonces trabaja en la UCI del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid)
El día 15 de marzo ya estaban en Madrid. Lo primero era buscar un alojamiento. “Nos aseguramos tener un sitio donde poder dormir reservando las dos primeras noches en un hostal en el centro de Alcalá de Henares. Al ser de los primeros en venir de fuera, todavía los hoteles y residencias no habían ofrecido tantas facilidades como ahora”, explica. Una vez aterrizados en la capital, “publicamos un tuit para buscar ayuda y lo compartimos por Instagram. Las redes sociales son tan potentes que muchísima gente se volcó para ayudarnos. No ofrecía lo que tenían, incluso sus propias casas, habitaciones para convivir con ellos, etc. Pero, ante todo, tenemos que ser responsables, y aunque vengamos a ayudar a nuestros compañeros de Madrid, no podíamos convivir con personas no sanitarias para ponerlas en riesgo”, añade. Finalmente se alojaron en la Residencia Universitaria CRUSA de la ciudad, “apenas tardamos cuatro minutos en llegar al hospital”.
Más tiempo de lo previsto
En un principio les ofrecieron contrato hasta el 30 de abril, “pero debido a la gravedad de la situación, a lo que se está prolongando y a la cantidad de compañeros que se están dando de baja, nos han informado de que seguramente nos lo prolonguen hasta el 30 de junio”, apunta.
Desde su llegada asegura que cada día es distinto. “Hay días que se hace cuesta arriba ir de nuevo al hospital y volver a ver a pacientes críticos y cada vez más jóvenes; y otros en los que consigo sacar toda la fuerza del mundo e intento ir con la cabeza muy fría para que el impacto psicológico sea más liviano”, resalta.
Tras su experiencia, hay tantas cosas difíciles que no podría quedarse con una sola. “Cada vez hay pacientes más jóvenes ingresados en UCI, y sin patologías previas, y es inevitable acordarte de nuestros padres y amigos… Pero también es muy difícil atender a personas algo más mayores, aunque jóvenes hoy día, y ver que no mejoran por la agresividad del virus”, subraya.
Esto días hemos visto como muchos hospitales han empezado a extubar pacientes, “ese momento se vive con mucha alegría. Es un rayito de luz y esperanza. Nos da la fuerza necesaria para continuar. El saber que, dentro de las limitaciones que tenemos, estamos haciendo bien nuestro trabajo y tiene pequeños frutos reconforta”, afirma.
“Al principio el contagio no me daba miedo, más bien respeto; pero al ver que el virus no hace distinción de edades ni patologías, es inevitable empezar a sentir miedo al ver que personas poco mayores que nosotros, y sin patología previas, están ingresada en UCI. No todo es como lo pintaban los medios de comunicación al principio diciendo que ‘sólo afectaba a personas mayores’. Me siento segura con los EPIs, y además soy de las que se baña los brazos enteros en Sterillium, pero al ser algo que puede estar en el ambiente, no sabemos en qué momento nos podemos contagiar”, resalta.
En la UCI en la que trabaja la gran mayoría están sedoanalgesiados, “además debido a que todos ellos están contagiados, no podemos tener el contacto y la cercanía que ha caracterizado siempre a la enfermería. Pero cuando entramos a los boxes a realizarles el aseo, ponerles medicación, cambiar la fijación del tubo para evitar úlceras, realizarles la higiene bucal, etc, intentamos hablarles y darles la mano para que no se sientan solos, y para que aquellos que están algo más despiertos y nos oyen bien, sientan que estamos con ellos y que les cuidamos”, explica. Para Cristina los aplausos de las 8 le emocionan, “raro es el día que no me brillan los ojos y termino con alguna lágrima fuera. Jamás pensé que las redes sociales pudiesen unir tanto a las personas y causar tanto efecto”, finaliza.
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