A. ALMENDROS / D. RUIPÉREZ.- Paqui Ayllón es enfermera y del 90-99 trabajó en un centro de salud de un pueblo pequeño de la Sierra de Cádiz. Además, ha realizado un Máster sobre Drogodependencias, abordó el complejo mundo del Sida en aquellos años… Era una enfermera muy activa hasta que la vida le cambió totalmente en el año 2000 cuando le diagnosticaron una enfermedad visual degenerativa, retinosis pigmentaria, que la ha dejado sin vista hasta tener que abandonar su sueño que era: jubilarse siendo enfermera. Pero de ese infortunio salió con mucha fuerza. Esa vocación y sus ganas de ayudar salieron de otra manera. Meadow es una perra labradora que ahora le presta sus ojos y con la que tiene una relación muy especial. Ahora, Ayllón se ha animado a publicar un libro donde cuenta su historia, La lectora ciega, de la Esfera de los libros.
Tú eras una enfermera de raza hasta que esta patología irrumpió en tu vida y cambio tus planes de futuro, ¿cómo fue el proceso?
Yo era una enfermera de vocación, una enfermera pasional, adoraba mi trabajo, me apuntaba a todas las guardias que hicieran falta… era feliz ejerciendo de enfermera. Y un día me diagnostican retinosis pigmentaria y me anuncian que iré perdiendo vista poco a poco. Continúe trabajando hasta que pude, pero hubo un momento que era incompatible el nivel de visión que me quedaba con la labor de enfermera y además, tuve el infortunio de pincharme con una aguja.
Trabajabas cada vez con menos visión, incluso tenías que poner más atención y hacer las cosas de otra manera para no cometer ningún error.
Sí, aprendí a suturar una herida con una técnica distinta y prestaba mucha más atención a las tareas manuales, pero como me dedicaba también a ser enfermera educadora pensaba que iba a poder seguir ejerciendo esa labor a media jornada sin hacer las tareas manuales que tenemos asignadas. Pero ese papel no estaba reconocido en este país y el inspector laboral me dijo que no, que tenía que abandonar el trabajo y hace siete años me quedé ciega del todo.
Pero, aunque lo has podido pasar mal, no te has quedado en casa hundida, ¿cómo has sacado fuerzas?
Los enfermeros no nos jubilamos nunca, aunque nos jubilen a la fuerza, como fue mi caso. Hoy en día sigo ejerciendo como enfermera, en parte educadora porque imparto charlas para la oferta educativa del ayuntamiento del Puerto de Santa María, donde vivo, sobre discapacidad y también acudo a leer en voz alta. Soy voluntaria lectora en hospitales y geriátricos.
¿Por qué decides ayudar a estos pacientes leyéndoles?
En mi caso tenía dos grandes pasiones en mi vida: la educación enfermera y la pasión por la lectura. No concebía vivir sin leer. Podría leer en braille, pero me he adaptado el oído y leo con un aparato que me da forma a los textos en sonidos. Mientras lo voy escuchando lo voy reproduciendo simultáneamente. Actualmente, voy a leer principalmente a geriátricos donde hay personas mayores muy solas y también visito un hospital donde estoy en la ludoteca de Oncohematología Pediátrica y es fantástico como nos reciben los niños. Y mientras yo les leo un cuento ellos juegan con mi perro guía.
¿Es fácil captar la atención de los más pequeños?
Es complicado, a los niños es más fácil decirles hoy toca lectura porque les atrae mucho el tema del perro, en cambio, los adolescentes encamados están con sus tablets, sus teléfonos… y es complicado engancharles al tema de la lectura. Pero en el libro cuento como me las he ingeniado para captar su atención y cómo ejerzo esa labor de voluntariado lector con cada uno de estos colectivos, fundamentalmente personas enfermas.
Tu experiencia se transforma en un libro, ¿qué van a encontrar los lectores en esta publicación?
Mi historia desde que me diagnostican la enfermedad hasta hoy en día, en mi faceta de voluntaria. La primera parte del libro se titula “Vivir para ver” que es algo así como “sorpresas te da la vida”, es decir yo llevaba una vida normal, pensaba que me iba a jubilar como enfermera y de pronto te dicen que no, que llegará un día en el que tienes que abandonar tu trabajo y que te vas a quedar ciega. Esto es un shock. Por eso, la segunda parte del libro se titula “La travesía del desierto” donde cuento desde que dejo mi trabajo, con menos de un 20% de visión, hasta que me quedo ciega total, las distintas fases que atravesé, cómo me fueron ayudando los profesionales, la familia… Toda mi experiencia cuando estás en esa etapa final en la que ni eres ciego ni ves… La gente dice que llora mucho con el libro, pero también se ríen porque hay anécdotas divertidas. Y la última parte del libro que relata mi voluntariado lector con los distintos colectivos y ese canto a la literatura porque cada capítulo va enmarcado con un fragmento literario acorde con todos los libros y al final hago una bibliografía con los libros que a mi me han servido en mi vida como terapia y como acompañamiento.
Siempre te acompaña Meadow que es como una “enfermera canina” porque te cuida, ayuda y hace que puedas vivir de manera autónoma, ¿de qué manera llegó a tu vida tu perra guía?
En mi vida hay un antes y un después de Meadow. Por ello, tiene un capítulo muy especial y ella firma los libros también como coautora. Y ella cada colectivo le proporciona lo que demandan. Tiene una sensibilidad especial sobre todo con niños de incapacidad intelectual y con los niños enfermos. A los ancianos les transmite mucha ternura, incluso sabe a cuál tiene que acercarse y a cuál no, y en caso de pacientes hemipléjicos sabe qué parte del cuerpo es la que tiene mal y en esa zona le da más cariño, y también visitamos una organización de enfermos mentales y a ellos les transmite mucha serenidad.