MARINA VIEIRA.- Su nombre se debe al primer asentamiento por parte de los turcos. Lo primero que hicieron fue construir un palacio y alrededor surgió una gran ciudad, por esa razón decidieron llamarla Sarajevo. Saraj en turco significa palacio y la bautizaron como “el lugar del palacio”. Tras ese primer asentamiento, multitud de culturas han pasado por una de las ciudades más castigadas por la historia reciente. Musulmanes, católicos y ortodoxos conviven hoy en día en paz en sus calles.
A pesar de que es la ciudad del mundo con más mezquitas—tiene más de 200, más que la capital de Irán—, la convivencia religiosa es palpable. Mujeres con pañuelo conviven en armonía con gente vestida de occidental. En Bosnia la religión es más una obligación institucional que una opción de fe: el Gobierno obliga a sus ciudadanos a inscribirse en una de las tres religiones mayoritarias o en “otra” si no es una de esas tres. Esto hace que más del 80% de los matrimonios sean mixtos. Es el mejor destino para aprender que el islam puede ser una religión moderada que conviva en armonía con otras.
El sello de la guerra
No sorprende por su belleza, pero cada uno de sus rincones es pura historia. La guerra sigue presente entre sus calles. Los rostros de la gente mantienen la tristeza de haber sufrido el asedio más largo de la historia moderna: las colinas que rodean la capital de Bosnia fueron el refugio de los francotiradores del ejército serbio-bosnio que mantuvo sitiada la ciudad durante cuatro años. Las paredes de los edificios reconstruidos de la ciudad guardan las heridas de estos tiroteos que mataron a 12.000 personas. Hoy en día los restos de los balazos están acompañados por arte urbano que reivindica a la sociedad internacional el abandono que Bosnia sufrió durante largos años. “UNinvolved in peace,” se puede leer en un montaje fotográfico hecho con un retrato de uno de los cascos azules que fueron a ayudar a la población de la ciudad durante la guerra. “EUtanasia” suscribe una tela colgada de un portal de una calle principal, aludiendo al suicidio al que les sometió la Unión Europea por la poca ayuda prestada durante la guerra. Si se quiere tener una visión de cómo se sufrió en la guerra de Bosnia, hay que visitar Sarajevo. La ciudad está en plena reconstrucción y tiene la misión institucional de hacer ver al visitante la dureza del conflicto. Es una lección de historia moderna en sí misma, muy importante para que atrocidades como las que ocurrieron no se vuelvan a repetir.
11/07/95
Merece mucho la pena visitar la exposición sobre el genocidio de Srebrenica que se encuentra en el centro de la ciudad. La galería 11/07/95 lleva como nombre la fecha en la que se comenzó el genocidio que acabó con la vida de más de 8.000 musulmanes en la región bosnia de Srebrenica. A la entrada de la exposición las paredes de una habitación recogen los nombres y fotos de todos los asesinados en la limpieza étnica de la región, un escenario sobrecogedor que representa a la perfección la magnitud de la masacre. A través de diferentes imágenes en blanco y negro Tarik Samarah, fotógrafo y fundador de la galería, muestra la desesperación de las familias que estaban en los campos de refuigiados esperando a los familiares que habían desaparecido, para después descubrir que todos habían sido asesinados. Se recomienda encarecidamente contratar la audioguía en la que el mismo autor de las fotografías relata cómo tomó cada una de las instantáneas y se conoce cada historia caso por caso. La exposición termina con un documental sobre el asedio de Sarajevo que inspiró a U2 a escribir su canción Miss Sarajevo: en él se ve cómo la vida seguía en la ciudad, pese a los tiroteos, las desapariciones y la ausencia de agua.
Herencia turca
Pero no todo es guerra y tristeza en Sarajevo. Este ambiente hostil y gris se acompaña de una gran vida en sus calles, la comida más rica de todos los Balcanes y un ambiente muy pintoresco. La herencia turca está presente en su arquitectura —la zona comercial se asemeja a un bazar al más puro estilo árabe—, un café exquisito y la amabilidad de sus locales. Con humor ácido son capaces de bromear de todo, incluso pueden frivolizar sobre la guerra que hoy en día sigue demasiado presente en sus retinas. Merece mucho la pena probar sus burek —un tipo de empanada de hojaldre típica de todos los Balcanes— sin duda los mejores son los de la capital de Bosnia. Están todos deliciosos. Se recomienda ir a probarlos a los restaurantes cercanos a la Mezquita Baš aršijska. Sarajevo está renaciendo de sus cenizas y ahora es un buen momento para visitarla y conocer de cerca cómo se recupera una ciudad tras una brutal guerra.