RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.– “No tratamos heridas, tratamos pacientes”. Esa es la premisa fundamental antes de tomar cualquier decisión en el manejo de heridas y, sin embargo, uno de los errores más frecuentes. Así lo ha defendido Luis Arantón, enfermero de Atención Primaria de El Ferrol, durante el XIV Simposio Nacional sobre úlceras por presión y heridas crónicas organizado por GNEAUPP del 24 al 26 de mayo en Burgos con la colaboración del Consejo General de Enfermería.
Heridas quirúrgicas vs traumáticas
Arantón, miembro del Comité Organizador y Científico de este Simposio, ha explicado cuáles son las diferencias en el manejo de heridas traumáticas y quirúrgicas. La principal diferencia, ha subrayado, consiste en que mientras las quirúrgicas se producen de forma intencionada, en un entorno controlado, aséptico y con el objetivo de conseguir un efecto terapéutico, en las traumáticas dicho entorno no está controlado, son heridas sucias, que pueden complicarse con facilidad y, por ello, hay que tener en cuenta también otros factores.
Riesgo vital
Ante una herida traumática, en primer lugar, ha explicado, “debemos tener en cuenta cómo ha sido el traumatismo y cuál es el nivel de intensidad”. En ocasiones, añade, “se ve comprometida la vida del paciente por algo ajeno a la herida, otras es la propia herida la que puede comprometer la vida del paciente y esto es fundamental. Por ejemplo, en un accidente de tráfico, puede darse el caso de que un cuerpo extraño esté obturando una arteria y si lo retiramos podemos provocar una hemorragia que difícilmente vamos a poder manejar salvo que estemos en un entorno controlado. Esto puede darse en la calle o en el centro de salud y lo que tenemos que hacer, siempre que haya riesgo vital, es derivarlo al hospital”.
El porqué
En cuanto a los factores que deben tenerse en cuenta ante una herida se encuentra también el porqué se ha producido el accidente. Esto, subraya Arantón, es muy importante y pone como ejemplo el de una persona mayor con problemas de visión o movilidad que haya sufrido una caída el baño que podría haber sido prevenida mediante la adopción de una serie de medidas como la colocación de asas o materiales antideslizantes. Estos porqués, explica, “se pueden ir buscando mientras valoramos la herida, de forma paralela”.
Valorar, limpiar, curar
Antes de tratar la herida, señala, “hay que comprobar el nivel de afectación de la lesión y si compromete algún otro tejido o estructura, cuál es el riesgo de infección… y si está muy sucia hay que intentar limpiarla lo mejor posible. Una vez limpia, veremos qué método de cura aplicar, en función tanto de las circunstancias del paciente como del tipo de herida. Sabemos que si podemos suturar es mejor porque va a curar antes, pero si no es posible iremos a cicatrización por segunda intención, que va a tardar un poco más pero que puede curarse también perfectamente”.
Informar e individualizar
Asimismo, “debemos siempre informar al paciente de qué es lo que estamos haciendo y establecer un plan de cuidados individualizado, teniendo en cuenta tanto su herida como sus circunstancias”.
Individualizar y contextualizar son así dos cuestiones a tener en cuenta en el manejo de las heridas que, según este experto, tienden a olvidarse. Muestra de ello, apunta, es “cuando en internet alguien cuelga la imagen de una herida y pregunta qué hacer. Antes de saber qué le ha pasado al paciente ya hay 20 respuestas sobre cómo proceder. Tratamos pacientes, no heridas y eso no debemos olvidarlo nunca. Lo primero es el paciente y luego, cuando ya lo hemos visto, vamos a la herida, aplicando siempre la evidencia científica, pero teniendo en cuenta al paciente en su conjunto”.