MARINA VIEIRA.- El 14 de agosto de 2021 la amenaza talibán volvió a Kabul. Ese día, el mundo se despertó con una triste noticia: el grupo extremista islámico había tomado la capital de Afganistán. La población del país —y en especial las mujeres— se encontraba en grave peligro desde el momento en el que los radicales ocuparon la capital y sus instituciones. Desde que empezó la ocupación, miles de personas —nacionales y extranjeros— intentaban huir del país. A partir de ese instante, la labor de fuerzas armadas, cuerpos militares de sanidad y cuerpo diplomático de países con presencia en el territorio, comenzó a ser una de las únicas herramientas de escape de muchos de los ciudadanos que tenían claro que su futuro, —y su mera supervivencia— ya no pasaba por estar en Afganistán.
Hasta el final de la operación de evacuación, el 30 de agosto, EE. UU. y los aliados de la OTAN han evacuado del país a 120.000 refugiados. Tal y cómo explican desde el
Ministerio de Defensa, España ha evacuado del país a 2.206 personas (1.671 cooperantes de España, 21 de Portugal, 333 empleados de la UE, 131 de EE. UU. y 50 de la OTAN), de las que el 47% son mujeres y el 40% menores. En esta misión, la labor de ocho enfermeras y enfermeros —siete de Aire y una de Tierra— ha sido un eje imprescindible para que se haya podido sacar del país en las mejores condiciones sanitarias al máximo de personas posible. El trabajo conjunto entre Fuerzas Armadas, Unidad de Medicina Militar y Cuerpo Diplomático ha garantizado que la operación se haya completado con éxito. En gran medida, gracias al esfuerzo en equipo de estos sanitarios que ya tienen un hueco importante en historia de la labor humanitaria española.
De Kabul a Dubái
A primera hora del lunes 16 de agosto ya habían organizado cómo se realizaría gran parte de la evacuación. Aviones militares medicalizados y de pasajeros volarían a Kabul y la escala intermedia estaría en Dubái, donde un equipo de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra se encargaría de asegurar las condiciones de salud de los evacuados y sería el responsable de organizar su llegada a España. “Había dos tipos de misión: aeroevacuación estratégica y aeroevacuación táctica. En la táctica éramos, en principio, dos equipos. Luego se sumó un tercero y un equipo de apoyo que sólo hizo dos vuelos entre Dubái y Kabul”, introduce Gabriel Sánchez, capitán enfermero de Vuelo de la Unidad Médica de Aeroevacuación del Ejército del Aire. “Nosotros llevábamos a la gente hasta Dubái y ahí venían en un avión fletado por las Fuerzas Armadas con enfermería y medicina militar para llevar a los pasajeros hasta Madrid”, concreta el capitán enfermero.
Cribaje
En el primer contacto con la población evacuada, este enfermero y sus compañeros de la Unidad Médica de Aeroevacuación, hacían una evaluación del estado de salud para cribar a aquellos que tuvieran más necesidad de asistencia sanitaria. “Teníamos que dar apoyo a los pasajeros en asistencia médica, ya fuera básica o intensiva. En mi avión iba un puesto de cuidados intensivos. El otro avión podía preparar asistencia para un paciente más grave, pero en principio esta labor recaía sobre nosotros. Teníamos la capacidad de Medevac —Medical Evacuation—”, recalca Sánchez. “Si teníamos información de una posible persona enferma, embarcaba directamente en nuestro avión. Si no, según iban viniendo los pasajeros, íbamos haciendo una evaluación sanitaria a pie de pista. Ahí observábamos las necesidades sanitarias que pudieran tener y los clasificábamos”, puntualiza el enfermero de la Unidad Médica de Aeroevacuación.
El equipo sanitario colocaba en un sitio estratégico de la aeronave a las personas que más atención requerían y durante el vuelo se iban prestando los cuidados que necesitaban. “Casi todas las patologías que hemos encontrado son las derivadas del calor, de la deshidratación, de la malnutrición y del agotamiento físico. También hemos encontrado patologías crónicas que llevaban días sin estar tratadas, como personas hipertensas o diabéticas que llevaban varios días sin tomarse la medicación”, ejemplifica el enfermero militar. “Había muchísimas embarazadas, desde el principio del embarazo a prácticamente a término. También muchísimos bebés. Un bebé, quemado por el sol, requirió una asistencia extra”, relata conmocionado el enfermero.
Durante el vuelo, el equipo sanitario militar atendía todas las necesidades de salud de la población evacuada. Personas que, de un día para otro, tenían que recoger lo mínimo posible y abandonar una vida entera para poder tener garantizado un futuro. Mujeres, ancianos, niños, bebés, familias enteras que, sin saber qué es lo que les espera fuera de su país de nacimiento, tenían muy claro que era mejor que la amenaza talibán. “Había muchos pacientes que requerían escucha activa, venían con alteraciones del estado de ánimo y problemas de ansiedad por haber dejado sus vidas de forma tan repentina. No sólo es la patología física sino la patología psicosocial. Muchos no sabían qué iba a ser de su vida. Habían dejado a seres queridos en Afganistán que no habían podido salir y sabían que iban a estar sometidos al régimen talibán”, explica con pesar el capitán enfermero.
A la llegada a Dubái un equipo de la Unidad de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra estaba esperando para recibir a la población evacuada. Diariamente, tal y cómo explican desde el Ejército de Aire, recibían a más de 100 personas. “El día que menos personas evacuamos fueron 109. Al final no son todos enfermos, pero todas pueden requerir asistencia sanitaria”, explica Sánchez. Por esta razón, la coordinación entre ejércitos en este punto fue fundamental.
Protocolo COVID-19
En Dubái estaba “Merkel”, teniente enfermera en la Unidad de Operaciones Especiales (UOE) quien por códigos de seguridad de la propia unidad no puede revelar su nombre real. Lo primero que hacían, tras recibir a la población, era comprobar el cumplimiento del protocolo COVID-19 necesario para viajar a España. “Les dimos gel hidroalcohólico, mascarillas FFP2 e hicimos una valoración de su estado general de salud. La mayoría nos sonreía y nos decía que sí, que estaban bien. Me llamó la atención que muchos niños estaban descalzos. Pedimos calzado y nos enviaron desde España zapatos de diferentes tallas para que pudiesen andar. El suelo de Dubái, la verdad, quemaba”, explica “Merkel”. Entre las necesidades sanitarias a las que se enfrentó, explica, la gran mayoría no fueron graves. “Algunos evacuados estaban algo deshidratados, tenían hambre. Recuerdo a los niños pidiendo comida, varios se marearon durante el vuelo y teníamos que estar pendientes. Imagino que era la primera vez que montaban en un avión. Me llamó mucho la atención la cara de los niños cuando el avión despegaba”, explica emocionada la enfermera de la UOE.
Según relata la enfermera, para esta misión, no contaban con protocolos de enfermería específicos. Se guiaron por las guías de práctica clínica de enfermería militar ya establecidos que permite a los enfermeros y enfermeras militares trabajar de forma autónoma y bajo amparo legal. “Gracias a la labor desarrollada por los grupos de trabajo podemos llevar a cabo la labor diaria de la enfermería militar con esta independencia. Están basadas en las últimas evidencias y estudios científicos”, concreta “Merkel”.
Desde España, la Unidad de Operaciones estuvo dando apoyo a los militares para atender a las exigencias de material sanitario o humanitario. “Nuestra labor es recolectar la información sobre necesidades sanitarias de médicos y enfermeros. En cada vuelo nos daban novedades sobre su atención y necesidades. Si necesitaban pañales o si había más niños de los previstos. Sobre si necesitaban biberones o zapatos. En el Ejército de Tierra tenemos un centro de situación donde trasladamos esa información y se hacen cargo de obtener los medicamentos o productos sanitarios que se han requerido”, explica Francisco Javier Daza, teniente coronel en el Mando de Operaciones.
Una misión única
Para todo el personal sanitario que ha intervenido en esta misión esta experiencia ha sido única e inesperada. También ha sido una lección de coordinación entre ejércitos y de colaboración entre distintos profesionales. “A pesar de que nosotros trabajamos en las Fuerzas Armadas y en mi experiencia profesional he atendido crisis como la del ébola o la caída del régimen de Libia, donde también tuvimos que hacer repatriación de personal; a pesar de que sabes que, por el trabajo que tienes, te puedes encontrar con escenarios complicados, esto no ha sido una evacuación más”, relata el capitán enfermero Gabriel Sánchez. “Es muy importante la preparación específica, al hacer emergencias puedes encontrarte pacientes de todas las edades con todo tipo de patologías”, recalca el enfermero, quien desde julio de este año forma parte de la primera promoción de enfermeros militares con la especialidad en Urgencias y Emergencias en Operaciones.
“Todos dimos el máximo, trabajamos día y noche para lograr el objetivo común: poder evacuar al mayor número de gente posible. En las mejores condiciones sanitarias posibles. Volvería sin dudarlo”, reconoce la enfermera conocida bajo el alias “Merkel”, quien, además, considera que esta experiencia le ha hecho darse cuenta del orgullo de pertenecer a una profesión dedicada al cuidado de los demás.
“Me ha enorgullecido especialmente ser enfermera. Me ha encantado ver cómo nuestra profesión es tan versátil, cómo nos podemos adaptar a todo. Había que llevar cajas, hacer bocadillos y ahí estábamos. Eso no quita que no podíamos olvidar hacer nuestros tests de antígenos o atender a nuestros compañeros. Me ha encantado ver cómo nuestra profesión es tan adaptable y vivir cómo somos de fundamentales en una emergencia como esta”, relata con emoción la enfermera de la Unidad de Operaciones Especiales.
“Ha sido una operación a nivel personal de mucha calidad humana. Me ha encantado poder trabajar con otros ejércitos”, añade la enfermera militar. Y, es que, tal y cómo concluye la valiente teniente, misiones como esta dejan claro que “siempre hay un enfermero en alguna parte del mundo dando asistencia y enorgulleciéndonos a todos”.