RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.- Es extraño que los padres de un niño con enuresis acudan a consulta por este motivo. Así lo explica Ana Latorre, enfermera de Pediatría del Centro de Salud Amparo Poch de Zaragoza y vocal de Pediatría del Colegio de esta provincia. Por eso, insiste en que es fundamental no esperar a que aparezcan los casos sino ir directamente a buscarlos. Y para ello, señala, “debemos aprovechar la revisión del niño sano y preguntar directamente”.
Los motivos por los que no se consulta, apunta, suelen ser el hecho de normalizar la situación y pensar que se va a solucionar de forma espontánea. A menudo, subraya, se normaliza porque los padres también sufrieron este problema cuando eran pequeños y porque desconocen que haya tratamientos para controlarlo.
Objeto de burla
Lo cierto es que con el paso del tiempo, apunta Ana Latorre, el problema suele desaparecer pero quizás llegado ese punto ha pasado demasiado tiempo y el niño ha estado sufriendo innecesariamente. En ocasiones, sin embargo, puede perdurar durante la edad adulta, de ahí la importancia de consultar.
Y es que los escapes de orina condicionan la vida de estos niños que, avergonzados por lo que les pasa, se ven limitados cuando se trata de dormir fuera de casa, ya sea ir a un campamento o a casa de algún amigo. Además, pueden ser objeto de burla y acoso por sus compañeros, agravando aún más el problema. Por tanto, a partir de los 5 años, que es cuando el niño debería controlar la orina, hay que consultar si se producen escapes involuntarios durante el sueño.
Se hablaría de enuresis, apunta esta enfermera, “en cuanto se detectan dos o más escapes a la semana durante un periodo de tres meses y siempre que no haya una causa identificada como puede ser un problema neurológico o defectos congénitos o adquiridos del tracto urinario”.
Historia detallada y exploración
Ante la detección de un posible caso de enuresis, explica esta enfermera, “citamos al niño en consulta. Se trata de una cita un poco más amplia porque lo primero que deberemos hacer es una historia clínica detallada ya que, a menudo, el problema puede ir acompañado de otra sintomatología y eso determinará el camino a seguir. Además, realizaremos una exploración física completa y una tira de orina para descartar posibles infecciones”.
Hecho eso, el siguiente paso es entregar al niño su diario miccional, que será la base para poder actuar. “En él tendrán que registrar las diuresis de tres días, las deposiciones y el líquido que ingieren. En función de eso ya se ve si se opta por un tratamiento con desmopresina o nos decantamos por la alarma, eso sí, siempre apoyado en técnicas conductuales”, apunta.
Desmopresina o alarma
La elevación de la hormona antidiurética durante la noche hace que el volumen miccional disminuya y no haya escapes. “Cuando no se produce dicha elevación, la desmopresina puede ayudarnos a regularla y controlar la orina”, explica Latorre.
La alarma, por su parte, “es un dispositivo que tiene un sensor que se coloca en la ropa interior; en cuanto hay humedad suena o vibra para que el niño se despierte y pueda ir a hacer pipí. En este caso hay que tener en cuenta que este tratamiento es largo y los padres tienen que colaborar”.
Refuerzo positivo
Además, se aconseja al niño que evite beber líquidos a partir de las 7 de la tarde y, por supuesto, que “la actitud de los padres siempre sea positiva, aunque requiera tiempo hay que transmitir al niño que el problema se va a solucionar. No debemos nunca avergonzarle porque en la mayoría de los casos está simplemente ligado al proceso madurativo y el niño ya sufre bastante por dentro. Además, debemos premiarlo cuando en su calendario registre, por ejemplo, cinco soles, es decir, cinco noches secas. Siempre un refuerzo positivo”.