GEMA ROMERO.- “Cada vez que llegaba al parking del hospital tenía un ataque de pánico”, “llegué a escribir una carta de despedida a mis hijos”, “sólo puedo dormir con benzodiacepinas”, “lo peor es no saber dónde vas a trabajar al día siguiente”, “tuve que cambiar de servicio, no podía ver una muerte más”… testimonios duros, pero muy reales. Pertenecen a enfermeras que tienen o han tenido algún problema de salud mental. Se lo han contado a una amiga, a una compañera o un psicólogo, porque hablar con los medios, reconocer que tienes un problema, sigue siendo tabú. Así, es preciso romper el tabú de la salud mental de las enfermeras.
La pandemia ha supuesto un coste psicológico y emocional para las enfermeras y enfermeros españoles. Según una encuesta presentada por el Consejo General de Enfermería en febrero de 2022 se reflejaba que el 84,7% de profesionales habían visto afectada su salud mental por culpa de la pandemia, una huella que ha resultado aún más profunda entre los profesionales que trabajan en Cuidados Intensivos, Atención Primaria, Sociosanitaria y Urgencias.
Así, un tercio reconocía haber sufrido depresión (33%); 6 de cada 10 confirmaban haber padecido insomnio (58,6%) y algo más de dos terceras partes ha tenido episodios graves de ansiedad (67,5%) por culpa de la pandemia. Asimismo, el COVID generó episodios de estrés en el 88,5% de los profesionales y el 58,4% temor y miedo. De hecho, casi la mitad (46.5%) barajó la posibilidad de dejar la profesión y 3 de cada 10 de los profesionales (28.4%) no volverían a estudiar la carrera si pudiesen dar marcha atrás.
Burnout
Sin embargo, y aunque la situación se ha visto agravada por la pandemia, los problemas de salud mental en las enfermeras no son nuevos. El burnout o síndrome de desgaste profesional, y cómo afecta a las enfermeras, está muy documentado en la literatura científica. De hecho, fue incluido por la Organización Mundial de la Salud en la Clasificación Internacional de Enfermedades en 2019 y definido como el “resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”, según la Clasificación Internacional de Enfermedades.
Como explica M.ª del Mar García, vocal de salud mental del Consejo General de Enfermería, “la sobrecarga laboral que viven en su día a día las enfermeras unido a que se enfrentan al dolor de sus pacientes y a veces la muerte , va generando estrés que si no lo liberamos se acumula generando ansiedad, fatiga, insomnio, irritabilidad, baja autoestima, depresión …”, y es que como añade Florentino Pérez Raya, presidente del CGE, “las enfermeras llevan décadas denunciando las condiciones laborales que tienen que soportar con contratos precarios que duran incluso días sueltos, rotaciones por todo tipo de servicios clínicos, salarios muy bajos, pérdida de poder adquisitivo durante una década y altas cargas asistenciales por tener una de las ratios de enfermera por paciente más bajas de Europa”.
Para Jesús Linares, psicólogo y coordinador del dispositivo de atención psicológica frente al COVID-19 de la Comunidad del Madrid y jefe de sala del servicio nacional de primera asistencia psicológica (SPAP) del Ministerio de Sanidad, en el caso de las enfermeras además de por la precariedad laboral, el burnout está muy asociado a la gestión de los cuidados. “Las únicas cuidadoras permanentes que tienen los pacientes son las enfermeras. Las que están 24×7 a pie de cama. Al final, el observar constantemente el sufrimiento del paciente, el tener que realizar procedimientos que pueden ser invasivos y dolorosos, el no poder atenderles como desearían por la sobrecarga asistencial… el no poder hacer correctamente su trabajo, todo eso afecta”.
De hecho, según diferentes estudios, entre el 30 y el 40 % de las enfermeras han padecido el síndrome de burnout, mientras que el 38,2 % de los médicos presentaron uno o más síntomas de agotamiento en 2020. Su prevalencia se sitúa por encima del 40% en los profesionales de Atención Primaria españoles, según la mayoría de los estudios, por lo que, dos de cada cinco profesionales sanitarios sufriría algún síntoma del síndrome de burnout.
El burnout tiene tres variables principales: el agotamiento emocional, la despersonalización con sentimientos muy negativos hacia el trabajo, a lo que se suma una sensación de ineficacia. Como explica Linares “se tata de un síndrome que se puede convertir en algo grave”. Además del burnout también se puede dar estrés postraumático, fatiga por compasión… “Todo ello genera en las enfermeras comorbilidades con ansiedad muy elevada, trastornos depresivos, del estado de ánimo, …” Como cuenta este psicólogo, “yo he llegado a tener que ir al parking del hospital, a buscar a una enfermera, porque era llegar al parking y tener un ataque de pánico, con temblores, sudorosa, con palpitaciones, hiperventilando, mareada…”.
Adicciones
Dentro de las estrategias de afrontamiento, cuando una persona, una enfermera, empieza a tener problemas, más que consultar con un profesional sanitario, lo que se produce es la automedicación. Para Inma Marco, vicepresidenta del Colegio de Enfermería de Zaragoza y enfermera especialista en salud mental, un ejemplo claro se produce con el insomnio. “Cuando trabajan a turnos se rompe el ritmo de sueño, necesitan descansar, pero no pueden y empiezan a consumir benzodiacepinas. Son fármacos muy efectivos, te hacen dormir, descansas, te levantas, pero en poco tiempo tu cuerpo se habitúa y cada vez necesitas más dosis para que haga efecto. Llega un punto en el que sólo se puede dormir con altas dosis de estos psicotrópicos”.
A esta estrategia se suma, tal y como sostiene Jesús Linares, “la facilidad de acceso que tienen a los psicofármacos. Además, existe una ilusión de control, porque las conocen, las manejan en su día a día. Como tengo dolor me tomo un analgésico, como no he dormido un orfidal…”, con lo que aparece el problema de adicciones a drogas legales.
Suicidio
En casos extremos puede incluso aparecer la ideación suicida. Según un estudio de la Universidad de Michigan que analizó el suicidio entre médicos y enfermeras, publicado en la revista JAMA Psychiatry, las enfermeras tienen aproximadamente el doble de probabilidades de suicidarse que la población femenina en general y un 70% más de probabilidades que las médicas.
Como señala Linares “hay un papel muy importante en el clima laboral y en la identificación precoz de las dificultades psicológicas para la prevención del burnout, la fatiga por compasión y el riesgo suicida. Hay estudios en población enfermera que señalan la depresión, la ansiedad y el cansancio emocional (una de las dimensiones del burnout) como una de las variables predictoras del suicidio. En general, las enfermeras suelen estar a la cabeza en ideación y conducta suicida. Las condiciones laborales suelen ser factores de riesgo para que se genere (acoso, mal clima, ratios inadecuadas, el burnout derivado…).
Romper el tabú
Tras la pandemia, hablar de salud mental, al menos en la sociedad, ha contribuido en reducir el estigma. Sin embargo, para M.ª del Mar García, “entre las enfermeras sigue siendo tabú. Nos cuesta mucho admitir que necesitamos ayuda. Por ello, como profesionales, si detectamos que algún compañero puede tener síntomas es muy importante crear un clima de confianza y ayuda, para que se pueda sincerar. Tenemos que mostrarle empatía, discreción y apoyo. Hacerle ver que un problema de salud mental es igual que otro problema de salud, que el hecho de verbalizar como te sientes, a veces, es liberador y animarle a pedir ayuda profesional”.
A nivel de las instituciones, Linares establece “la importancia de las intervenciones preventivas, identificando situaciones de riesgo antes de que se conviertan en problemas estructurales”.
Como señala el presidente del CGE, “toda enfermera que sufre un trastorno mental o tiene algún problema de adicción, lejos de ser castigada o sancionada, y dada su situación de máxima vulnerabilidad, debe ser objeto de especial protección por parte de las demás enfermeras, del equipo interdisciplinar, de la institución donde trabaja, y, por supuesto, de la organización colegial. Una atención integral que de garantizar la máxima confidencialidad”.
Por ello, han puesto en marcha el Programa de Atención Integral al Enfermero Enfermo (PAIEE). Su objetivo es garantizar la buena praxis profesional, así como ofrecer asistencia sanitaria, atención social, apoyo legal y asesoramiento laboral para favorecer su rehabilitación. Además, le proporciona las herramientas necesarias para desarrollar su profesión en las mejores condiciones y con las máximas garantías para sus pacientes.
Otro punto de vista.
¿Y SI LA SOLUCIÓN NO FUERAN LOS PSICÓLOGOS?.
No creo que el colectivo enfermero necesite más o menos atención a su salud mental que el resto de profesiones sanitarias, o que la población en general. Otra cosa es que las 17 taifas sanitarias de nuestro país, -una por autonomía-, sea capaz de garantizar no ya la dignidad profesional de las enfermeras, sino la dignidad personal que deberían garantizar nuestras leyes fundamentales a todas las personas. ¿Esto se soluciona con un psicólogo?
Cuando en la pasada pandemia ofrecían psicólogos para las enfermeras, yo me revelaba. Pedía medios de protección o personal suficiente y preparado. Dicha crisis sanitaria puso en evidencia la valía y entrega de las enfermeras y enfermeros, frente a otros profesionales con muchos de sus miembros “desaparecidos en combate”. Pero a la vez nos mostró una triste realidad: el centro de nuestro sistema sanitario no es el paciente, sino el trasnochado y corrupto corporativismo galénico. Ante tan triste realidad…¿Esto se soluciona con un psicólogo?
Se cita el burnout, cuando en realidad se debería hablar de la falta de unos 100.000 enfermeras en España para situarnos en las ratios de los países de nuestro entorno. Y desde luego, muchas más, para alcanzar niveles similares a la dotación de médicos. De verdad, alguien puede intuir que… ¿Esto se soluciona con un psicólogo?
No veo adecuado hablar de conductas adictivas de la enfermera. Me parece más oportuno mencionar que las y los enfermeros se ven humillados, menospreciados e infravalorados por las distintas estructuras administrativas sanitarias. Por ejemplo, muchas de ellas se ven obligadas a trabajar entre 20 y 30 minutos cada día gratis (solape de jornada); la inmensa mayoría de enfermeras no tiene la oportunidad de ejercer su profesión de acuerdo a la formación recibida durante su grado académico, no pudiendo llevar a cabo los informes y seguimiento de sus pacientes de acuerdo a una taxonomía enfermera; tampoco pueden gestionar los aspectos asistenciales relacionados con su ámbito profesional; etc. Esta lista de despropósitos es interminable, pero… ¿Esto lo soluciona un psicólogo?
También me parece muy desafortunado y fuera de lugar hablar de las posibles ideas suicidas de la enfermera. No creo que sean un motivo de preocupación profesional, sino un problema de nuestra sociedad, en general. Una situación de presión laboral y menosprecio profesional como la que sufren las enfermeras y enfermeros, a pesar de ser insufrible, cuenta con una respuesta infalible de profesionalidad, entrega y humanidad. En todo caso, ante tal situación…¿Esto se soluciona con un psicólogo?
Frente al pretendido “Plan de Atención Integral al Enfermero Enfermo”, yo sugiero un “Plan de Normalización de la Práctica Sanitaria” que obligue a nuestra administración a respetar las leyes fundamentales que rigen la convivencia de nuestro país. A derogar los preceptos pre-constitucionales que siguen vigentes con el paso de los años. A aceptar por parte de la administración la actual realidad académica de la Enfermería, convirtiendo a sus componentes en profesionales clínicos y plenamente facultativos en su ámbito profesional. A situar al enfermo como centro y objetivo de nuestro sistema sanitario. De verdad, alguien piensa que … ¿Esto lo soluciona un psicólogo?
Me parece muy equivocado hablar del “enfermero enfermo”, cuando en realidad se debería referir y profundizar en la “sanidad enviciada y degradada” que padecemos. Todos los aspectos y situaciones referidos con anterioridad son fácilmente detectables y cuantificables.