DAVID RUIPÉREZ.- Manuel Solórzano es una institución en la enfermería guipuzcoana, del País Vasco en general, una figura ideal para hablar de la evolución de la profesión. Es un gran experto en campos como los Cuidados Paliativos, la Enfermería Oftalmológica y la historia de la profesión. Tiene muchísimos premios de investigación, artículos publicados y todo tipo de libros divulgativos. Toda esa ingente producción ha salido adelante privándose de horas de sueño y cuando llega el momento de su jubilación y deja el Hospital Universitario Donostia de San Sebastián aspira a publicar mucho más y a llenar su tiempo buceando en el legado de la enfermería en su provincia.
¿Cómo un enfermero tan hiperactivo, embarcado de forma simultánea en numerosos proyectos de toda índole, afronta su jubilación?, ¿Cómo va a cambiar tu vida?
Bueno, la vida cambia en el sentido de no tener que levantarme pronto, de no tener horarios establecidos, y lo que sí me voy a dedicar es a rescatar todo lo que tengo en casa y poderlo publicar y difundirlo, que es lo más importante. Empecé el 1 de julio de 1980, dieciocho años estuve trabajando con tuberculosos en un sanatorio, luego integrado en el hospital Donostia, más tarde 20 años trabajando con pacientes de sida y posteriormente tuve la gran suerte de estar otros 10 años en el servicio de Oftalmología y para terminar en Traumatología, que es donde empecé y donde voy a terminar.
Pero, ¿cómo compatibilizar el puesto de trabajo con esa gran producción científica y literaria? ¿Cuál es tu receta para no dejar de lado la investigación y seguir al pie del cañón en servicios tan exigentes?
Cuando yo empecé en ese campo, en el año 1995, había muy poco trabajo enfermero publicado. Era una pena. Me gustaba además la historia y soy un enamorado de mi ciudad, de San Sebastián, y empecé a recuperar información, a consultar libros, documentos y legajos y al final el resultado son doce libros de las clínicas y hospitales de San Sebastián y 963 artículos… espero llegar a los 1.000. Con ilusión y sin horas de sueño, porque a la familia no la podías dejar de lado, es como he sacado este trabajo adelante, por las noches, los fines de semana, sacando el tiempo de cualquier sitio pero sin ponerme metas ni rapideces ni nada. Yo empecé cuando todavía teníamos que hervir las jeringas. Hemos pasado de no tener material a tener un material muy sofisticado, ahora hay apps, están los ordenadores, los programas, todo lo que te puede ayudar. Pero lo que no ha cambiado es que la enfermera es la que da la mano al paciente, es la que está al pie de la cama del paciente y está para oír sus problemas, sus tristezas, sus alegrías, 24 horas al día, 365 días. El papel de la enfermera es insustituible y aparte es una de las profesiones más bonitas que hay.
El papel de la enfermera es insustituible y aparte es una de las profesiones más bonitas que hay”
Has visto evolucionar mucho la enfermería, si tuvieras que destacar tres eventos, tres hitos, ¿cuáles serían?
Lo más crucial del desarrollo de nuestra profesión ha sido que empezó con una serie de personas que se transmitían los saberes por el boca a boca y gracias a esos, que luego hicieron libros y luego investigaron, hoy en somos Grado en Enfermería, hay Máster en Enfermería y hay doctores en Enfermería. La evolución ha sido enorme. También es verdad que nosotros teníamos menos ordenador y menos aplicaciones teníamos más tiempo para el paciente. En las tardes yo era un enfermero para 47 pacientes más los ingresos, pero estabas más tiempo con el paciente. Hoy tenemos que registrar muchas cosas, antes no era así. Los compañeros que salen de las facultades tienen que enfrentarse a situaciones nuevas, entre ellos los que salieron este año y han tenido que enfrentarse a esta pandemia. Eso sólo lo valoran los profesionales sanitarios, todo el que trabaja en un hospital o una clínica, y nos estamos olvidando de todas las secuelas que están dejando. Pero lo que más miedo me da es que no ha llegado la última ola, la gorda, la cantidad de gente “tocada”, que va a necesitar de Salud Mental, la soledad… Hay mucha gente que, por circunstancias que ya sabemos todos, van a pasar estas fiestas solos. Ahí es donde entra la enfermera, las jóvenes, las que están trabajando, en dar toda esa humanidad que no van a tener por otro lado. Nosotros, que hemos trabajado en un sanatorio, hemos visto cómo ha muerto mucha gente con nosotros, que lo último que recibían era nuestras palabras y nuestras caricias y darles la mano. Eso te marca. La vida de una enfermera, de un enfermero es una forma de vivir, de ver la vida de otra forma.
Antes tenías más tiempo para el paciente porque había que registrar menos cosas”
¿Cómo crees que va a dejar huella en la historia de la enfermería la pandemia en la que estamos sumidos? ¿al menos hay más visibilidad, se valora más el trabajo de las enfermeras?
Para mí, y es una cosa personal, los enfermeros no han tenido nunca el estatus de la antigua figura del practicante. Ojo, que en los pueblos la figura del practicante, el cura y el guardia civil era lo más importante, pero sí es verdad que a raíz de los atentados de Madrid en la televisión española, en las radios, los periodistas ya no iban tanto a los médicos, iban a la enfermería. A partir de ese año, muchos se dan cuenta de que la enfermera está en todos sitios, en los estadios de fútbol, en las plazas de toros, ahora en los colegios -que tenían que haber estado antes- la enfermera es una figura importantísima en educación, en prevención… Y a mí me da mucha pena ver que llevamos nueve meses utilizando una mascarilla y todavía hay un 20 por ciento de la población que necesita instrucciones para ponerse la mascarilla porque la llevan mal. O la llevan con la nariz al aire o no le dan importancia hasta que se contagia un paciente cercano, un familiar y entonces ven la gravedad que implica esta enfermedad. Estoy recopilando información de la gripe del 18 para una conferencia y si coges los periódicos de la época, ya estaban todas estas medidas de limpieza, los alcaldes pedían que se cerrasen las fronteras con Francia y Portugal, o pedían que no se fuese en un momento dado a Sn Sebastián porque había muchos contagiados. Y la verdad es que todo el mundo se protegió. Y entonces no había, como hoy, mascarillas que te las dan o las puedes comprar. Nada de eso, se tuvieron que fabricar sus propias mascarillas, todo el mundo. En el 18 murieron cinco millones de personas. En el 19 y hasta 1920 otros 50 millones más. Algunos autores dicen que hasta cien. Llegan las Navidades y entre el personal sanitario hay muchos que están sin coger vacaciones, los hospitales van a estar al 40 por ciento y los profesionales están muy quemados. Los que están trabajando en primera línea y que ven los que sucede en Urgencias y UVI, que están con el traje a 40 grados y no te lo puedes quitar. Admiro a todos mis compañeros que para no contagiar a sus hijos, mujeres, maridos o padres se recluyeron tres meses en hoteles y pensiones. Eso es muy duro.
Los profesionales están muy quemados. Ha sido muy duro”
Mencionas la mal llamada gripe española, ¿la gente se comportó con más responsabilidad que ahora?
Por lo que he leído es como con la tuberculosis. El doctor Izaguirre, cuando redactó en 1912 la famosa cartilla de la tuberculosis, lo primero que hizo fue reunir a todos los maestros por un lado y a todos los curas, por otro. Todos los domingos desde el púlpito el cura, tras la misa, leía la cartilla, con todas aquellas medicas como que no había que escupir etc. Los maestros en las clases hacían lo mismo. Ahora ves que salen de un colegio cien chavales, todos sin guardar la distancia, comiendo, sin mascarilla… Eso no se lo han enseñado los profesores y lo tenían que saber porque se juegan que les cierren el aula. Y luego está el problema económico, porque hay mucha gente que está en ERTE. Casar todo eso es muy complicado. En el 18 del siglo pasado hubo menos política y más sanitarios -en aquella época médicos- velando porque primara la salud a la economía. Aquí yo ya no sé qué pensar. En San Sebastián cuando se han abierto los bares ves que hay gente que está en la terraza y sólo se quita la mascarilla para beber, pero hay otros que según llegan se quitan las mascarillas y es el desmadre total. Además, el Gobierno ha dejado fumar en las terrazas. Terrible. Pues eso, a veces estamos tirando piedras contra su propio tejado.
Y la gente se olvida de que esta pandemia está dejando secuelas serias. Problemas de cabeza, fibrosos quística, asma… Tengo compañeros muy tocados que han tenido que aprender a andar, que han estado 59 días en la UVI porque estuvieron en primera línea y se han contagiado. No sé si por falta del material o porque te pica la nariz y te rascas. Somos humanos
En las terrazas la gente se quita la mascarilla. El desmadre total”
Hagamos un viaje, no al pasado, sino al futuro, ¿Cómo ves la enfermería dentro de 30 o 40 años, en qué sentido se plasmarán los avances que has vivido a lo largo de tu carrera?
Sigo pensando que en el 2050 seguro que hay robots, como esos que ves en Japón que llevan los carros, que llevan la medicación, pero la humanidad, el acercamiento, dar la mano al enfermo…. Eso no lo puede hacer un robot. Cada vez los enfermeros se están formando mejor. Tenemos los colegios de Enfermería, que destinan el 80-90 por ciento de la cuota para la formación de sus propios colegiados. Hay quien dice “¿Para qué tenemos que pagar el Colegio?”. El Colegio de Enfermería te da unas prestaciones en formación, ayudas, puedes acudir si tienes algún problema, etc. Y, por otra parte, aunque la Enfermería es la misma ayer, hoy y mañana, las nuevas enfermeras salen mucho mejor preparadas que nosotros, la universidad, la investigación… Se ha dado un gran salto. Aunque sea solamente por egoísmo, las nuevas enfermeras y enfermeros tienen que saber mucho más que nosotros, porque son las que nos van a cuidar el día de mañana.
Los robots se Japón no pueden dar la mano al enfermo”