ALICIA ALMENDROS.- Esther Soriano es enfermera del Hospital de Puerta de Hierro de Madrid. No trabajaba en Urgencias ni en la planta de Neumología habilitada para coronavirus; en cambio es una de las sanitarias infectadas por COVID-19. “Mi foco de contagio es desconocido. He sido de las primeras positivas en mi hospital. Para entonces trabajábamos sin mascarillas y sin ninguna protección, y no sabíamos qué zona del hospital era segura y cuál no. Cuando yo ya estaba contagiada empezamos a usar mascarilla en nuestro día a día, pero ahí en mi caso ya era tarde”, explica Soriano.

Tardaron mucho en hacerle la prueba, al menos 15 días desde el comienzo de los síntomas. “Al principio sólo se hacían pruebas a determinadas personas y causas. Viendo que mis síntomas no mejoraban al final decidieron hacerme la prueba y fue cuando se vio que era positivo”, añade. Aunque el pico de casos lo está viendo desde la barrera, Soriano sabe que las cosas en el hospital no están siendo fáciles: “Yo por desgracia he estado todo este periodo inicial. He sido de las primeras en estar infectada, pero estoy en contacto con la mayoría de mis compañeras y están siendo jornadas muy duras y sobre todo muy intensas. Manejarse y trabajar con los EPIs, atender a tanto volumen de pacientes con una patología desconocida, adaptarse a otra forma de trabajar con métodos nuevos. Demasiado estrés e incertidumbre. Mucho caos generalizado. Un día te piden trabajar de una forma y al día siguiente vuelves y todo ha cambiado, vuelves a empezar”, expone la enfermera. Al igual que otras compañeras, Esther asegura que los más difícil es el miedo a lo desconocido, “miedo a no saber qué va a pasar y el mayor miedo es volver a casa con la familia y no saber si por tu culpa se van a contagiar o qué va a pasar”. Pero, sobre todo, “lo peor ha sido ver los días que están pasando mis compañeras en el hospital y sentir impotencia de estar en casa sin poder ayudar”, afirma.

Los síntomas son diferentes en cada persona. “En mi caso yo sólo he tenido tos, eso sí, una tos que jamás había tenido. Tos seca impidiendo el descanso nocturno y provocando debilidad y malestar general. Ahí fue cuando vi que esto no era un catarro normal y corriente. Nunca había tenido unos síntomas iguales”, comenta la enfermera.

24 horas al pie del cañón

Estos días las enfermeras no se rigen por turnos concretos, todas las horas son pocas para luchar contra esa infección. Estos días sólo hay un objetivo: conseguir que los pacientes sobrevivan al COVID-19. “Las enfermeras están teniendo un papel crucial en esta patología. Trabajamos 24h intensas intentando dar el mejor cuidado a nuestros pacientes, intentamos que no se sientan solos dentro de lo posible, y ofrecemos unos cuidados de calidad. Somos la cara visible -no ahora, si no siempre- ante el paciente tanto para lo bueno como para lo malo. Somos los que siempre estamos ahí, resolviendo sus dudas y sus temores, dando cariño, dando conversación, dando ánimos. Nunca olvidaré las palabras de un paciente ‘Llevo años de hospitales y hasta ahora no me había dado cuenta de que las enfermeras sois mucho más importantes de lo que la gente se piensa, siempre estáis ahí’”, explica Soriano.

El trabajo en equipo es fundamental, pero ahora más que nunca. “La verdad que mi planta está teniendo una coordinación digna de admirar. Se ha formado un equipo completo entre enfermería y auxiliares de enfermería. Se han hecho protocolos en la unidad por el propio personal para intentar trabajar de la mejor forma posible. Hay más ayuda y unidad que nunca. Todo el mundo aporta ideas y de todas se crea un protocolo común para facilitar el trabajo diario de cada turno”, expone. “Pero también hay que recordar que vivimos una situación de falta de EPIs y eso evidentemente da pie a un contagio mayor. Reutilizar batas, mascarillas etc, en un país como este y en lo avanzada que está la sanidad hoy en día, esto no se debería permitir”, señala.

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