DAVID RUIPÉREZ-. La enfermera María Teresa Soy Andrade, afincada en Madrid, pero natural de Olot (Gerona) completa su trilogía sobre el maltrato con un tema escondido e ignorado por gran parte de la sociedad, las personas mayores como víctimas de violencia explícita o subyacente o simplemente víctimas de la desatención, la insolidaridad o el desprecio. Todo ello lo recoge en un libro muy especial “Historias de una orquesta desafinada” (Edit. Nueva Estrella), una serie de relatos entrelazados entre sí que muestran realidades tan dramáticas como ignoradas. Además, la autora vincula cada sentimiento a un instrumento musical e incluso es posible acceder a una pieza musical original compuesta para este libro a la que se accede mediante un código QR impreso en la contraportada del libro. Soy ha compaginado la escritura de sus distintos libros con su trabajo en las Consultas Externas del Hospital 12 de octubre de Madrid, con sus clases en la Universidad Francisco de Vitoria o en la Escuela Internacional de Ciencias de la Salud.

Estamos muy sensibilizados con el maltrato infantil, con la violencia machista pero cuando hablamos de la violencia, en cualquiera de sus formas, contra las personas mayores parece no existir esa sensibilidad, siendo sin embargo un problema social de primer orden y una causa de sufrimiento evitable para aquellos que lo han dado todo por nosotros y ahora nos necesitan. ¿Qué te lleva a escribir este libro? ¿Hay alguna vinculación de tipo personal? ¿Por qué esa vinculación con la música?

El libro es un paseo a través de varios escenarios de maltrato en los que se encuentran el sufrimiento de las personas mayores y también de sus familias. Se narran diferentes tipos de maltrato, aunque el maltrato no se presenta en estado puro pero sí podemos diferenciarlos didácticamente. En cada capítulo abordo un tipo de violencia hacia el mayor como si fuera una melodía. Cada historia me sugiere un instrumento. Unas me sugieren un saxofón, otras una pandereta, unos platillos… porque pienso que todas las personas venimos con una melodía. La orquesta desafinada a la que hace referencia el título responde a que hay un momento en que el maltrato nos desafina, desafina nuestra melodía y hay que conocer cómo nos sentimos cuando estamos tan desafinados.

Hay un momento en que el maltrato nos desafina”

Hay historias de todo tipo y está claro que nos has caído en el morbo, ni en la parte más terrible de esta lacra, porque algunas formas de maltrato son muy sutiles, incluso involuntarias, como sobrecargar de trabajo a los abuelos, no pensar en cómo se sienten, se habla de la depresión en el libro ¿Está la salud mental del anciano muy descuidada? ¿Puede llevar incluso a pensamientos suicidas?

La violencia es estructural, es de la sociedad, de la cultura. El anciano, por legado histórico -aparte de que algunas sociedades lo vean como alguien con sabiduría y otras como un estorbo- sigue esta trayectoria cultural, pero cuando llega a determinada edad la persona se siente vulnerable. No hay por qué tener una enfermedad, pero siente que su deterioro fisiológico y cognitivo es un hecho, e incluso está dejando huella. En su idea de seguir siendo útil, de que no se le note mucho, intenta acercarse más a los demás y ellos pueden abusar de esta necesidad de agrado y pueden, de forma voluntaria o involuntaria, hacerle mucho daño. Es muy difícil que la persona mayor, sobre todos si las persona con las que trata son familiares, lo puedan ver como algo negativo. Piensan que es una situación que va a pasar, que les ha hecho algo. Sumido en esta situación, el anciano se lo calla, no lo cuenta y por eso el problema está muy invisibilizado. Es muy difícil que una persona mayor denuncie a su hijo, piensa ¿quién me va a cuidar? Entonces el maltrato a las personas mayores no podemos decir que es algo que ocurre por acción o por omisión, sino que lleva un contexto en el que esa persona vulnerable sabe que va a partir y en ese tiempo que le queda tiene miedo a la soledad y a no ser querido.

A cierta edad, las personas se sienten vulnerables, quieren agradar a los demás y eso favorece el abuso”

Lo que se traduce en síndromes muy comunes…

Por ejemplo, tenemos el síndrome de la abuela esclava. Todas las abuelas queremos a nuestros nietos, pero una cosa es que los quieras, les ayudes, estés con ellos y otra cosa es que les pongan responsabilidades como si fueran los padres. También tenemos el síndrome del nido vacío, muchos hijos que se han ido de casa no se acuerdan de sus padres. Tenemos el síndrome del arca de Noé, cuando la persona no encuentra cariño en sus afines y tiene que buscarlo en los animales. No hablamos de tener cariño a un animal doméstico, un perro o un gato.

Hablamos de una situación más patológica…

Así es. Hablamos de un acúmulo de animales que ponen en peligro la salud del dueño, porque los animales no tienen pauta de vacunación o te dejan sin espacio en tu propia casa. En ese caso, tenemos personas que ven que se sienten solos y no tienen más opción que que les quieran los animales.

¿Es un problema del modelo de sociedad? ¿O es mera evolución, tiene un componente genético el hecho de que una generación se vuelque más con la siguiente -los hijos- que la anterior de sus padres? ¿Es un egoísmo social o natural?

No tiene que ver con la Ciencia. Se trata de ver la parte humana de la persona. Yo creo que a todas las personas nos enfocan las actitudes. Si actúas con la persona mayor como con alguien por el que no merece la pena molestarse, si no eres conscientes de que es una persona hasta el final e incluso en el momento final tiene su dignidad. No tienes que juzgar si merece la pena o no, tienes que ver otras actitudes. Lo hemos visto en la pandemia. En la primera fase había un conflicto épico importante. ¿A quién entramos en la UCI o le aplicamos tal o cual tratamiento? Y volviendo a la pregunta, cuando enfocamos a las personas por las edades que pasa somos muy ingratos, porque no nos damos cuenta de que “todos llevamos un viejo encima” como decía Joan Manuel Serrat.

Son personas hasta el final, todos llevamos un viejo encima, que decía Serrat”

¿Han sido los mayores los grandes perjudicados por la pandemia?

Ojalá fuera visionaria, pero esta obra se desarrolla en una residencia de mayores donde va la protagonista, Clarisa, y su empatía, su buen hacer genera que los demás residentes hablen de sus vidas y ella, como parte de la base de que los cuidadores son muy humanos, se deja llevar y entre todos ayudan a que las personas que están ahí por los menos puedan desahogar este silencio de tanto tiempo y mueran en paz. Son historias reales, han existido y existen y la violencia no se desarrolla sólo por parte de los cuidadores sino también por los visitantes. Yo como enfermera sé que el cuidado es fundamental y que en las residencias y en los hospitales las enfermeras son la esencia del cuidado.

Hay algunas historias impactantes en el libro: agresiones, dejadez extrema, desprecio e incluso un caso de agresión sexual en esas edades ¿Cuál es la historia que más te ha marcado a nivel personal?

Todas son un trocito de reflexión que ha aflorado. No podría decir cuál es la que más me ha gustado, sino que en un momento dado me apetece leer una historia en concreto porque he encontrado un caso, por ejemplo. Pero para contestar a la pregunta podríamos tener el capítulo de “El caserón de Pochi Banca”, la de los animales por la relación que hay entre la vejez, la soledad  o incluso el suicidio de la persona mayor, que nadie habla de él. Pero el edadismo me parece importante porque incluso lo podemos sufrir las enfermeras en los centros en los que trabajamos. Cuando llega la época de jubilarte, algunas personas ven que no se cuenta mucho con ellas. No es mi caso, pero sí suele pasar que no valoran tu experiencia y dices “tantos años que le he dedicado yo a este trabajo y piensan que no me lo sé” y entras bastante tocado a la jubilación. Muchos compañeros y compañeros me lo dicen, pero la huella de tu trabajo siempre permanece.

Las enfermeras también podemos sufrir edadismo”