ALICIA ALMENDROS.- España es el tercer país europeo con mayor prevalencia de sobrepeso y el cuarto en obesidad, según los datos de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Los datos son alarmantes. Si analizamos el problema en profundidad, detectamos que en los últimos años ha habido un cambio en los hábitos y en la disciplina educacional. Antes, los niños jugaban en la calle y no sentados en un sofá con un móvil o una videoconsola en la mano, dormían más horas (unas 10-12 horas en caso de niños de hasta 3 años), comían en familia y no solos frente a la televisión…”, expone Marilourdes de Torres, presidenta del Comité Científico de la Asociación de Enfermeras de Nutrición y Dietética (AdENyD) y delegada de Nutrición del CGE.
Para Elena Rubio, enfermera escolar en un colegio de Madrid, la obesidad “es un problema de salud pública que está desbancando a otras circunstancias hasta ahora más prevalentes. Además, no sólo preocupa el aumento de casos, sino también la velocidad a la que se propaga”.
La investigación, realizada por la Iniciativa de Vigilancia de la Obesidad Infantil (COSI, por sus siglas en inglés) y presentada en una jornada ‘online’, abarca a 33 países de la Región Europea de la OMS, con un total de 411.000 niños de 6 a 9 años analizados entre 2018 y 2020, es decir, antes de la pandemia de COVID-19. “Los mayores porcentajes se dan en niños más pequeños; a medida que son más mayores, el porcentaje de niños obesos es más bajo. Pero realmente son cosas que empezamos a ver cuando empiezan a tener problemas derivados de esa obesidad”, explica Ana Latorre, supervisora del Área de Cuidados Materno-Infantiles Miguel Servet de Zaragoza y vocal de Pediatría del Colegio de Enfermería de Zaragoza.
Socializar
Cuando se habla de dieta mediterránea hablamos de una forma de vida en la que predominan los vegetales, las hortalizas y las verduras. “La dieta mediterránea es sinónimo de socializar. Antes comían todos alrededor de la mesa hablando. Comentar si te gusta la salsa o que buen color tiene la ensalada genera una segregación de hormonas que hace que se salive mejor y se absorban mejor los nutrientes. Con lo cual, todo es un circuito. Si cuando los niños están en la fila para entrar al comedor les vas contando qué hay para comer hoy y lo bueno que es para ellos, empiezan a pensar en comida, salivan mejor y se preparan para hacer mejor la digestión”, afirma Torres.
Y es que la educación es muy importante en la alimentación. “Hay que explicarles que es una proteína, que alimento es rico en minerales… Al final se trata de dedicarles tiempo. Además, ellos, cuando llegan a casa, te dicen que lo que han comido va bien para la vista, por ejemplo. En esas edades son como esponjas y todo lo que les expliques lo retienen. Muchas veces dedicamos mucho tiempo a comprar el uniforme o los zapatos para el colegio, pero no a educar en alimentación, y es un error porque no es una pérdida de tiempo, es una inversión”, prosigue De Torres.
Diabetes, hipertensión, problemas neuromusculares, aumento de colesterol… “Son patologías que no deberían existir a esas edades, pero que con la obesidad se suelen ver. Además, a medida que el niño va creciendo, empiezan a aparecer problemas respiratorios. Y a todo esto le podemos añadir los trastornos de conducta alimentaria (TCA) -como anorexia o bulimia- que es algo que se ve cada vez más”, resalta Latorre.
Salud mental
El sobrepeso y la obesidad afectan tanto a la salud física como a la mental, al relacionarse con problemas de autoestima, trastornos alimentarios o depresión. Además de los problemas físicos que pueden ocasionar la obesidad infantil, “los problemas de ansiedad y la no aceptación de sí mismo por el físico son importantes. Los cánones de belleza que existen actualmente no hablan siquiera de lo que es un cuerpo o peso saludable… sino que los cánones son muy exigentes. A esto hay que sumarle la influencia de las redes sociales y, además de existir el rechazo hacia sí mismo, el niño siente el rechazo de la sociedad en lo que se llama gordofobia. Esto puede acabar en un acoso escolar o derivar en problemas importantes”, subraya la vocal de Pediatría del Colegio de Enfermería de Zaragoza.
Como expone el informe “Adiós a la Dieta Mediterránea” de The Save the Children, desde la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB) de Cataluña destacan la importancia de los hábitos saludables como un factor de protección ante los trastornos de conducta alimentaria TCA. La pandemia ha provocado un gran aumento de estos. En la ACAB han pasado a atender al doble de pacientes, situación similar a la que se han encontrado otras unidades especializadas en la conducta alimentaria. Por un lado, al inicio del confinamiento se destaparon casos que ya existían, pero que no habían sido diagnosticados. Al pasar más tiempo en casa con sus familias este tipo de comportamientos se hicieron más visibles. Además, durante la pandemia muchos casos de riesgo se han disparado. Los factores de riesgo, como la incertidumbre, los duelos, o las dificultades económicas, han aumentado.
Por otra parte, los factores clásicos de protección, como las actividades de ocio o los encuentros sociales —no virtuales—, se redujeron. A esto hay que sumar una gran exposición a las redes sociales,
que aumenta la presión social sobre los jóvenes y puede iniciar la aparición de TCA. “Aquí en Zaragoza, por ejemplo, vamos a hacer obras en el hospital porque hay que aumentar el número de camas al haber aumentado muchísimo los casos, sobre todo a raíz de la pandemia”, afirma Latorre.
Pandemia
La llegada de la pandemia, marcada por los confinamientos y las restricciones sociales, ha alterado la vida de las familias y, de manera singular, sus patrones de alimentación y hábitos de vida, especialmente la de los niños. Una de las consecuencias fue la disminución del ejercicio físico y el aumento del sedentarismo.
“Aunque quisieras, los niños no podían salir o salían menos, el ocio y las relaciones sociales se limitaban a los convivientes. Faltaba el ejercicio físico y muchos niños que, por motivos de salud, emocionales o económicos, no pudieron seguir yendo a esas actividades extraescolares que tanto les hacían moverse y socializarse”, resalta la enfermera escolar.
La salud mental ha sido otra de las grandes afectadas por la pandemia. La ansiedad es el pan de cada día en muchas familias. “Tanto el confinamiento como los meses y años posteriores generaron sentimientos de estrés, ansiedad, depresión… que se ve reflejado en la alimentación de las personas. Existen más trastornos de la conducta alimentaria, alteraciones en el apetito o compulsión a la hora de comer, entre otros”, enumera Rubio. “La corrección se basa en un trabajo continuado en el tiempo, con paciencia y volviendo a las costumbres anteriores”, finaliza la enfermera.
Menú escolar
Los comedores escolares desempeñan una función fundamental desde el punto de vista nutricional fomentando la adquisición de hábitos alimentarios saludables entre los estudiantes. “Los menús deben tener primer plato, segundo plato y postre. El primer plato debe lleva legumbres, verduras, pasta a poder ser integral o arroz. En el segundo, carne o pescado a la plancha, al vapor, al papillote… evitando los rebozados. Y de postre fruta o yogur. Nada de cacao con galletas, eso en todo caso sería merienda”, explica De Torres.
El precio de algunos alimentos es muchas veces un problema añadido a seguir una buena alimentación. “Hay algunos catering que dan leche de postre porque es más barata que la fruta”, resalta De Torres. “En el menú escolar no hace falta que la fruta sea bonita. Puede haber piezas que tengan alguna pequeña tara que hace que sea menos vistosa y no por ello ser peor. Seguro que por estar así es más barata y a la vez conseguiríamos que los niños coman fruta y evitaríamos los desperdicios, haciendo una alimentación sostenible”, añade.
Siguiendo la educación nutricional ambiental la experta en nutrición cree que preguntar a los niños si se dejan comida en el plato es clave: “Primero para conocer si ha comido bien o no, y segundo para explicarle que lo que no se come se tira a la basura y eso es malo para el planeta. Por tanto, apoyándose en que el planeta se enfada si hacemos eso les sugerimos que o hagan un esfuerzo para evitar que ocurra o que cuando les estén sirviendo digan que no quieren más para que su plato no quede con comida. Es educación de sostenibilidad y además estás haciendo que tu hijo coma más”.
Enfermería escolar
La enfermería escolar dedica gran parte de su tiempo a la consecución de hábitos de vida saludables a través de la educación para la salud a toda la comunidad educativa: alumnos, familias y profesionales docentes y no docentes de los centros, incluidos y resaltando al personal de cocina y monitores de comedor. “Desde el centro escolar encontramos un escenario único y privilegiado para desarrollar este tipo de actividades”, explica Rubio. “De hecho, gracias a estar durante toda la jornada en el centro escolar, además de la Educación para la salud, reforzamos a esos mismos niños con actividades complementarias, cuando los vemos en el recreo comiendo frutas y hortalizas, cuando vienen a la enfermera por cualquier motivo… Orientamos a toda la comunidad educativa sobre formas de preparación saludables como vapor, horno… así como el fomento de la ingesta de agua o alimentos ricos en fibra”, prosigue Rubio.
Como consejos generales para llevar a cabo más allá de las aulas, Rubio recomienda “disminuir las cantidades en los platos, ya que nos hemos acostumbrado a comer por encima de nuestros requerimientos nutricionales y/o energéticos, y el exceso se almacena en forma de grasa que nunca llega a utilizarse; aumentar el ejercicio físico; incrementar la ingesta hídrica con agua, evitando zumos o refrescos; realizar nuevas técnicas culinarias para evitar que sea siempre a la plancha; involucrar a los pequeños tanto en la compra como en la preparación de los alimentos; educar en el consumo de alimentos de temporada y proximidad; y, sobre todo, dar ejemplo, el aprendizaje por imitación es muy valioso, si las familias comemos bien y hacemos ejercicio, ellos nos seguirán y lo verán normalizado”.