VICTORIA CONTRERAS.- Andrés Serrano Trujillo es natural de Málaga. Desde que volvió de la mili con 22 años supo que quería dedicar su vida a ayudar a los demás y realizó los estudios de enfermería en la Escuela del Hospital Regional para cuando concluyera, hacer la especialidad de matrón directamente, a lo que se ha dedicado toda su vida. “Me parecía que lo más importante de este mundo era traer sanos los niños al mundo y yo podía ayudar en eso. Es algo completamente vocacional”. Ahora acaba de ver cumplida su segunda vocación: la ordenación como diácono de la Iglesia el pasado 22 de octubre. Y según cuenta ya tiene bautizos y bodas a la espera. “Es un regalo del Señor poder contribuir a los sacramentos de la Iglesia”.
Es el más pequeño de cuatro hermanos, todas mujeres salvo él. Está casado y es padre de tres hijos. Estuvo trabajando en la zona básica de salud de Colmenar que aglutinaba los municipios de Casabermeja, Riogordo, Alfarnatejo y Colmenar durante seis años y asegura que se hubiera quedado allí si no lo hubieran traído de vuelta al Materno, donde trabaja actualmente. “Me gustaba la vida allí, había mucho que hacer y mi trabajo profesional como matrona era los programas de embarazo, planificación familiar, consulta de niño sano, puerperio y educación maternal. Echabas más horas, pero no me importaba, porque cuando haces algo que te gusta el tiempo se va sin darte cuenta”. Y así es como este enfermero llegó a asistir casi 20 partos en domicilios por petición de las propias madres.
Educado en la Fe
Desde niño le educaron en la Fe en su familia y siempre tuvo claro que sería sacerdote o crearía su familia, pero ligada a la Iglesia. Pertenecía a una comunidad neocatecumenal desde joven y asistía a grupos de catequesis. Cuando decidió estudiar Teología en 1990 conoció a una persona que le abrió las puertas al mundo del diaconado. “Yo ya estaba casado y con mis tres hijos y creo que desde el diaconado se pueden realizar bastantes más ayudas y celebrar los sacramentos, más asiduamente, entendiendo que todo se hace para el servicio de la Iglesia”, asegura Andrés.
Su formación para llegar a ser diácono ha estado siempre muy ligada a los sacerdotes, ya que les ayudaba en las misas y en la organización de la comunidad parroquial. Además, realizó un curso de 3 años específicos para ser diácono, pero en función de las necesidades de la Iglesia de Málaga, se ordenaban diáconos. Así que ha sido un camino largo, pero él ha sido persistente y lo siente como que “ha llegado cuando el Señor me ha dado la gracia, él ha participado”.
En 2008 decidieron concederle las órdenes menores como acólito y lector. Se trata de un nombramiento oficial de la Iglesia a los laicos que pertenecen a ella para ayudar durante la misa al sacerdote. Y en este tiempo, ha estado dirigiendo el grupo de Cáritas de la parroquia de la Trinidad. “Y hasta que el señor Obispo me asigne una misión que cumplir en la Iglesia, seguiré ayudando ahí”, cuenta el enfermero.
El gran día
El diaconado es un servicio a la Iglesia y al propio obispo y la persona que lo ejerce no cobra nada. Se puede dedicar desde a estar en el cementerio, a la pastoral de la salud para los enfermos, ayudar en una parroquia o en el Domund, por ejemplo.
Después de la celebración del pasado 22 de octubre en la catedral de Málaga, Andrés espera a que le encomienden su misión. Recuerda ese día como algo glorioso por la ceremonia en sí, los cantos,…, y el hecho de ver cumplida su segunda vocación más espiritual.
Cuando le dieron la noticia en septiembre, cuenta que su vida cambió. “La transformación del espíritu es tremenda. Me siento diferente con una comunicación y un lenguaje distinto. Mi historia cambió sin duda y con todo lo que estoy haciendo ahora no me puedo desviar, porque entraría en el pecado, por eso cuando veo alguien en la calle pidiendo intento dedicarle un tiempo y escucharlo, explicarle qué opciones tiene, porque la buena voluntad, la caridad, es algo que todos deberíamos tener con las personas más desfavorecidas que encontramos en el camino”.
Por el momento, Andrés ya tiene en mente algunos proyectos que le gustaría poner en marcha, como el recuperar la pastoral de la salud para llevar el consuelo a los enfermeros, la comunión y el acompañamiento de una manera más activa, así como la continuidad con los padres y niños después del bautizo para que no se pierdan por el camino.
Respeto
En su casa dice que siempre ha reinado el diálogo, máxime ahora. Sus hijos y su mujer siempre han respetado su decisión, así como sus compañeros de profesión, a los que anima a ir a la capilla del hospital o con los que mantiene conversaciones y les enseña cómo bendice la mesa. Con los pacientes también intenta transmitirles esa paz que él consigue gracias a su Fe y siente que la ayuda que realiza mientras conversa con los padres es un regalo de Dios.
“Siempre busco que estén a gusto, cómodos, que el niño venga de forma natural, darles seguridad y tranquilidad para ese momento tan importante, y a veces me buscan para el segundo hijo. Incluso una vez, una madre de Tanzania decidió que su hijo se llamara Andrés por mí. Eso es todo un regalo y hace que tu profesión te guste más aún”, reconoce.
Les anima a bautizar a sus hijos, incluso pocas horas después o al día siguiente en la misma capilla del hospital, y les invita a vivir en la Fe. Es un pastor de la Iglesia que va predicando el mensaje allá por donde va y ahora lo hace cargado con sus libros de bendiciones, por si algún vecino o amigo le pide que lo haga de improviso, porque esta segunda profesión que compaginará a partir de ahora con la enfermería no entiende de horas, turnos ni guardias.