CONCHI GARCÍA.- Un compañero cooperante, con más de treinta años de profesión, comentó una vez que las personas cooperantes son como melones, no se sabe cómo están por dentro hasta que se abren… Es decir, que sólo conociendo y enfrentando la realidad en el terreno, el propio cooperante puede darse cuenta de si está hecho para ese trabajo. Más allá de tener la voluntad de ayudar, de creer que “otro mundo es posible”, de una militancia social manifiesta e incluso de adquirir una formación que facilita la profesionalización en el sector para tener herramientas y metodologías de trabajo, ser cooperante es todo eso, pero también es más que eso.
Cerrar los ojos e imaginar
Existen más de 2.600 cooperantes españoles. Si se hace el ejercicio de cerrar los ojos e imaginar a una persona cooperante desarrollando su labor en el terreno, en cualquier parte del mundo, ya sea en las vulnerables comunidades rurales de R’kiz y Rosso, en Mauritania; en la precaria región senegalesa de Sédhiou, carente de recursos sanitarios; en el Limatambo peruano de cocinas saludables, en el Agadir de las mujeres marroquíes incansables en la lucha por la equidad de derechos; en el Ecuador agrícola y forestal de las poblaciones Shuar y Achuar, que velan por la recuperación de productos nativos con fines alimenticios y medicinales. O en la Bolivia de las niñas y jóvenes víctimas de trata que con esperanza buscan un futuro mejor, en el imaginario colectivo aparece el perfil de una persona aventurera, solidaria, capaz de jugarse la vida por un ideal.
Formación
Estas líneas sirven a modo de reivindicación de una profesión que pocas veces se entiende como tal. Se debe diferenciar la persona que decide realizar una acción voluntaria puntual del profesional cooperante. La cooperación requiere de profesionales formados y especializados, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. El día a día del cooperante va vinculado a la consecución de objetivos a corto, a medio y a largo plazo en la zona de intervención, desde el compromiso técnico que le confiere su labor. Por otra parte, la sociedad, incluyendo a los medios de comunicación, debe comprender que ser, o quizá mejor, convertirse en cooperante, se sustenta en la capacidad de integración cultural en los países de intervención y en la capacidad de adaptación a contextos y situaciones donde la pobreza y los conflictos merman las posibilidades de desarrollo, priorizando las líneas de actuación frente a las comodidades.
No se debe olvidar que ser cooperante no implica realizar acciones excitantes, descontextualizadas de las misiones, o que conlleven poner en peligro al equipo de trabajo o a sí mismo. No todo vale. La persona cooperante facilita el trabajo a los demás, negocia, consigue, explora bajo límites de seguridad, pone en contacto y distingue las prioridades. La referencia esencial en la agenda diaria de las personas cooperantes son los Derechos Humanos fundamentales, que enmarcan cualquier acción y que se convierten en la guía más eficaz.
Voluntad de cambio
Hay que aprender que cambiar el mundo requiere de tiempo y esfuerzo, pero también de voluntades que exceden de las competencias y del entusiasmo de cooperantes y de entidades no gubernamentales. Lo que caracteriza a estas entidades y por consiguiente a su personal, es la paciencia y una ideología cimentada en profundas convicciones sociales. Ser cooperante no convierte a la persona en el héroe que sacude sus hombros para deshacerse del polvo del desierto y seguir cabalgando. La persona cooperante ayuda a los demás a sacudirse el polvo de su chilaba. Existe un viejo proverbio árabe que cuenta: “Una sola mano no aplaude”. Mención especial merecen las personas cooperantes que trabajan en zonas de conflicto bélico, con el riesgo que ello conlleva, a pesar de las normas de seguridad de obligado cumplimiento. Sólo cooperantes con mucha experiencia deben desempeñar esta responsabilidad, marginando la visión cinematográfica de guiones idealistas. Todo el respeto a esta labor impagable. Por todo lo anterior, Enfermeras Para el Mundo quiere, con motivo de esta fecha (8 de septiembre), reiterar su agradecimiento, a todas las personas cooperantes que trabajan o que han trabajado en la organización a lo largo de los últimos veinte años, su implicación en el desarrollo de proyectos, aportando su esfuerzo y dedicación para conseguir objetivos que, de otra manera, serían más difíciles de alcanzar.
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