ALICIA ALMENDROS. -Puro impulso. Eso fue lo que sintió Manu Escobar para venirse a Madrid a trabajar #EnPrimeraLíneaDelCoronavirus. Él es de Sevilla, pero este año estaba viviendo en Málaga donde estudiaba dirección de orquesta en el Conservatorio Superior. Cuando se decretó el estado de alarma volvió a Sevilla a pasar la cuarentena con su familia, pero tanto su pareja, también enfermera, como el tenían claro que si en alguna comunidad autónoma necesitaban enfermeros ahí estarían. “Y, en apenas un día teníamos contrato en la UCI del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, en Alcalá de Henares (Madrid). Como enfermeros tenemos una responsabilidad ética y moral con la sociedad, a la cual tenemos que responder incondicionalmente”, afirma.
Empezar en un sitio de cero no es fácil, pero Manu reconoce que la acogida en el hospital madrileño ha sido inmejorable. “Tanto por parte de los servicios administrativos como por los compañeros de la actividad puramente asistencial. Cuando entras como enfermero en la unidad de cuidados intensivos sin apenas tener experiencia sientes miedo, pero se te pasa al segundo día cuando tienes unos compañeros que te ayudan a adaptarte lo más rápido posible. Aprovecho para agradecerles su esfuerzo a la hora de integrarme en el equipo”, expone.
Cansancio
Son muchos días luchando contra este virus y eso se empieza a notar. “Son días difíciles, hay mucho cansancio entre el equipo de enfermería, muchas horas y turnos sin descanso, turnos que se complican y no te da tiempo ni a beber un simple vaso de agua, agobio, rabia de no poder hacer más de lo que ya estás haciendo…”, enumera el enfermero. Para él, lo más difícil estos días es la frustración: “decidí ser enfermero porque quería cuidar y salvar vidas, no para ver cómo personas fallecen. Siempre vuelvo al piso donde resido en Madrid pensando que podía haber hecho algo más. Y acabas llorando de la frustración, la impotencia y la rabia”, resalta. “Esas personas que fallecen solas en un box de una UCI, tienen padres, hijos, abuelos… de los cuáles no se podrá despedir. Pero también tenemos en nuestras manos el poder de garantizar una muerte sin dolor, garantizando siempre por encima de todo la dignidad de la persona. Y aunque duela y sea difícil, eso también es enfermería”, añade.
En la UCI donde trabaja Manu se organizan en función del número de pacientes que haya en cada UCI, “intentando que haya siempre algún enfermero con experiencia en cada control, para que, en casa de duda, los enfermeros que no tenemos tanta experiencia en cuidados intensivos tengamos un apoyo. El ritmo también lo marca el paciente. Hay algunos más inestables, que en la medida de lo posible, son cuidados por un enfermero. Pero en los días de más caos se han llevado hasta tres pacientes por enfermero. Una barbaridad desde el punto de vista de los cuidados”, explica.
El ritmo ha bajado
La curva parece que se está frenando y eso se nota también en la carga asistencial de los hospitales. “Afortunadamente el ritmo ha bajado. Sigue siendo alto, pero no es comparable con el que teníamos las dos últimas semanas de marzo. Ahora tenemos algunas camas libres para quien las pudiera necesitar”, sostiene.
Lo que al principio parecía que podría ser una gripe común se ha demostrado que no es así. “Es un virus nuevo y, como tal, es impredecible. Por tanto, debemos pone en duda todas las cuestiones que se plantean. Pero sí que es cierto que una gripe común no pone en jaque al mundo entero como lo ha hecho el coronavirus. Si me resulta llamativo que la mayoría de las personas que están ingresadas en la UCI tienen un IMC muy elevado. Imagino que la carga viral en personas con obesidad es mayor y más virulenta. Pero esto es opinión”, aclara.
El miedo ante una posible oleada de contagios está encima de la mesa, pero todo apunta a que la forma de afrontarla, si en algún momento tiene lugar, será diferentes. “Más que preparados, estaríamos prevenidos. Con la experiencia de haber pasado el grueso de la pandemia se debería evaluar a todos los niveles, desde el más pequeño, a nivel personal, hasta el nivel más alto, que es la sociedad en general, qué aspectos hemos hecho mal y qué deberíamos hacer, cambiar o renovar para que el impacto de una más que posible segunda oleada sea lo más leve posible. Pero para ello debe de haber consciencia de sociedad que sea responsable, y muy a mi pesar, estamos a año luz de conseguir responsabilidad social”, comenta Manu.
Un esfuerzo que merece la pena
La enfermería está siendo la base y pilar fundamental durante la pandemia. “Los enfermeros somos garantes de unos cuidados de calidad, que están basados en la evidencia científica. Y como tal, somos independientes en nuestro trabajo. Lamentablemente, hasta ahora, la sociedad no se está empezando a dar cuenta de la importancia de nuestro trabajo, la enorme cantidad de personas pueden estar implicadas en el cuidado de una sola persona, la presión y la ansiedad a la que estamos sometidos día a día”, argumenta. “Cuando un paciente empieza a mejorar su estado, y poco a poco se leva retirando el soporte que lo mantenía con vida, le das sentido a todo el esfuerzo y el trabajo que has estado haciendo. Jamás podré arrepentirme de haber tomado la decisión de venir a Madrid a ayudar. Saldré, sin duda, reforzado de esta situación tanto a nivel profesional y personal, pero aún no sé a qué precio”.