A. ALMENDROS / D. RUIPÉREZ.- Soraya Bustamante, una de las pocas enfermeras gitanas que hay en nuestro país, trabaja en el Hospital Gregorio Marañón y nos habla de la etapa de cambio que vive actualmente el pueblo gitano.
¿Tenías vocación de enfermera desde niña?
Cuando era pequeña en casa veíamos todos una serie que se llamaba Hospital Central y me veía de mayor así. Quería ser médico, me encantaba la urgencia. Estudié el bachiller de Ciencias de la Salud, realicé la Selectividad, saque bueno nota, pero no la suficiente para Medicina, así que me opté por Enfermería en la Universidad Complutense de Madrid, y la verdad que si volviera a nacer escogería Enfermería de nuevo.
Entonces, se te quitó la idea de Medicina y disfrutas de la profesión enfermera
Así es
Trabajas en la Unidad de Coronaria del Hospital Gregorio Marañón, que no es un servicio fácil, ¿cómo se vive el día a día en un área como esa?
De forma muy intensa, tanto a nivel físico como psicológico. Ves pacientes críticos o semicríticos, pero lo que más me impresiona de mi trabajo es ver cómo la gente pasa de tener una vida basal normal a estar críticos en horas. Y lo que me encanta de mi unidad es cuando tenemos pacientes tan malitos en un par de días les puedes estubar, los levantas al sillón y vuelven de nuevo a esa vida normal. Ese círculo de vida cerca casi de la muerte, vuelvo a la vida… ese manejo de emociones es lo que más me gusta.
Pero puede haber momentos de mucha tensión, muy de película, como los que veías en Hospital Central.
Sí. Hay momentos de estar normal y de repente empieza a fibrilar… En esas situaciones de estrés es donde también se ve el trabajo en equipo. Nos unimos todos, nos centramos en el paciente… esto es lo que más me gusta de mi unidad. Que en ese tipo de situaciones todos dejamos de lado las condiciones, las religiones, las culturas, las costumbres o las manías, y nos unimos para proporcionar unos cuidados en unas situaciones muy difíciles. Ves a pacientes que han sufrido un infarto y está con un hedmo y necesitan un trasplante, y ves que, en una semana o 15 días, como me pasó este verano, tienes al paciente con una extracorpórea en cinco o seis días lo pones en lista de espera, lo trasplanta y de repente vas un día por el pasillo del hospital y te lo encuentras andando. Este círculo es lo que a mí me encanta de mi trabajo, y valoras verdaderamente lo que significa la vida que a veces no lo valoramos.
Tu estas estudiando las oposiciones y aunque ahora estás en esta unidad no sabes dónde puedes terminar. Si pudiese elegir y no fue esta unidad, ¿a qué otra parcela de la enfermería te gustaría dedicarte?
La Pediatría de Atención Primaria me gusta mucho. Es totalmente lo contrario, pero cuando en alguna ocasión he trabajado me ha gustado mucho la experiencia. Los niños te transmiten esa felicidad y esa energía; y tu les vas educando y observas como este tipo de intervenciones pueden aportarles muchas cosas de cara al futuro.
No es muy habitual que haya enfermeras gitanas o por desgracia, ni siquiera, gitanas que tengan estudios superiores. Tu eres pionera en esto, ¿crees que la situación está cambiando?
La situación actual es que la población gitana está experimentando una etapa de cambio. Yo tengo compañeras enfermeras que son gitanas, no dentro de la Comunidad de Madrid, pero si fuera de ellas. Tengo un amigo que es policía, otra amiga que es abogada… Es verdad que hay un pequeño porcentaje que le cuesta un poco más esa etapa de cambio, pero lo que yo percibo es que la juventud gitana de hoy en día está luchando por formarse, integrarse y seguir hacia delante. Si echo la vista atrás de cuando yo tenía 15 años a ahora y veo que ha habido un gran cambio. Queda mucho por hacer y conseguir, pero ahí estamos luchando.
¿En tu familia te pusieron alguna pega?
A mi no me pusieron pegas mis padres, siempre me apoyaron. Creo que ellos jamás pensaron que tendrían una hija universitaria. Ellos me llevaban al colegio de pequeña y mi madre dice que lloraba mucho y que le decía que era muy mala porque me llevaba allí… Pero yo hice mi primaria, mi educación secundaria obligatoria, y cuando terminé la ESO quise estudiar el bachillerato e ir a por una carrera. Y me dijeron que si era lo que quería y me gustaba que adelante. Me ayudaron, me pagaron unas clases de refuerzo que necesité y me vine a la universidad. Al principio, mis padres se vinieron a Madrid a acompañarme hasta que yo me acostumbré. Porque nunca había salido del pueblo y pasé de vivir en Tarancón con 12.000 habitantes a venirme a Madrid. No sabía coger un metro, me encontraba perdido y tenía sensación de miedo. Así que mis padres se turnaron al principio y cada día se venía uno acompañarme a la facultad y se esperaban hasta que volvía a casa. Así estuvimos hasta que yo me adapté y me acostumbré.
Hay mucha gente cerrada de mente todavía, ¿has tenido en tu trabajo algún episodio desagradable o has recibido alguna mala palabra por el hecho de ser gitana?
Lo que es en mi etapa de formación y profesional ninguna. En la vida fuera de lo que es el trabajo sí. Por ejemplo, hace poco fuimos a un supermercado hacer la compra y sin poner la botella encima de la caja nos estaban pidiendo el bolso. Alegaban que era una nueva norma, pero justamente a la chica que teníamos al lado no se lo pidieron. Yo puse una reclamación y lo puse en manos del Secretariado Gitano. Pero en mi experiencia profesional ninguna. De hecho, yo estoy muy agradecida a la Unidad Coronaria, y en general a todo el departamento de Cardiología, porque ellos saben que yo soy gitana y no me siento discriminada. Siento que soy igual. Por tendencia creo que tenemos prejuicios siempre pero no solo con la población gitana.
¿Dónde te ves dentro de unos años?
A mi me gusta mucho Cuidados Intensivos y Primaria también me gusta, pero Pediátrica. Y en un futuro, me gustaría ser supervisora de una unidad de enfermería.