ÁNGEL M. GREGORIS.- Macarena López era y siempre será enfermera. Pero en 2021, después de estar presente en tres olas de la pandemia de COVID-19, decidió cambiar el rumbo de su vida. Ahora es maestra quesera en Francia y tiene una empresa dedicada a la venta de quesos. Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí?
Hay que remontarse tres décadas atrás cuando comenzó su carrera como enfermera en el sanatorio materno infantil San Francisco de Asís. Posteriormente, fue encadenando contratos en distintas clínicas, hospitales y servicios; durante una temporada estuvo en la Fundación Jiménez Díaz, Clínica de la Concepción (Madrid), donde empezó a desarrollar su parte pedagoga.
30 años
A sus 30 años se aventuró a marcharse a Francia y se instaló en el Pirineo Francés y continuó su labor en La perle Cerdane, un centro pediátrico de reeducación funcional, en régimen de internado, en el que acogían a menores de entre 6 y 17 años en situación de vulnerabilidad, maltrato sociofamiliar o padecer alguna enfermedad crónica. “Nuestra función, sobre todo, era la educación terapéutica; acompañar a estos niños y niñas a comprender e integrar sus procesos y a guiarles en el autocuidado para su completa autonomía. Me siento muy orgullosa de aquella etapa y todavía hoy me pregunto si alguno de aquellos niños -hoy adultos- piensan en nosotras y en aquella época”, afirma López.
Cursos
Trabajó 14 años allí, pero no dejó de estudiar durante aquella época en París, Toulouse, Perpignan… para estar al día de su profesión, pero también impartía cursos para las escuelas de Enfermería de Pamiers y Perpignan. Realizó el máster de Enfermería en Higiene, Seguridad y Calidad Hospitalaria, que le permitió trabajar con otros equipos de la región y jugar un rol en su propio centro más allá de la asistencia, pero sin abandonar el terreno. Fue entonces cuando consiguió la doble nacionalidad.
En 2019 cambió de trabajo a un centro de cuidados de readaptación en pacientes geriátricos. Y allí es donde le pilló la primera ola de la pandemia. “Desinformación, desconcierto, desorganización, miedo, negligencias, presión, imprudencias, protocolos, órdenes, coordinación, material, presión, equipamientos, miedo, cansancio, más presión, sufrimiento, aislamiento, indefensión, soledad, agotamiento…”, asegura.
COVID-19
Tras esta, vino una segunda ola, una tercera, se juntó con un problema personal y antes de darle tiempo a una cuarta, con 46 años, buscó la manera de respirar. “Tengo una imagen, me veía intentando sacar de un mar embravecido a una persona que se estaba ahogando. Me estaba agotando, poniendo toda mi energía en salvarle, hasta que comprendí que tenía que elegir, o abandonar y utilizar las pocas fuerzas que me quedaban en alejarme y llegar a la orilla, o ahogarme allí con ella. Y elegí. Me elegí a mí”, reflexiona.
Gracias a un programa de formación del que dispone el estado francés, cursó una FP de responsable de explotación ganadera caprina, con especialidad de transformación quesera en la granja. Seguidamente cursó ciclos cortos de tecnología quesera y el ciclo superior de industrias lácteas, que le convirtió en maestra quesera dos años más tarde.
Nueva andadura
Y así es como comenzó su nueva andadura, en la que reconoce que su profesión de enfermera le ha ayudado enormemente. “Al principio, con las cabritas, era inevitable encontrar la similitud. Trabajé en una granja haciéndome cargo de un rebaño de cien cabras de Rove, yo sola en el Pirineo, con la ayuda de dos perras, una de ellas mastina de guarda y el otro de carea. Velar por el bienestar de otros seres, adelantarme a los peligros, comprender sus necesidades y, por supuesto, toda la parte de partos, enfermedades y curas, sin olvidar el comportamiento y la dinámica del grupo”, explica.
También el mundo del queso tiene similitudes: “La microbiología y los procesos de alquimia, de bioquímica, de factores externos e internos que favorecen los procesos de la transformación son los mismos. Y, por supuesto, la parte de higiene, seguridad y calidad no difiere realmente la hospitalaria de la alimentaria. Formamos parte de un ecosistema de microorganismos e interaccionamos con ellos en permanencia”.
Aplausos
Macarena López recuerda cómo durante la pandemia todos los aplausos no se convirtieron en más derechos. “Hay que seguir alzando las voces y por mi parte, hoy con 49 años, no sé cuándo tendré la oportunidad de volver a ejercer y en qué circunstancias. Hay muchas vidas en una y mi oficio irá conmigo para siempre en todas ellas”, asegura.
De momento, continuará con su empresa, Buenos quesos, en la que distribuye quesos y productos lácteos, elaborados por queserías de pequeña capacidad, con productos ligados a la temporalidad, respetando los ciclos de lactancia, los pastos y las estaciones.
Bajo el lema “Quesos con todo el sentido”, por las personas, por el entorno y por el medio ambiente.