ÁNGEL M. GREGORIS.- “Se siente miedo, incapacidad de saber cómo manejar una situación de este tipo e inseguridad a la hora de afrontarla”. Con estas palabras define Jesús Castro, supervisor de Laboratorio del Hospital La Paz, en Madrid, cuáles fueron sus sentimientos durante una agresión que sufrió en el pasado. Él, en este caso, recuerda que no denunció porque era un paciente de Salud Mental y el tema se enfocó desde el punto de vista del control sanitario a la persona. Aun así, es consciente de la necesidad de luchar contra la lacra de las agresiones que, lejos de disminuir, aumentan a diario.

“Es un problema de la sociedad en general porque nos hemos vuelto todos más exigentes e impacientes con la sanidad”, ha resaltado Ana Álvarez, agente del Interlocutor Policial Sanitario, durante uno de los talleres que están impartiendo en los hospitales para informar a los profesionales sobre cómo prevenir y actuar ante cualquier atisbo de agresión. Durante la jornada realizada en La Paz, de Madrid, ha subrayado que los insultos y las amenazas son las agresiones que más se denuncian, pero ha puesto de manifiesto que lejos de desaparecer, todos los días aumentan los casos de agresiones.

Ante un auditorio repleto de sanitarios, mayoritariamente enfermeros por su cercanía a los pacientes, Álvarez ha explicado que ante una posible agresión “lo primero es velar por su seguridad y cuando haya una persona que pueda convertirse en potencial agresor, llamar a uno de sus compañeros”. Asimismo, también ha incidido mucho en la importancia de la contención verbal, “no entrar en discusiones y tratar todo por la vía del diálogo”.

Su compañera, Sandra Pérez, también agente del Interlocutor Policial Sanitario, ha puntualizado que “si los insultos y amenazas se convierten en agresiones físicas, deben asegurarse ellos mismos, no entrar en una lucha personal, buscar una vía de escape para que no nos arrinconen y pedir ayuda en los casos que sea necesario”.

Denuncias

Para ambas, lo más importante es denunciar porque, tal y como ha destacado Pérez, “si no se denuncian estos comportamientos, el agresor se ve libre de poder hacerlo en otro momento con otro profesional o cualquier persona”.

En el caso de las enfermeras son muchas las que han vivido en su piel estas situaciones o conocen a alguien que las haya sufrido. Aun así, afirman que en muchas ocasiones no se suele denunciar porque se intentan solucionar sin tener que recurrir a esto. “A veces son situaciones de mucho estrés, de ingresos prolongados o situaciones difícil de asumir por parte de familiares y pacientes”, comenta Concepción de Juan, supervisora de Quirófano de La Paz

Además, el colectivo enfermero, mayoritariamente femenino, debe estar alerta también ante comportamientos machistas que en muchas ocasiones están interiorizados por la sociedad, pero que suponen una vejación para las mujeres. “Sí es verdad que a lo largo de mi carrera alguna vez hemos notado que te tocan el culo o te miran el escote, pero yo, por mi parte, he frenado inmediatamente estos comportamientos”, cuenta Ana Martínez, supervisora del servicio de Esterilización de La Paz.