ÁNGEL M. GREGORIS.- Los sanfermines son, sin lugar a dudas, la Fiesta (con mayúsculas) del verano. Por ser una de las primeras, por su ambiente y porque es famosa hasta en Australia, la celebración en homenaje a San Fermín atrae cada año a más de un millón de personas hasta la capital navarra, que organiza actos para todos los públicos durante los nueve días que duran las fiestas.

Vestidos de blanco impoluto y con el pañuelo rojo en la mu-ñeca, miles de personas abarro-tan cada 6 de julio la plaza del Ayuntamiento de Pamplona para dar el pistoletazo de salida a la fiesta. Minutos antes del ‘txupinazo’ (lanzamiento del cohete que marca el inicio), la tradición manda levantar el pañuelo en alto con las dos manos y esperar a que suenen las palabras mágicas, “Viva San Fermín, Gora San Fermín”. A partir de ahí, y una vez anudado al cuello, empiezan más de 200 horas ininterrumpidas de celebraciones.

Encierros

Los encierros, televisados y seguidos por casi un 70% de la audiencia, son el gran atractivo de la semana grande de Pamplona y el recorrido por el que pasan toros y mozos es uno de los más conocidos del mundo. 850 metros separan la cuesta de Santo Domingo de la plaza de toros, pasando por la curva de la Estafeta, el punto álgido del encierro, en donde son muy habituales las caídas de los astados y corredores debido al gran ángulo de la curva y a la velocidad a la que se llega a este lugar.

Chupinazo, que da inicio a las fiestas de San Fermín. Imagen: Ayuntamiento de Pamplona

Chupinazo, que da inicio a las fiestas de San Fermín. Imagen: Ayuntamiento de Pamplona

La plaza de toros, con capacidad para 20.000 espectadores, sólo se utiliza para festejos taurinos durante esta semana. El resto del año acoge diversos conciertos y espectáculos.

Algo parecido ocurre con el lugar de referencia para desayunar cuando acaban los encierros o antes de que empiecen. Muy cerca de la curva de Mercaderes, la churrería La Mañueta, que sólo abre 14 días al año (el fin de semana anterior a San Fermín, durante las fiestas y los cuatro domingos de octubre), congrega filas multitudinarias en sus puertas para probar sus famosas porras.

Música, baile, verbena y todo tipo de entretenimiento se dan cita durante el día para dar paso a la fiesta nocturna, que llena las calles día tras día.

Gigantes

Para los más pequeños, las oportunidades también son numerosas. La más destacada son los pasacalles con los míticos gigantes y cabezudos. Las comparsas, que pasean las calles de Pamplona a diferentes horas del día, van siempre rodeadas de niños, adolescentes y adultos, que bailan al son de las gaitas y el ttun-ttun.

Uno de los encierros de los Sanfermines. Imagen: Ayuntamiento de Pamplona

Uno de los encierros de los Sanfermines. Imagen: Ayuntamiento de Pamplona

Aunque todo el mundo debería vivir los sanfermines una vez en la vida, no sólo hay que disfrutar de las fiestas, sino también de la ciudad en sí. Eso sí, para los poco amigos de las aglomeraciones es preferible repetir el viaje en otra época para no toparse con las miles de personas que abarrotan las calles de Pamplona esta semana.

En primer lugar, la visita a la famosísima plaza del Ayuntamiento es obligada para aquellos que quieran conocer la ciudad. De los lugares más sorprendentes de Pamplona, es imprescindible pasarse por allí para descubrir su “secreto”…

Igual de necesario es pasear por la Plaza del Castillo, centro neurálgico de la ciudad, que alberga numerosas terrazas y bares en los que tomarse algo o disfrutar de los con-ciertos que organizan durante las fiestas.

La Ciudadela, un espacio de 280.000 metros cuadrados cuyos pabellones, fosos, baluartes, revellines, fortificaciones, edificios menores y glacis son hoy lugares públicos de ocio, deporte y cultura, es, sin ninguna duda, uno de los parajes más bonitos de Pamplona. Constituye el gran pulmón verde de la ciudad y está considerada como el mejor ejemplo de arquitectura militar del Renacimiento español y uno de los más destacados conjuntos defensivos de Europa.

Más allá de las rutas turísticas, pasear por las calles de Pamplona y conocer su gastronomía, con una jornada de ‘pintxos’ por el caso antiguo, es uno de los motivos por los que también merece la pena descubrir la capital navarra.