GEMA ROMERO.- Apenas van al hospital una vez a la semana, pero para niños como Ivié es como “si fuera tu cumpleaños, el que la gente te venga a ver, te hagan regalos, les pides lo que quieras”. Así vive las sesiones de musicoterapia que cada viernes se celebran en el hospital materno-infantil La Paz de Madrid. Para Blanca Guillén, musicoterapeuta especializada en infantil, son sastres musicales. “Tomamos las medidas y le damos a cada uno específicamente lo que necesita, tanto de estilos musicales, como emociones que se puedan trabajar, temas o grupos que les gustan a ellos y a partir de ahí, por ejemplo, le cambiamos la letra a una canción que les gusta, para que sea personalizada”.

Cargadas con los instrumentos, guitarras, flautas o maracas, llegan al hospital. Son una musicoterapeuta de la Fundación Musicoterapia y Salud y dos alumnas en prácticas del máster de la Universidad Autónoma de Madrid. Hoy empiezan por la unidad de Oncología y trasplante pediátrico, aunque también harán su ronda por la UCI y cirugía pediátricas, así como por la unidad del dolor y los cuidados paliativos de adultos.

Al llegar al control de enfermería lo primero es conocer a qué niños tienen que visitar. “El equipo de enfermería es el que nos guía y nos orienta. Ellas nos dicen a qué niños vamos a entrar a ver y las necesidades que tiene cada uno”, explica Guillén. “Trabajamos a nivel de emociones, tanto con los niños como con los familiares que estén con ellos en ese momento en la habitación. Hacemos un trabajo también de vínculos, a nivel de interacción”.

Sesiones personalizadas

Las sesiones son muy variadas, pues dependen de la edad y de las necesidades de cada niño. “Hay niños que tienen mucha rabia, mucho dolor y necesitan hacer una sesión para canalizar, de tocar instrumentos muy fuertes. Pero en la habitación de al lado a lo mejor se requiere trabajar emociones de tristeza, algo más suave, o es un niño que no puede dormir y trabajamos con él”, comenta la musicoterapeuta. “A partir de ahí le cambiamos la letra a un canción que les gusta, para que sea personalizada y que no sea simplemente que cantemos o toquemos un tema que a ellos les gusta, sino que también ellos puedan poner de su cosecha lo que están viviendo aquí”, señala.

Es el caso de Ivié, una niña de 13 años que pasa largas temporadas ingresada por culpa de una leucemia. Estaba preparada para marcharse a casa, pero su última analítica lo ha retrasado por lo menos una semana, por lo que está muy decaída. En la sesión se han dedicado a tocar el ukelele, un instrumento que le gusta mucho. Con mucho ritmo y a base de improvisación se ha ido relajando e interactuando cada vez más, con el aliciente de que en esta ocasión también estaba su padre, que ha podido escaparse del trabajo para compartir la sesión con ella. Al final, mucho más animada, incluso ha accedido a acercarse por el colegio del hospital un par de horas.

Como explica Rocío Soto, enfermera de la unidad de trasplante pediátrico, “transmiten mucha alegría cada vez que vienen. Relaja a los niños, de todas las edades y también a los padres,  ayuda también con el vínculo de los padres, les quita un rato la tensión del resto del día del hospital, de los cuidados. Ese rato es de juego, se olvidan un poco de dónde están, de su enfermedad y de todo lo que conlleva”, explica.

También en su trabajo suponen una gran apoyo. “Nos ayudan sobre todo en momentos de curas, que incluso llegamos a hacer durante la propia sesión, pues nos relajan al niño y los cuidados con un niño relajado, con un niño tranquilo son más fáciles de hacer. Para los padres –añade–, también es un alivio ver que accedemos al niño a hacerle una cura y está tranquilo, no está nervioso, no está llorando. Nos sirve a todos para interactuar con el niño, porque participan padres, ellos y nosotras y se hace un poco el vínculo entre todos”.

Así ha pasado en el caso de Lourdes, un bebé de apenas cinco meses que lleva más de tres ingresada a la espera de un trasplante de hígado. Como cuenta Fátima, su madre, “al principio se volvió muy desconfiada, de repente venía gente sonriendo, pero enseguida le pinchaban o le hacían alguna cosa, no sabía de quién fiarse y de quién no, y acabó refugiándose en no confiar en nadie”. Por eso las enfermeras la propusieron para las sesiones. “De repente empezaron a venir las de musicoterapia y poco a poco ha ido cogiendo confianza. Una vez le pinchan el grito lo pega, –explica con la pequeña en brazos– pero ahora, cuando entran las enfermeras, de primeras les sonríe. Luego si le hacen una perrería, llora o reacciona, pero de primeras no pone esa barrera que antes en cuanto venía un desconocido se ponía a llorar, fuera enfermero o no, porque ella no sabía lo que iba a pasar”, añade.

Logo diseñado por Mago de Oz para las camisetas de Hard Rock Café Madrid

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Un proyecto con 12 años

El proyecto de musicoterapia del hospital La Paz de Madrid, en colaboración con la Fundación Musicoterapia y Salud, se inició en 2003 en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos y fue ampliándose progresivamente. Su objetivo es estimular o relajar al paciente que se encuentra ingresado para facilitarle la comunicación, el aprendizaje, la movilidad, la expresión y al mismo tiempo hacerle más fácil su período de ingreso. Para lograr fondos para su financiación el grupo de rock Mago de Oz y el Hard Rock Café de Madrid colaboran con el programa. De hecho, Mago de Oz ha elaborado un diseño que se estampará en camisetas oficiales de Hard Rock Café Madrid y que puede adquirirse en la tienda de Hard Rock Café, situada en el Paseo de la Castellana, nº2. Todos los beneficios irán destinados a este proyecto del hospital.