ÁNGEL M. GREGORIS.- La magia es siempre un top para una película y más si se trata del universo de Harry Potter. Algo así pensaron todos los seguidores del famoso mago hace tres años cuando anunciaron que JK Rowling continuaría la historia con una precuela en el cine y ahora con la segunda parte de la nueva saga, lo volverán a pensar. Si en Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la primera, se centraron en presentarnos a los personajes y ambientarnos en esta nueva época prePotter, en Los crímenes de Grindelwald ya profundizan más en el argumento y dejan entrever por dónde irán los tiros en las próximas.
Y más allá de la propia historia, lo mejor del filme es rememorar los lugares más míticos del mundo de Harry, volver a Hogwarts, conocer a Dumbledore y McGonagall de jóvenes y, sobre todo, descubrir secretos que había desvelado ya la autora, pero que no estaban ni en los libros ni en las anteriores películas del mago.
Lejos de los guiños potterianos que hacen tan feliz a los fanáticos, en esta segunda parte, el protagonista Newt Scamander seguirá enfrascado en su proyecto de encontrar animales fantásticos, pero tendrá que enfrentarse también con sus amigos a la fuga de Grindelwald, uno de los magos más peligrosos y tenebrosos de la época. El malo, interpretado por Jhonny Deep, buscará por todos los medios hacerse con un ejército que le ayude a luchar, pero como es habitual, no lo tendrá nada fácil. Aunque las comparaciones son odiosas, sí conviene recalcar que Grindelwald está a años luz de Voldemort como villano, pero el nuevo tiene algo que le hace especial, es (o era) “amigo” de Dumbledore. Y hasta ahí se puede leer.
Para ser sinceros, es verdad que el argumento no revolucionará el mundo del cine, pero tampoco se trataba de eso, valía con hacer feliz a los seguidores de siempre y buscar enganchar a los nuevo. Y en eso, sin duda, lo han conseguido. Los crímenes de Grindelwald es una nueva delicia de la magia.