ALICIA ALMENDROS.- Encarni es enfermera. Concretamente una de las valientes que a diario lucha contra el COVID-19. Lleva trabajando en un centro de salud de Toledo 27 años y reconoce que “nunca habían imaginado algo así”. Y es que el COVID-19 parecía que era algo lejano, sobre todo en un pueblo de La Mancha alejado del trasiego de la ciudad. “Lo más difícil fueron las primeras semanas… el desconcierto, el aprender a manejar una situación así… Todo era nuevo para nosotras”, explica la enfermera. Si en los hospitales doblar camas y habilitar espacios para pacientes COVID-19 ha sido una tarea difícil, en un centro de salud viejo, como el suyo, sacar el trabajo ha sido todo un encaje de bolillos. “El fin de semana que se instauró el estado de alarma improvisamos un protocolo de actuación. En nuestro caso, el centro que es muy viejo no reúne las condiciones para poder organizar una zona de aislamiento, sólo hay una entrada para todos los pacientes”, afirma.
Objetivo: no saturar el sistema
No saturar los hospitales era un objetivo común en todas las Comunidades Autónomas y en esta tarea las enfermeras de Atención Primaria han tenido un papel clave en la contención de pacientes. “Los primeros días, sobre todo, lo primordial era intentar derivar sólo lo estrictamente necesario porque el hospital Virgen de la Salud en Toledo, que es el que corresponde por zona a nuestros pacientes, estaba desbordado”, resalta. “Los primeros días costó hacer entender a la población que no tenían que venir al centro, que atenderíamos por teléfono todo lo que se pudiera y si a alguien había que valorarlo presencialmente se organizaba para que acudiera cuando no había nadie más para mantener la distancia física con otros pacientes y evitar el contacto con posibles casos sospechosos. La primera semana la gente lo entendió y ahora prácticamente todo se resuelve por teléfono”, añade.
En un centro de salud la actividad es mucha y aunque casi todo se resuelve por teléfono “sigue habiendo actividades puntuales que no se pueden demorar: vacunas de niños menores de 15 meses -por indicación de Sanidad-, control de sintrom, analíticas de pacientes oncológicos o de hematología, los tratamientos inyectables”, enumera Encarni.
Los protocolos cambian casi a diario. En el Centro de Salud donde trabaja Encarni, a día de hoy, “a los pacientes leves se les hace una entrevista sobre los factores de riesgo. Si ha tenido contacto con algún paciente se le deja en aislamiento controlando su fiebre. Les damos antitérmicos para la fiebre y vigilamos si aparece sensación de falta de aire, sobre todo. En función de si tiene factores de riesgo o no, se decide si se añade antibiótico u otro tratamiento y se hace seguimiento telefónico cada 24 o 48 horas. También hacemos seguimiento a las personas q conviven con el paciente”, expone.
Entre sus funciones está también dar apoyo a las residencias de ancianos. “Son nuestro principal foco. Tenemos tres residencias en la zona básica de salud. En esta pandemia, las residencias son las grandes perjudicadas. Tienen poco personal, trabajan sin medios de protección… y a día de hoy siguen sin tener las ayudas que necesitan. Una de las nuestras está sin médico ni enfermeras desde principios de marzo. Gracias a la labor de las auxiliares que resisten allí y a nosotros que somos los que atendemos los avisos están aguantando”, sostiene.
Material escaso
El COVID-19 no es el único enemigo de esta batalla. La falta de material es un mal compañero para las enfermeras de nuestro país. “Nosotras recibimos material dos veces a la semana y como ocurre en otros sitios reutilizamos EPIs y mascarillas porque no hay para usar con cada paciente y desechar. Y si hablamos de calidad, la verdad que es bastante mediocre. También hemos pedido ayuda al ayuntamiento de la localidad y a las asociaciones, que nos hicieron batas y gorros con bolsas de basura”, resalta. “Nuestro centro ha pasado a parecerse más a una lavandería. Tenemos cubos grandes de agua con lejía para desinfectar los EPIs que luego tendemos en un patio a secar. También nos hemos buscado una mochila para fumigar las salas de respiratorio después de atender a los casos sospechosos “, comenta. Los EPIs son su principal protección tanto en el Centro de Salud como en las visitas domiciliarias, “damos asistencia con todas las medidas de seguridad que tenemos sea el aviso que sea”, puntualiza.
El miedo es algo que acompaña a los sanitarios estas semanas. “Es algo que hemos tenido y tenemos, por nosotros y, sobre todo, por las familias. El peor momento fue cuando a una compañera le diagnosticaron neumonía por COVID. Nos vinimos todos abajo”, explica Encarni. Tanto ella como sus compañeros trabajan sin descanso con un objetivo común: dar respuesta a todos los pacientes y conseguir que todos salgan adelante. Es más, cambiaron sus vacaciones de marzo y abril para estar luchar #EnPrimeraLíneaDelCoronavirus.
El papel de las enfermeras está siendo fundamental. Estos días gestionar el estrés que ha provocado la pandemia en la población es muy difícil, “pero los sanitarios estamos orgullosos de poder ayudar a nuestros pacientes en esta situación tan límite que la vida nos ha planteado. Desde Atención Primaria, con pacientes que conocemos desde hace muchos años, el poder apoyar a las familias, disminuir sus miedos, y verlos después de pasar esos días tan complicados, cuando por fin todo se soluciona, es muy gratificante “, finaliza Encarni.