ANA MUÑOZ.- El primer trasplante parcial de rostro en humanos se llevó a cabo en Francia en el año 2005. En 2010 un equipo de 25 profesionales realizó en España, en el Hospital Universitario del Vall d’Hebrón de Barcelona, el primer trasplante completo de cara del mundo. Desde entonces y en sólo una década, se ha realizado aproximadamente una treintena de trasplantes de cara en todo el mundo, con más luces que sombras. Aunque tres pacientes fallecieron, no fue por causa directa de la cirugía del rostro, y a pesar de que en la mayoría de los casos hubo episodios de rechazo agudo que se solventaron con medicación, en ninguno se produjo un rechazo crónico que resultara fatal. De hecho, los resultados a nivel sensorial, psicológico y de movilidad son mucho mejores de lo esperado en un primer momento. Ahora, además, este tipo de intervenciones han dado un gran paso adelante gracias al uso de la tecnología de impresión 3D.

Tomografía computarizada

Un equipo de investigadores de la Sociedad Norteamericana de Radiología -RSNA, por sus siglas en inglés- acaba de presentar un estudio sobre las ventajas que aporta el uso de tecnologías de impresión 3D aplicadas a la cirugía de trasplante de rostro. El estudio ha analizado cuatro trasplantes de cara realizados por equipos sanitarios del Hospital Brigham y de Mujeres de Boston, en Estados Unidos, el primero de ellos un trasplante de rostro completo en 2011.

Para hacer una recreación del cráneo en 3D el paciente debe someterse a una tomografía computarizada cuyas imágenes se segmentan y se tratan con un software a medida, creando archivos de datos especializados que se introducen en la impresora 3D. Así se consigue construir el modelo a tamaño natural. «Se pueden girar, mover y desplazar tantas imágenes de TC como se quiera pero no hay nada que sustituya a tener el objeto real en la mano», explica Frank J.Rybicki, radiólogo del hospital donde se ha llevado a cabo el estudio y director del equipo de trabajo.

¿Cómo preparaban la intervención antes de la impresión 3D? ¿Qué instrumentos tenían los profesionales a su disposición? Frank J. Rybicki explica a Diarioenfermero.es que “la cirugía se planificaba con visualizaciones tridimensionales en pantallas 2D, como las de un ordenador tradicional”.

Ventajas

Ya que el trasplante de rostro es una cirugía compleja cuyo éxito depende de la planificación quirúrgica, los modelos 3D son un apoyo muy útil. Entre otras cosas, facilitan la preparación de las estructuras faciales antes de la operación, de manera que cuando se produce el trasplante real la cirugía resulta más fluida. Además, se reduce el número de horas que el paciente pasa en la sala de operaciones, facilitando una recuperación más temprana. En definitiva, permite a los especialistas comprender la anatomía de la cara del receptor antes de intervenir, proporcionándoles un nivel de tranquilidad y confianza en el procedimiento sin precedentes. «Si hay ausencia o desaparición de las estructuras óseas necesarias para la reconstrucción, podemos hacer modificaciones basándonos en el modelo impreso en 3D antes del trasplante real en lugar de hacer arreglos durante el tiempo de la isquemia», añade Frank J. Rybicki.

El mayor obstáculo para la implementación definitiva de este tipo de cirugías es el coste que conlleva, tal y como reconoce el propio radiólogo a Diarioenfermero.es: “Hay un gasto muy importante asociado, por eso sólo lo usamos para cirugías muy complejas y caras. Imprimir un modelo en 3D puede costar más de 400 dólares (323 euros). Sin embargo, el ahorro que producen en el tiempo que dura la operación puede alcanzar los mil o dos mil dólares (entre 800 y 1.600 euros) a la hora”.

Conclusiones

Después de analizar el papel de los modelos 3D en esas intervenciones a pacientes que habían perdido parte o la totalidad del rostro a causa de una enfermedad o lesión, la conclusión a la que llegaron los profesionales es que los instrumentos de impresión 3D constituyen la técnica más fiable para la planificación de este tipo de cirugías. Por eso, ya se usan rutinariamente en el Hospital de Brigham y de Mujeres de Boston, y quizá se implementen en otros tipos de cirugías complejas, “como las abdominales y maxilofaciales”, explica Frank J. Rybicki. “También imprimimos partes de huesos en 3D, en titanio, que después se implantan en pacientes”.