REDACCIÓN.- Desde que empezó la pandemia de COVID-19, en ninguna de las múltiples ruedas de prensa celebradas con el ministro de Sanidad, Salvador Illa, el director del Centro de Coordinación de Urgencias y Emergencias o ningún otro representante del Gobierno se ha podido escuchar pregunta alguna formulada por un redactor o redactora de Diario Enfermero. Y no es porque no hubiera cuestiones interesantes que dirigir a los responsables sanitarios relacionadas con los padecimientos y situación de las enfermeras durante esta alerta sanitaria. La razón es, simplemente, que la Secretaría de Estado de Comunicación del Gobierno de España no lo ha permitido. El medio de comunicación referente de la enfermería española, Diario Enfermero, no ha sido autorizado a formar parte del amplísimo listado de medios que puede participar en las ruedas de prensa. Pese a poder formular sus preguntas -con pleno derecho, por supuesto– medios con una audiencia reconocida de unas decenas de lectores, el diario digital de la enfermería, con más de un millón de usuarios únicos, no ha recibido autorización por parte de Moncloa.
La redacción y la dirección de Diario Enfermero es consciente de que no se trata de un acto de censura voluntaria ni especial mala fe por parte del secretario de Estado, el periodista Miguel Ángel Oliver, ni por supuesto de su equipo, que ha llevado a cabo un trabajo extenuante con la gestión de la información de la pandemia. Pero la realidad es que, sin razón justificada, Diario Enfermero no puede preguntar a los ministros cuestiones que preocupan o son de interés de las 307.000 enfermeras y enfermeros españoles.
Diario Enfermero solicitó repetidas veces poder participar en las ruedas de prensa, como hace habitualmente, sin ir más lejos y sin salir del ámbito gubernamental, en el Ministerio de Sanidad. Tras esperar varias semanas, el propio secretario de Estado, Miguel Ángel Oliver, remitió un correo electrónico en el aseguraba que la lista de casi 200 medios admitidos en las ruedas de prensa es fruto de “un acuerdo con las asociaciones más representativas del sector: la FAPE, la APM, la Asociación de Periodistas Parlamentarios, la Red de Colegios Profesionales de Periodistas” y que “la incorporación de nuevos medios -en este caso Diario Enfermero, romperían el statu quo conseguido”.
A este correo electrónico, el director de Diario Enfermero, Íñigo Lapetra, respondió expresando las lógicas dudas sobre si incluir a un medio especializado en enfermería rompería ningún equilibrio informativo. Y que, además, se estaba limitando la libertad de información de las enfermeras españolas, que leen de forma abrumadora este medio. Además, Lapetra planteó al responsable de la Comunicación de Moncloa si vetaría el acceso a un medio internacional importante que solicitara participar en las ruedas de prensa. La Secretaría de Estado de Comunicación no respondió a ese correo electrónico.
En cualquier caso, a día de hoy, Diario Enfermero –ni su medio hermano en YouTube, Canal Enfermero- puede formular preguntas en las ruedas de prensa, preguntas que interesan a las decenas de miles de enfermeras que se juegan la vida luchando contra el virus y cuya seguridad no ha estado siempre garantizada por la falta de material, enfermeras que están en su derecho de que los medios de su sector puedan plantear preguntas concretas sobre la profesión a los ministros y ministras de España.
Sin embargo, pese a las trabas puestas por los responsables de comunicación del Gobierno, la redacción de Diario Enfermero se ha volcado en la cobertura de la pandemia, con testimonios exclusivos de los profesionales que prestan asistencia en primera línea y con todas las normas y decretos que afectan a la enfermería. Esas jornadas de más de doce horas han dado lugar a centenares de noticias, entrevistas y reportajes que han sido muy bien acogidos por el púbico. Desde que comenzase la epidemia que ha paralizado el mundo, el diario digital de la enfermería ha recibido más de dos millones de visitas a sus noticias.
La Enfermería sigue siendo una profesión de segunda categoría, aunque mueran sus profesionales en la primera línea de acción en los hospitales, en este caso. Es una constante gobierne quien gobierne. En la atención en un contexto de «normalidad» asistencial la cuestión es la misma: el ninguneo. Parece increíble que más de 300.000 profesionales con responsabilidad sobre la vida no sirvan para justificar acciones de mayor calado y asunción de mayores responsabilidades sanitarias. Esto significa que nuestra aportación no tiene mucho valor, aunque con la boca digan los contrarios los gobernantes. Se juzga por los hechos, no por las palabras. ¿Reaccionaremos o seguiremos en el «sí, bwana».