IÑIGO LAPETRA.- Estamos ante la nueva apuesta por la realización de Jodie Foster, más conocida por el público en general por su faceta como actriz por la que ha sido merecedora de numerosos premios y distinciones, entre ellos dos Oscar por sus interpretaciones en Acusados y El silencio de los corderos. Foster tiene el enorme mérito de haber sabido “mantenerse en la pomada” en los últimos 40 años desde que interpretara su primer papel en el cine. Fue en 1976 y lo hizo nada más y nada menos que de la mano del mítico director neoyorkino Martin Scorsese en una película convertida hoy en producción de culto: Taxi Driver. Por aquel entonces Foster, con tan sólo 13 años, interpretaba a una niña que se prostituía en la calle y entablaba amistad con un conductor de taxi encarnado por el mismísimo Robert de Niro a quien fue capaz de ro-bar más de un plano.
El mayor mérito de la cuarta película de Jodie Foster como directora radica en utilizar un argumento a día de hoy poco original —el secuestro de personalidades para protestar por las injusticias del sistema financiero— y convertirlo en una historia que sin ser cien por cien redonda, sí consigue bue-nos dotes de frescura, originalidad y tensión. La realizadora, sin lograr una obra maestra, consigue salir airosa y tejer una historia creíble, que mezcla drama y comedia a partes iguales, mantiene el interés y la complicidad del espectador desde el primer al último fotograma.
Una enorme proporción de este mérito —cocinar una bue-na película con un argumento de lo más manoseado—, radica en el trabajo interpretativo de sus dos actores protagonistas: George Clooney y Julia Roberts. Ambos se hacen cargo de unos personajes más típicos de telefilm que de una superproducción de Hollywood, y consiguen momentos memorables, destilando una magnífica química entre ellos que, por otro lado, ya habían demostrado en Ocean’s Eleven y su secuela, Ocean’s Twelve, ambas dirigidas por Steven Soderbergh.
El resultado es una película entretenida, que ni aburre ni defrauda, una producción con la que pasar un buen rato en las tardes de verano y que, sin embargo, le deja a uno la sensación de presenciar un producto final que no termina de aprovechar la oportunidad de haber tenido a su disposición a dos grandes estrellas con una capacidad dramática más que demostrada en los últimos años.