REDACCIÓN.- ¿Quién cuida al que nos cuida? No es la primera vez que se plantea esta pregunta, sin embargo, en el último año y medio adquiere una relevancia aún mayor si cabe y es que nuestras enfermeras, profesionales de los cuidados, han tenido que enfrentarse a una situación sin precedentes que además de un desgaste físico ha supuesto un impacto emocional difícil de gestionar. Para hablar de esta cuestión, en nuestra entrevista de hoy, disponible ya en Canal Enfermero, el periodista David Ruipérez charla con Mar Sánchez, enfermera del Hospital Universitario Fundación de Alcorcón y autora del libro “Toca cuidarme”, en el que da las claves para enfrentarse emocionalmente a situaciones como la pandemia.
-¿Qué vamos a encontrar en este libro?
-“Toca cuidarme” parte de una crisis personal como cuidadora cuando mi padre enferma, hace ya ocho años, y tengo que plantearme el cuidado desde otra perspectiva, la familiar, y empezar a afrontar lo que va a suponer la pérdida de una persona cercana que para mí además era un referente. En aquel momento estaba estudiando también Psicología y Coaching. Durante el tiempo que estuvo enfermo, seis años hasta que falleció, tuve que enfrentarme a miedos como saber si lo iba a hacer bien, pero ahora no sólo como enfermera sino también como hija.
-Sin embargo, el hecho de ser enfermera supone una ventaja como cuidadora con respecto a otras personas que tienen que hacerse cargo de un familiar y no cuentan con esa formación y experiencia previas. De hecho, en muchos casos, estos cuidadores se ven sobrepasados y llegan incluso a enfermar.
-El 87% de los cuidadores son mujeres y las enfermeras somos también mayoritariamente mujeres. El rol de cuidador en la sociedad se sigue asignando de una u otra forma a la mujer, aunque es verdad que cada vez menos. Ese rol, fruto de una educación que hemos recibido las mujeres, conlleva una obligación y una resignación que te lleva a aguantar y a pensar incluso que eres egoísta si piensas en ti, si piensas que necesitas un descanso o unas vacaciones. Las herramientas de enfermería están ahí, es cierto, sin embargo, el problema es que cuando lo vives como familiar te das cuenta de que también tienes esos miedos, a veces, incluso más que otras personas porque sabes más. Es importante estar en condiciones de aceptar la situación y que no tiene por qué ser una obligación. Hay muchos casos de padres que se han portado fatal con sus hijos, que siempre han estado ausentes… estos casos también hay que trabajarlos. Debemos saber que hay una responsabilidad, pero no que hay que cargársela para sufrir. Hay que saber que el dolor es parte de la vida como lo es la muerte y debemos estar preparados para el cuidado y no tener miedo ni a la culpa y ni a la vergüenza que aparece en muchos casos, sobre todo en la mujer.
El dolor es parte de la vida como lo es la muerte y debemos estar preparados
-¿Qué consejo le darías a una persona que está en ese punto y que puede estar asomando ya al abismo de la depresión?
-Hay que aprender a manejar el miedo. El miedo no puede apartarse, dejarse a un lado, existe y hay que saber vivir con él. De hecho, el miedo lo necesitamos para defendernos ante muchas cosas; es nuestra emoción más primaria y primitiva. Hay que saber gestionarlo como cualquier emoción, como la tristeza o la ansiedad, por ejemplo. Lo que debemos es saber mantener el equilibrio. Ponernos en el lugar del otro y quedarnos con la satisfacción de haber ayudado al otro en esos momentos.
Lo que suele suceder es que cuando pasa todo es cuando te puedes venir abajo
-¿Crees que la situación que habéis vivido las enfermeras en el último año y medio y la pérdida de vidas humanas a la que os habéis tenido que enfrentar se podría traducir en un aumento de la demanda de ayuda psicológica?
-Esto es algo que ya está pasando. Nos hemos enfrentado al miedo, a muchos miedos, al de no querer contagiarte tú y al de no contagiar a tus familiares cuando llegas a casa, entre otros. Si eso no se sabe gestionar puede acabar en una ansiedad generalizada, en una crisis y es que muchas profesionales han llegado a pensar en dejar la profesión porque ha sido una situación que se ha prolongado mucho en el tiempo. Te entregas un día y otro, lo das todo, pero llega un momento en el que te preguntas hasta cuándo. Tenemos preparación, sí, pero somos personas, somos seres humanos. En este tipo de situaciones lo que suele suceder es que cuando pasa todo es cuando te puedes venir abajo. Debemos dejar trabajar a la razón y no dejarnos llevar por las historias que nos cuentan, por esa idea de que somos héroes y debemos comportarnos como tal porque eso supone una carga adicional.
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