ÁNGEL M. GREGORIS.- Guionista de El orfanato y Lo imposible, Sergio G. Sánchez se lanza ahora al mundo de la dirección con su ópera prima, El secreto de Marrowbone. Apadrinado por Juan Antonio Bayona en el papel de productor ejecutivo, el filme cumple con todos los requisitos para ser un éxito. Y lo es. Una película que consigue mantenernos en vilo desde el principio y se resuelve con un final que te pone, literalmente, los pelos de punta.
Tras la muerte de su madre, cuatro hermanos tienen que refugiarse en una granja abandonada para evitar que los separen. Lo que ellos no saben, o eso pensamos los espectadores, es que la casa esconde un secreto. Un secreto que les cambiará la vida a ellos, pero también revolucionará al espectador.
Marrowbone no te va a hacer gritar de miedo ni escandalizarte de asco. Marrowbone te hará pensar, te hará darte cuenta de la importancia que tiene la familia para mantenerse a salvo y de que el amor y la comprensión siempre triunfan. Jack (George MacKay), el hermano mayor, lucha día y noche por sacar adelante al resto, protegiéndoles contra todo y todos aquellos que quieran acabar con esta unión. El primer largometraje como director de G. Sánchez bebe de la influencia, salvando las distancias, de Los otros (Alejandro Amenabar) y El orfanato (Bayona). Es, en definitiva, un buen punto de partida para el guionista, ahora reconvertido en director.
De recibo también es reconocer que en algunos momentos la cinta puede resultar un poco lenta, pero en los últimos 45 minutos se lo perdonamos todo. Casi dos horas de película que te trasladan del suspense a la sorpresa, pasando por la incertidumbre, la intriga y la compasión. El que vaya buscando un largometraje de terror que se dé la vuelta, que no entre al cine, porque El secreto de Marrowbone no es terror. O, por lo menos, no es terror del clásico. El secreto de Marrowbone utiliza los silencios, la música y las pausas típicas de una película de miedo para ir desvelando pistas del “secreto”, pero no para que los espectadores salgan temblando. O por lo menos, no temblando de pánico. Porque si algo transmite la película cuando sales de la sala es ternura y humanidad. En definitiva, terminas queriendo que el secreto continúe siendo eso, un secreto.