ANA MUÑOZ.- Según los datos del Ministerio de Sanidad, cada año se producen en España más de 24.500 paradas cardíacas extrahospitalarias, lo que equivale a una media de una cada 20 minutos, ocasionando cuatro veces más muertes que los accidentes de tráfico. Los individuos que han sobrevivido a una parada cardiorrespiratoria tienen muchas posibilidades de sufrir secuelas neurológicas derivadas de la hipoxia – el suministro insuficiente de oxígeno al cerebro-. Además, hay que tener en cuenta que la supervivencia tras una parada cardiorrespiratoria extrahospitalaria depende del tipo de asistencia inicial, y puede llegar a un 16-32% de los casos asistidos de inmediato. Sin embargo, se reduce enormemente si esa asistencia no llega de manera temprana.
De un tiempo a esta parte, una de las técnicas empleadas para reducir el riesgo de padecer esas secuelas es la inducción de la hipotermia, esto es: llevar al cuerpo humano a una temperatura corporal central menor de 35º durante 24 horas.
“La hipotermia inducida preserva la función cerebral, para conseguir que las células gasten menos metabólicamente y consuman una cantidad mínima de oxígeno. Así perduran más”, explica Gemma Martínez Estalella, enfermera jefa del Área de Formación, Docencia e Investigación del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona. Ella y un grupo de compañeras han publicado recientemente en la revista ROL Enfermería un trabajo titulado Hipotermia inducida posparada cardiorrespiratoria, en el que estudian los efectos de la terapéutica del frío en este tipo de casos. La conclusión a la que llegan es que la aplicación de la hipotermia inducida mejora la supervivencia tras una parada cardíaca fuera del hospital.
La hipotermia se puede inducir de varias maneras, existiendo técnicas invasivas y no invasivas. La más tradicional consiste en inyectar sueros enfriados en combinación con bolsas de hielo tradicionales colocadas en ingles, axilas y alrededor de cuello y cabeza. Aunque, como explica la enfermera, “existen técnicas cutáneas y de enfriamiento interno, que se aplican siempre atendiendo a una serie de requisitos”. El tratamiento con hipotermia inducida se divide en tres partes: inducción, mantenimiento y recalentamiento.
La terapéutica del frío no es, ni mucho menos, novedosa; ya fue aplicada en la época de Hipócrates para proporcionar analgesia y reducir la hemorragia. Los primeros trabajos experimentales sobre el uso médico del frío en humanos datan del principios del siglo XIX, señalan en su estudio Gemma y sus compañeras. Siglos después, la hipotermina inducida “se está incorporando en los criterios de reanimación a nivel mundial. Es una técnica incluida en los procedimientos habituales”.
Respecto a posibles efectos secundarios, de momento los ensayos clínicos indican que la hipotermia inducida no aumenta el riesgo ni el número de complicaciones en comparación con lo observado en otros pacientes similares no tratados con ella. La hipotermina inducida se lleva a cabo con relativa facilidad y no presenta complicaciones asociadas a mortalidad.