GEMA ROMERO.- La amitriptilina y el topiramato tienen el mismo efecto que una píldora de azúcar cuando se emplean para prevenir las migrañas en niños y adolescentes. Así lo demuestra un estudio publicado en la revista New England Journal of Medicine. En un principio pretendían demostrar cuál de los medicamentos preventivos más comunes era el más efectivos. “Lo que encontramos es que podíamos prevenir estos dolores de cabeza tanto con medicación como con placebos”, afirma Andrew Hershey, codirector del Centro del Dolor de Cabeza Infantil de Cincinnati (Estados Unidos) y uno de los autores del estudio.
Los investigadores realizaron el ensayo para la prevención de la migraña en niños y adolescentes en 31 centros en los Estados Unidos. Las 24 semanas de ensayo clínico incluyeron un total de 328 pacientes. Las tasas de respuesta no fueron estadísticamente diferentes entre los tres grupos, con una reducción en los días de dolor de entre el 50 y el 55%, tanto tomando fármacos como con el placebo.
Sin embargo, en comparación con el placebo, los dos fármacos activos, lógicamente, tuvieron una tasa significativamente mayor de efectos secundarios. Los más frecuentes fueron fatiga, sequedad de boca y, en tres casos, la alteración del estado de ánimo. Además, el 31% de los menores que tomaron topiramato sufrió parestesia, hormigueo en las manos, brazos, piernas o pies.
Difícil interpretación
«La interpretación de estos resultados es muy difícil. En la mayoría de las situaciones, los ensayos que no muestran beneficio de una intervención lo hacen porque los participantes del estudio no mejoran. Esa no era la situación aquí. La mayoría de los participantes del estudio mejoró, independientemente de su grupo de tratamiento asignado «, afirma Chris Coffey, profesor de bioestadística en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Iowa, y el estadístico principal del estudio.
Para Andrew Hershey «este estudio sugiere que un enfoque multidisciplinar y la expectativa de respuesta es lo más importante, y no necesariamente la receta proporcionada». Así, sus resultados plantean preguntas sobre la mejor manera de prevenir las migrañas, especialmente teniendo en cuenta que –tal y como reconocen los autores- no es ético recetar un placebo sin el conocimiento del paciente. Añaden que es probable que la expectativa de respuesta a un medicamento pueda anular los cambios bioquímicos y farmacológicos reales que se cree que ocurre con la farmacoterapia.
«Se necesita más investigación para comprender mejor los resultados y determinar qué estrategias de futuro podrían optimizar el tratamiento de los dolores de cabeza en poblaciones pediátricas”, sostiene Hershey. Para el psicólogo pediátrico del Centro del Dolor de Cabeza Infantil de Cincinnati, Soctt Powers, estos resultados sugieren un cambio de paradigma, “debemos verlos como una importante oportunidad para los profesionales sanitarios, los científicos, los niños y las familias para realizar cambios en el tratamiento preventivo que implicará un enfoque multidisciplinar centrado en aspectos no farmacológicos de la atención”. “La buena noticia –añade- es que podemos ayudar a mejorar a los niños con migrañas”.