DAVID RUIPÉREZ.- Hannah, una chica adolescente de una pequeña localidad de Estados Unidos ha decidido poner fin a su vida. El pueblo y sus compañeros de instituto lloran la pérdida y pocos hallan explicación a tan drástica salida por parte de una joven guapa, estudiosa, integrada y de una familia unida y preocupada por sus hijos. Sin embargo, la creativa Hannah ha dejado 13 cintas—sí, cassettes de los de antes— con las causas de su muerte salpicando a muchos de sus compañeros de instituto. Esta ficción, basada en una novela de Jay Asher, plantea un tema escabroso, pero actual, con una originalidad más que loable y logra sostener la tensión y hacer reflexionar al espectador sobre cómo razona un cerebro en esos años de la vida donde hormonas y nervios están a flor de piel.
Los profesionales sanitarios, y por supuesto las enfermeras escolares, pueden llegar a enfrentarse a casos como el que describe la trama y su intervención quizá pueda evitar una serie de vidas quebradas, no sólo la de la víctima sino de su familia y amigos.
Sin destripar el desarrollo de Por 13 razones, se puede decir que muchas personas, cada una a su manera, empujaron con sus acciones al suicidio a la chica. Puede que a chicos en edad escolar les parezca que esas relaciones de instituto suponen un drama que marcará su vida y que resulta lógico que Hannah no viera otra salida para escapar a sus circunstancias. Sin embargo, el espectador adulto se da cuenta de que una concatenación de malentendidos sin importancia y la ignorancia inconsciente de lo que puede estar sucediendo, o incluso la mera casualidad, son los responsables de una muerte que, desde luego, era evitable.
La culpa, las hipótesis y el infierno personal de quienes querían a Hannah —atención a los padres, quienes tengan hijos lo pasarán mal— se plasman con maestría en el guion y en la interpretación de los jóvenes actores, la mayor parte desconocidos para el gran público. El cariño y la pena por lo que le ha ocurrido a la chica y su relación con el protagonista invaden y sobrecogen al espectador que se mete hasta el fondo en la historia.