ÁNGEL M. GREGORIS.- ¿Alguna vez os han regalado una chocolatina y cuando estabais abriendo el envoltorio os la han quitado para dársela a vuestro primo? Algo así es lo que ha ocurrido este año en los Oscar. La la land, la GRAN película, el musical del SIGLO, el filme que venía a REVOLUCIONAR el cine, el nuevo Grease, ha visto como le concedían el Oscar a la mejor película y a los pocos segundos se lo arrebataban en un error que pasará a los anales del cine. La ciudad de las estrellas llegó a tocar el cielo en la noche más importante para la industria, pero cuando Fred Berger, uno de los productores de la cinta, ya había empezado su discurso de agradecimiento fue cuando saltó la bomba.

Warren Beatty (actor encargado de entregar la estatuilla junto a Faye Dunaway) se da cuenta de que han leído el sobre equivocado y Jordan Horowitz, otro de los productores, con bastante mala educación, fue el encargado de parar a su compañero y resolver el entuerno. Moonlight era la verdadera triunfadora de la noche.

Y así es como La la land, una de las películas más sobrevaloradas del año y la favorita en todas las encuestas, se quedó sin su gloria. Y es que, si algo nos ha enseñado este filme desde su estreno, es que no existen los finales felices. O sí. Porque, a pesar de quedarse con la miel en los labios, sí recogió (sin fallos) el de mejor director para Damien Chazelle, mejor actriz para Emma Stone, mejor fotografía, mejor diseño de producción, mejor banda sonora y mejor canción. Seis Oscar (de los 14 a los que optaba) que la convierten en la flamante ganadora de la noche en el Dolby Theatre, pero que a la vez, y por las expectativas creadas, se corona como una de las grandes derrotadas de la gala.

Lucha

Pero como no hay mal que por bien no venga, los llantos para el equipo de La la land se convirtieron en sonrisas para los de Moonlight, una película mucho más modesta, pero necesaria en los tiempos que corren. En un país como EE.UU. en el que las últimas elecciones avalaron el machismo, la xenofobia y la homofobia, el triunfo de la historia de Chiron, un joven afroamericano y homosexual que tiene que enfrentarse a la vida en un barrio marginal de Miami, expone de manera brillante la importancia de luchar contra cualquier tipo de discriminación. Moonlight se convierte así en el primer largometraje de temática LGTBI en ganar la preciada estatuilla y, probablemente, para la industria norteamericana esta sea una manera de saldar una cuenta pendiente con el colectivo, que vio como la favorita en 2006, Brokeback Mountain, se quedaba sin el Oscar contra todo pronóstico.