GEMA ROMERO.- En los medios de comunicación ha sido habitual ver a profesionales sanitarios con pantalla facial de plástico y mascarilla. Tanto que incluso hay ciudadanos de a pie que, agobiados por la mascarilla -y más ahora que es obligatoria- la sustituyen por una pantalla, pero ¿hasta qué punto son efectivas?

Para María Enríquez, enfermera del Consejo General de Enfermeria, “lo primero que tiene que quedar claro es que en todo caso las pantallas son un complemento, pero nunca un sustituto de las mascarillas. De utilizarse, debe acompañarse siempre de una mascarilla”.

“Con la mascarilla lo que se pretende es la protección de la comunidad, es decir, que la persona que la lleva no contagie al resto y eso con la pantalla no sucede. La pantalla funciona como una primera barrera, de tal forma que, si alguien tose o estornuda, esas gotas grandes se pueden quedar en la pantalla, pero no es efectiva para las gotas que se podrían diseminar por la parte inferior y laterales ya que no es hermética, explica María Enríquez.

“Los profesionales sanitarios las han utilizado, como complemento a la mascarilla en situaciones concretas, como por ejemplo la toma de muestras, pero si sólo usamos la pantalla no se da una protección completa y eficaz, pues el que la lleva al hablar, toser o estornudad expulsa gotitas que pueden infectar a otros. Por eso la población en general lo que debe usar son las mascarillas, la pantalla solo es un complemento a dicha mascarilla, pero no es válida para sustituir de la mascarilla”, subraya Enríquez.

A ello se añade el que, con impresoras 3D, muchas personas se han dedicado a su fabricación de forma casera, lo que también tiene riesgos, pues “si no se fabrican siguiendo la normativa vigente, puede que no permitan una visibilidad adecuada, un buen ajuste o incluso que hagan daño”, explica esta enfermera.